El hombre, a duras penas consiguió que Alicia le aceptara el ofrecimiento. Ella se molestó mucho. Era una inmigrante, no tenía donde caerse muerta, pero no aceptaba regalo de los hombres. En fin, a ella un tipo le gustaba y se lo dormía, pero se preocupaba mucho por su dignidad, por su imagen. Bueno, sí, claro, al final, por no herirlo, se dejó convencer y aceptó el regalo.
Tal como van sus cosas, Alicia vaticina que en pocos días volverá loco al millonario. Hasta ahora sólo le ha enseñado el danzón y el chachachá, y el tipo está completamente arrebatado, planeando divorciarse. Cuando le haya enseñado los meneos del son y del mambo, si la suerte la acompaña un poquitico, habrá logrado en Buenos Aires, gracias a los estribos, lo que no consiguió con los pedales en La Habana.