La multitud guardó silencio entonces, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor. Oyeron que Percy decía con una voz repentinamente aguda:
—Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido.
Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de puntillas.
—¿Qué sucede? —preguntó Ginny, que acababa de llegar. Al cabo de un instante hizo su aparición el profesor Dumbledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alumnos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso, y Harry; Ron y Hermione se acercaron un poco para ver qué sucedía.
—¡Anda, mi madr...! —exclamó Hermione, cogiéndose al brazo de Harry.
La señora gorda había desaparecido del retrato, que había sido rajado tan ferozmente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes.
Dumbledore dirigió una rápida mirada al retrato estropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profesores McGonagall, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa.
—Hay que encontrarla —dijo Dumbledore—. Por favor; profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la señora gorda por todos los cuadros del castillo.
—¡Apañados vais! —dijo una voz socarrona.
Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preocupados por algún problema.
—¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledore tranquilamente. La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz empalagosa que no era mejor que su risa.
—Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer.
La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría—. Pobrecita —añadió sin convicción.
—¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.
—Sí, señor director —dijo Peeves, con pinta de estar meciendo una bomba en sus brazos—. Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? —Peeves dio una vuelta de campana y dirigió a Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas—.
Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.
9
La derrota
El profesor Dumbledore mandó que los estudiantes de Gryffindor volvieran al Gran Comedor; donde se les unieron, diez minutos después, los de Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin. Todos parecían confusos.
—Los demás profesores y yo tenemos que llevar a cabo un rastreo por todo el castillo —explicó el profesor Dumbledore, mientras McGonagall y Flitwick cerraban todas las puertas del Gran Comedor—. Me temo que, por vuestra propia seguridad, tendréis que pasar aquí la noche. Quiero que los prefectos monten guardia en las puertas del Gran Comedor y dejo de encargados a los dos Premios Anuales. Comunicadme cualquier novedad —añadió, dirigiéndose a Percy, que se sentía inmensamente orgulloso—. Avisadme por medio de algún fantasma. —El profesor Dumbledore se detuvo antes de salir del Gran Comedor y añadió—: Bueno, necesitareis...
Con un movimiento de la varita, envió volando las largas mesas hacia las paredes del Gran Comedor. Con otro movimiento, el suelo quedó cubierto con cientos de mullidos sacos de dormir rojos.
—Felices sueños —dijo el profesor Dumbledore, cerrando la puerta.
El Gran Comedor empezó a bullir de excitación. Los de Gryffindor contaban al resto del colegio lo que acababa de suceder.
—¡Todos a los sacos! —gritó Percy—. ¡Ahora mismo, se acabó la charla!
¡Apagaré las luces dentro de diez minutos!
—Vamos —dijo Ron a Hermione y a Harry. Cogieron tres sacos de dormir y se los llevaron a un rincón.
—¿Creéis que Black sigue en el castillo? —susurró Hermione con preocupación.
—Evidentemente, Dumbledore piensa que es posible —dijo Ron.
—Es una suerte que haya elegido esta noche, ¿os dais cuenta? —dijo Hermione, mientras se metían vestidos en los sacos de dormir y se apoyaban en el codo para hablar—. La única noche que no estábamos en la torre...
—Supongo que con la huida no sabrá en qué día vive —dijo Ron—. No se ha dado cuenta de que es Halloween. De lo contrario, habría entrado aquí a saco.
Hermione se estremeció.
A su alrededor todos se hacían la misma pregunta:
—¿Cómo ha podido entrar?
—A lo mejor sabe cómo aparecerse —dijo un alumno de Ravenclaw que estaba cerca de ellos—. Cómo salir de la nada.
—A lo mejor se ha disfrazado —dijo uno de Hufflepuff, de quinto curso.
—Podría haber entrado volando—sugirió Dean Thomas.
—Hay que ver; ¿es que soy la única persona que ha leído
—preguntó Hermione a Harry y a Ron, perdiendo la paciencia.
—Casi seguro —dijo Ron—. ¿Por qué lo dices?
—Porque el castillo no está protegido sólo por muros —indicó Hermione—, sino también por todo tipo de encantamientos para evitar que nadie entre furtivamente. No es tan fácil aparecerse aquí. Y quisiera ver el disfraz capaz de engañar a los dementores.