– Diste justo en el clavo -dijo Oliveira, mirándolo con interés-. El problema es saber si esas cosas se pueden cambiar. Lo que me decías justamente hoy: ¿mariposa o Chang-Kai-Chek? A lo mejor al cambiarme al viejo por un sueño, lo que me estás cambiando es un sueño por el viejo.
– Para decirte la verdad, maldito lo que me importa.
– Pintor -dijo Oliveira.
– Metafísico -dijo Etienne-. Y ya que estamos, ahí hay una enfermera que empieza a preguntarse si somos un sueño o un par de vagos. ¿Qué va a pasar? Si viene a echarnos, ¿es una enfermera que nos echa o un sueño que echa a dos filósofos que están soñando con un hospital donde entre otras cosas hay un viejo y una mariposa enfurecida?
– Era mucho más sencillo -dijo Oliveira, resbalando un poco en el banco y cerrando los ojos-. Mirá, no era más que la casa de mi infancia y la pieza de la Maga, las dos cosas juntas en el mismo sueño. No me acuerdo cuándo lo soñé, me lo había olvidado completamente y esta mañana. mientras iba pensando en lo del pan…
– Lo del pan ya me lo contaste.
– De golpe es otra vez lo otro y el pan se va al demonio, porque no se puede comparar. El sueño del pan me lo puede haber inspirado… Inspirado, mirá qué palabra.
– No tengas vergüenza de decirlo, si es lo que me imagino.
– Pensaste en el chico, claro. Una asociación forzosa. Pero yo no tengo ningún sentimiento de culpa, che. Yo no lo maté.
– Las cosas no son tan fáciles -dijo Etienne, incómodo-. Vamos a ver al viejo, basta de sueños idiotas.
– En realidad casi no te lo puedo contar -dijo Oliveira. resignado-. Imaginate que al llegar a marte un tipo te pidiera que le describas la ceniza. Más o menos eso.
– ¿Vamos o no a ver al viejo?
– Me da absolutamente lo mismo. Ya que estamos… La cama diez, creo. Le podríamos haber traído alguna cosa, es estúpido venir así. En todo caso regalale un dibujito.
– Mis dibujos se venden -dijo Etienne.
123