Dos semanas antes de que terminara el trimestre, el cielo se aclaró de repente, volviéndose de un deslumbrante blanco opalino, y los terrenos embarrados aparecieron una mañana cubiertos de escarcha. Dentro del castillo había ambiente navideño. El profesor Flitwick, que daba Encantamientos, ya había decorado su aula con luces brillantes que resultaron ser hadas de verdad, que revoloteaban. Los alumnos comentaban entusiasmados sus planes para las vacaciones. Ron y Hermione habían decidido quedarse en Hogwarts, y aunque Ron dijo que era porque no podía aguantar a Percy durante dos semanas, y Hermione alegó que necesitaba utilizar la biblioteca, no consiguieron engañar a Harry: se quedaban para hacerle compañía y él se sintió muy agradecido.
Para satisfacción de todos menos de Harry, estaba programada otra salida a Hogsmeade para el último fin de semana del trimestre.
—¡Podemos hacer allí todas las compras de Navidad! —dijo Hermione—. ¡A mis padres les encantaría el hilo dental mentolado de Honeydukes!
Resignado a ser el único de tercero que no iría, Harry le pidió prestado a Wood su ejemplar de
La mañana del sábado de la excursión, se despidió de Ron y de Hermione, envueltos en capas y bufandas, y subió solo la escalera de mármol que conducía a la torre de Gryffindor. Habla empezado a nevar y el castillo estaba muy tranquilo y silencioso.
—¡Pss, Harry!
Se dio la vuelta a mitad del corredor del tercer piso y vio a Fred y a George que lo miraban desde detrás de la estatua de una bruja tuerta y jorobada.
—¿Qué hacéis? —preguntó Harry con curiosidad—. ¿Cómo es que no estáis camino de Hogsmeade?
—Hemos venido a darte un poco de alegría antes de irnos —le dijo Fred guiñándole el ojo misteriosamente—. Entra aquí...
Le señaló con la cabeza un aula vacía que estaba a la izquierda de la estatua de la bruja. Harry entró detrás de Fred y George. George cerró la puerta sigilosamente y se volvió, mirando a Harry con una amplia sonrisa.
—Un regalo navideño por adelantado, Harry —dijo.
Fred sacó algo de debajo de la capa y lo puso en una mesa, haciendo con el brazo un ademán rimbombante. Era un pergamino grande, cuadrado, muy desgastado. No tenía nada escrito. Harry, sospechando que fuera una de las bromas de Fred y George, lo miró con detenimiento.
—¿Qué es?
—Esto, Harry, es el secreto de nuestro éxito —dijo George, acariciando el pergamino.
—Nos cuesta desprendernos de él —dijo Fred—. Pero anoche llegamos a la conclusión de que tú lo necesitas más que nosotros.
—De todas formas, nos lo sabemos de memoria. Tuyo es. A nosotros ya no nos hace falta.
—¿Y para qué necesito un pergamino viejo? —preguntó Harry.
—¡Un pergamino viejo! —exclamó Fred, cerrando los ojos y haciendo una mueca de dolor; como si Harry lo hubiera ofendido gravemente—. Explícaselo, George.
—Bueno, Harry.. cuando estábamos en primero.. y éramos jóvenes, despreocupados e inocentes... —Harry se rió. Dudaba que Fred y George hubieran sido inocentes alguna vez—. Bueno, más inocentes de lo que somos ahora... tuvimos un pequeño problema con Filch.
—Tiramos una bomba fétida en el pasillo y se molestó.
—Así que nos llevó a su despacho y empezó a amenazarnos con el habitual...
—... castigo...
—... de descuartizamiento...
—... y fue inevitable que viéramos en uno de sus archivadores un cajón en que ponía «Confiscado y altamente peligroso».
—No me digáis... —dijo Harry sonriendo.
—Bueno, ¿qué habrías hecho tú? —preguntó Fred— George se encargó de distraerlo lanzando otra bomba fétida, yo abrí a toda prisa el cajón y cogí... esto.
—No fue tan malo como parece —dijo George—. Creemos que Filch no sabía utilizarlo. Probablemente sospechaba lo que era, porque si no, no lo habría confiscado.
—¿Y sabéis utilizarlo?
—Si —dijo Fred, sonriendo con complicidad—. Esta pequeña maravilla nos ha enseñado más que todos los profesores del colegio.
—Me estáis tomando el pelo —dijo Harry, mirando el pergamino.
—Ah, ¿sí? ¿Te estamos tomando el pelo? —dijo George.
Sacó la varita, tocó con ella el pergamino y pronunció:
—Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas.
E inmediatamente, a partir del punto en que había tocado la varita de George, empezaron a aparecer unas finas líneas de tinta, como filamentos de telaraña. Se unieron unas con otras, se cruzaron y se abrieron en abanico en cada una de las esquinas del pergamino. Luego empezaron a aparecer palabras en la parte superior. Palabras en caracteres grandes, verdes y floreados que proclamaban: Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta proveedores de artículos para magos traviesos
están orgullosos de presentar
EL MAPA DEL MERODEADOR
Era un mapa que mostraba cada detalle del castillo de Hogwarts y de sus terrenos.