Читаем Círculo de espadas полностью

Caminaron en dirección a los aposentos de Anna. Mientras atravesaban el vestíbulo de la entrada, Nick comentó:

—De vez en cuando pienso que no es la palabra adecuada para Gwarha y para mí. Nosotros no pertenecemos a la misma línea evolutiva. Se podría argumentar, y lo haré, demonios, que somos miembros de sexos similares o análogos. En ese caso, la palabra correcta sería «homeosexual», de la palabra latina que significa «sexo» y de la griega que significa «similar».

»Hay algo agradable en la idea de inventar una nueva forma de actividad sexual y la palabra que designa esa actividad.

Realmente parecía encantado. La ira había desaparecido por completo de su voz. Llegaron a la puerta y ella apoyó la palma para abrirla.

—Debo informar al general —anunció Nicholas.

—¿Cómo crees que ha ido la reunión?

—No lo sé. Las cosas se están complicando. Lugala Tsu ha decidido actuar. Tsai Ama Ul ha decidido que las mujeres tienen que hacer algo. La Diosa sabe quién va a tomar la próxima decisión.

Nicholas se fue y ella cruzó la puerta. Ésta se cerró. Anna se sentó en el sofá; se sentía agotada. ¿Qué hora era? La última hora de la mañana. Tenía que pasar por los aposentos de los humanos y unirse a sus colegas para almorzar. Al demonio con eso. Se dio una ducha y luego durmió una siesta. A media tarde (si es que esa palabra tenía algún significado en la estación) salió al encuentro de Charlie y le contó lo que había sucedido.

—Entiendo perfectamente por qué a Tsai Ama Ul le dolía la cabeza. A mí también me empieza a doler —dijo—. Creo que ya es hora de pedir consejo a la Tierra.

Le habían explicado el procedimiento. Era casi tan complicado como el que habían utilizado para llegar a la estación. Los hwarhath enviarían un mensaje sellado al primer punto de transbordo, luego utilizarían una de sus propias sondas para despachar el mensaje a una nave de la Tierra que esperaba; allí abrirían la sonda, cogerían el mensaje y lo enviarían.

La respuesta llegaría siguiendo el camino inverso: en la sonda humana hasta el primer punto de transbordo, y luego mediante alguna clase de transmisión de los alienígenas.

El sistema evitaba diversas formas de traición demasiado complicadas para que ella las recordara; le pareció sorprendentemente tedioso. Sin duda, la confianza ahorraría tiempo y sería mucho más eficaz.

<p>XX</p>

El general estuvo ocupado hasta mediado el sexto ikun. Redacté un memorándum en el que describía la reunión con Tsai Ama Ul; luego fui hasta el gimnasio más cercano y practiqué el hanatsin a solas, haciendo series de movimientos lentos delante de un espejo. No me resultó fácil. No me gustan los espejos ni los movimientos lentos. Pero es una buena disciplina y creo que estoy a favor de la disciplina.

[No. La soportas cuando no tienes más remedio, y la evitas cada vez que puedes. Nunca la aceptas.]

Después recorrí la estación hasta que llegó el momento de presentar mi informe.

El general me había dicho que fuera a los aposentos de sus tías. Él estaba allí, en una habitación deliciosamente vacía. El suelo era de piedra pulida; las paredes de yeso pintado de amarillo. Ninguna puerta quedaba a la vista aunque yo acababa de entrar por una. En cambio, a cada lado de la habitación había ventanas grandes y altas que daban a una costa ventosa. Por ambos lados se veía el océano, encrespado y formando espuma a lo largo de la orilla. En los otros dos lados había dunas cubiertas por vegetación de color verde plateado. Un alto animal bípedo acechaba entre la vegetación y su cabeza —al final de un cuello largo— sobresalía entre las hojas plateadas, con la evidente intención de cazar. El animal estaba cubierto por algo de color azul brillante que podrían haber sido escamas.

Salvo por las cinco sillas de madera dispuestas en círculo, la habitación estaba vacía. El general se sentaba en una de ellas. Sus tías ocupaban las otras tres. Llevaban túnicas de tela sencilla y oscura: vestimentas propias del lugar, las que usaban habitualmente.

Hice los ademanes propios de la presentación. La habitación tenía dispositivos para el sonido. Oí el lento y monótono rugir del océano y gritos estridentes que tenían que pertenecer a animales, aunque no supe de qué clase. No eran del cazador azul.

—Siéntate —me dijo Ettin Aptsi.

Me acomodé en la silla vacía.

—Informa —me indicó Ettin Per.

Describí la reunión entre Tsai Ama Ul y Anna.

Cuando concluí, Ettin Per dijo:

—¿Qué opinas tú de la mujer de la Tierra?

Levanté la vista brevemente sin mirarla a los ojos. Por detrás de ella sobresalía la parte superior de una duna. Unas hojas largas y estrechas se curvaban con el viento. Las nubes se movían en un cielo azul oscuro.

—Me cae bien. Me cayó bien desde la primera vez que la vi. Los otros humanos se sentían incómodos con el Pueblo, y tenían aún más problemas conmigo. Vi la expresión de su rostro cuando miró más allá de mí y vio a Gwa Hattin. Parecía una criatura en Navidad.

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