Читаем FUEGO.PDF полностью

—¡Lo que hay que oír! —exclamó Hermione con un resoplido, y entre ella y Harry agarraron firmemente a Ron de los brazos, le dieron media vuelta y siguieron caminando. Para cuando las voces de las veelas y sus tres admiradores se habían apagado, se encontraban en lo más profundo del bosque. Estaban solos, y todo parecía mucho más silencioso.

Harry miró a su alrededor.

—Creo que podríamos aguardar aquí. Podemos oír a cualquiera a un kilómetro de distancia.

Apenas había acabado de decirlo cuando Ludo Bagman salió de detrás de un árbol, justo delante de ellos.

Incluso a la débil luz de las dos varitas, Harry pudo apreciar que Bagman estaba muy cambiado. Había perdido su aspecto alegre, su rostro ya no tenía aquel color sonrosado y parecía como si le hubieran quitado los muelles de los pies. Se lo veía pálido y tenso.

—¿Quién está ahí? —dijo pestañeando y tratando de distinguir sus rostros—. ¿Qué hacéis aquí solos?

Se miraron unos a otros, sorprendidos.

—Bueno, en el campamento hay una especie de disturbio —explicó Ron.

Bagman lo miró.

—¿Qué?

—El cámping. Unos cuantos han atrapado a una familia de muggles...

Bagman lanzó un juramento.

—¡Maldición! —dijo, muy preocupado, y sin otra palabra desapareció haciendo

«¡plin!».

—No se puede decir que el señor Bagman esté a la última, ¿verdad? —observó Hermione frunciendo el entrecejo.

—Pero fue un gran golpeador —puntualizó Ron, que salió del camino para dirigirse a un pequeño claro; se sentó en la hierba seca, al pie de un árbol—. Las Avispas de Wimbourne ganaron la liga tres veces consecutivas estando él en el equipo.

Se sacó del bolsillo la pequeña figura de Krum, lo posó en el suelo y lo observó caminar durante un rato.

Como el auténtico Krum, la miniatura resultaba un poco patosa y encorvada, mucho menos impresionante sobre sus pies que montado en una escoba. Harry permanecía atento a cualquier ruido que llegara del cámping. Todo parecía tranquilo: tal vez el jaleo hubiera acabado.

—Espero que los otros estén bien —dijo Hermione después de un rato.

—Estarán bien —afirmó Ron.

—¿Te imaginas que tu padre atrapa a Lucius Malfoy? —dijo Harry, sentándose al lado de Ron y contemplando la desgarbada miniatura de Krum sobre las hojas caídas en el suelo—. Siempre ha dicho que le gustaría pillarlo.

—Eso borraría la sonrisa de satisfacción de la cara de Draco —comentó Ron.

—Pero esos pobres muggles... —dijo Hermione con nerviosismo—. ¿Y si no pueden bajarlos?

—Podrán —le aseguró Ron—. Hallarán la manera.

—Es una idiotez hacer algo así cuando todo el Ministerio de Magia está por allí

—declaró Hermione—. Lo que quiero decir es que ¿cómo esperan salirse con la suya?

¿Creéis que habrán bebido, o simplemente...?

Pero de repente dejó de hablar y miró por encima del hombro. Harry y Ron se apresuraron a mirar también. Parecía que alguien se acercaba hacia ellos dando tumbos.

Esperaron, escuchando el sonido de los pasos descompasados tras los árboles. Pero los pasos se detuvieron de repente.

—¿Quién es? —llamó Harry.

Sólo se oyó el silencio. Harry se puso en pie y miró hacia el árbol. Estaba demasiado oscuro para ver muy lejos, pero tenía la sensación de que había alguien justo un poco más allá de donde llegaba su visión.

—¿Quién está ahí? —preguntó.

Y entonces, sin previo aviso, una voz diferente de cualquier otra que hubieran escuchado en el bosque desgarró el silencio. Y no lanzó un grito de terror, sino algo que parecía más bien un conjuro:

—¡MORSMORDRE!

Algo grande, verde y brillante salió de la oscuridad que los ojos de Harry habían intentado penetrar en vano, y se levantó hacia el cielo por encima de las copas de los árboles.

—¿Qué...? —exclamó Ron, poniéndose en pie de un salto y mirando hacia arriba.

Durante una fracción de segundo, Harry creyó que aquello era otra formación de leprechauns. Luego comprendió que se trataba de una calavera de tamaño colosal, compuesta de lo que parecían estrellas de color esmeralda y con una lengua en forma de serpiente que le salía de la boca. Mientras miraban, la imagen se alzaba más y más, resplandeciendo en una bruma de humo verdoso, estampada en el cielo negro como si se tratara de una nueva constelación.

De pronto, el bosque se llenó de gritos. Harry no comprendía por qué, pero la única causa posible era la repentina aparición de la calavera, que ya se había elevado lo suficiente para iluminar el bosque entero como un horrendo anuncio de neón. Buscó en la oscuridad a la persona que había hecho aparecer la calavera, pero no vio a nadie.

—¿Quién está ahí? —gritó de nuevo.

—¡Harry, vamos, muévete! —Hermione lo había agarrado por la parte de atrás de la chaqueta, y tiraba de él.

—¿Qué pasa? —preguntó Harry, sobresaltándose al ver la cara de ella tan pálida y aterrorizada.

—¡Es la Marca Tenebrosa, Harry! —gimió Hermione, tirando de él con toda su fuerza—. ¡El signo de Quien-tú-sabes!

—¿El de Voldemort?

—¡Vamos, Harry!

Перейти на страницу:

Похожие книги