—Seguramente mañana tomaré otro poco. Muchas gracias, Severus.
—De nada —respondió Snape. Pero había en sus ojos una expresión que a Harry no le gustó. Salió del despacho retrocediendo, sin sonreír y receloso.
Harry miró la copa con curiosidad. Lupin sonrió.
—El profesor Snape, muy amablemente, me ha preparado esta poción —dijo—.
Nunca se me ha dado muy bien lo de preparar pociones y ésta es especialmente difícil.
—Cogió la copa y la olió—. Es una pena que no admita azúcar —añadió, tomando un sorbito y torciendo la boca.
—¿Por qué...? —comenzó Harry.
Lupin lo miró y respondió a la pregunta que Harry no había acabado de formular:
—No me he encontrado muy bien —dijo—. Esta poción es lo único que me sana.
Es una suerte tener de compañero al profesor Snape; no hay muchos magos capaces de prepararla.
El profesor Lupin bebió otro sorbo y Harry tuvo el impulso de quitarle la copa de las manos.
—El profesor Snape está muy interesado por las Artes Oscuras —barbotó.
—¿De verdad? —preguntó Lupin, sin mucho interés, bebiendo otro trago de la poción.
—Hay quien piensa... —Harry dudó, pero se atrevió a seguir hablando—, hay quien piensa que sería capaz de cualquier cosa para conseguir el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Lupin vació la copa e hizo un gesto de desagrado.
—Asqueroso —dijo—. Bien, Harry. Tengo que seguir trabajando. Nos veremos en el banquete.
—De acuerdo —dijo Harry, dejando su taza de té. La copa, ya vacía, seguía echando humo.
—Aquí tienes —dijo Ron—. Hemos traído todos los que pudimos.
Un chaparrón de caramelos de brillantes colores cayó sobre las piernas de Harry.
Ya había anochecido, y Ron y Hermione acababan de hacer su aparición en la sala común, con la cara enrojecida por el frío viento y con pinta de habérselo pasado mejor que en toda su vida.
—Gracias —dijo Harry, cogiendo un paquete de pequeños y negros diablillos de pimienta—. ¿Cómo es Hogsmeade? ¿Dónde habéis ido?
A juzgar por las apariencias, a todos los sitios. A Dervish y Banges, la tienda de artículos de brujería, a la tienda de artículos de broma de Zonko, a Las Tres Escobas, para tomarse unas cervezas de mantequilla caliente con espuma, y a otros muchos sitios...
—¡La oficina de correos, Harry! ¡Unas doscientas lechuzas, todas descansando en anaqueles, todas con claves de colores que indican la velocidad de cada una!
Honeydukes tiene un nuevo caramelo: daban muestras gratis. Aquí tienes un poco, mira.
—Nos ha parecido ver un ogro. En Las Tres Escobas hay todo tipo de gente...
—Ojalá te hubiéramos traído cerveza de mantequilla. Realmente te reconforta.
—¿Y tú que has hecho? —le preguntó Hermione—. ¿Has trabajado?
—No —respondió Harry—. Lupin me invitó a un té en su despacho. Y entró Snape...
Les contó lo de la copa. Ron se quedó con la boca abierta.
—¿Y Lupin se la bebió? —exclamó—. ¿Está loco?
Hermione miró la hora.
—Será mejor que vayamos bajando El banquete empezará dentro de cinco minutos Pasaron por el retrato entre la multitud, todavía hablando de Snape.
—Pero si él..., ya sabéis... —Hermione bajó la voz, mirando a su alrededor con cautela—. Si intentara envenenar a Lupin, no lo haría delante de Harry.
—Sí, quizá tengas razón —dijo Harry mientras llegaban al vestíbulo y lo cruzaban para entrar en el Gran Comedor. Lo habían decorado con cientos de calabazas con velas dentro, una bandada de murciélagos vivos que revoloteaban y muchas serpentinas de color naranja brillante que caían del techo como culebras de río.
La comida fue deliciosa. Incluso Hermione y Ron, que estaban que reventaban de los dulces que habían comido en Honeydukes, repitieron. Harry no paraba de mirar a la mesa de los profesores. El profesor Lupin parecía alegre y más sano que nunca. Hablaba animadamente con el pequeñísimo profesor Flitwick, que impartía Encantamientos.
Harry recorrió la mesa con la mirada hasta el lugar en que se sentaba Snape. ¿Se lo estaba imaginando o Snape miraba a Lupin y parpadeaba más de lo normal?
El banquete terminó con una actuación de los fantasmas de Hogwarts. Saltaron de los muros y de las mesas para llevar a cabo un pequeño vuelo en formación. Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor; cosechó un gran éxito con una representación de su propia desastrosa decapitación.
Fue una noche tan estupenda que Malfoy no pudo enturbiar el buen humor de Harry al gritarle por entre la multitud, cuando salían del Gran Comedor:
—¡Los dementores te envían recuerdos, Potter!
Harry, Ron y Hermione siguieron al resto de los de su casa por el camino de la torre de Gryffindor, pero cuando llegaron al corredor al final del cual estaba el retrato de la señora gorda, lo encontraron atestado de alumnos.
—¿Por qué no entran? —preguntó Ron intrigado.
Harry miró delante de él, por encima de las cabezas. El retrato estaba cerrado.
—Dejadme pasar; por favor —dijo la voz de Percy. Se esforzaba por abrirse paso a través de la multitud, dándose importancia—. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Dejadme pasar, soy el Premio Anual.