Читаем El corazon de la serpiente полностью

Estas esperanzas viéronse realizadas. Llegó aquel futuro luminoso que el hombre siempre anhelara, y el género humano, unido en una sociedad sin clases, libre del miedo y la opresión, había alcanzado alturas del desarrollo científico y artístico jamás conocidas hasta entonces. Era capaz de hacer lo más difícil: conquistar el espacio. Y finalmente, como culminación de aquel largo y trabajoso ascenso por la escalera del progreso, como último fruto de los conocimientos acumulados por el hombre y de su ingente labor, había sido inventado el Telurio, poderosa astronave que ahora exploraba las remotas profundidades de la Galaxia. Este aparato, producto supremo del desarrollo de la materia en la Tierra y en el sistema solar, entraría en contacto con otro que representaba a su vez la meta de un camino de progreso quizá no menos tortuoso, recorrido también durante miles de millones de años en otro rincón del Universo.

Tales eran los pensamientos que, de una forma u otra, agitaban a todos los miembros de la tripulación. Hasta la joven Taina habíase puesto seria, consciente de la colosal importancia de aquel suceso. ¿Sabrían ellos — un insignificante puñado de representantes de los miles y miles de millones de seres que habitaban la Tierra— ser dignos del valor, de la laboriosidad, de la perfección física, de la inteligencia y firmeza del hombre? ¿Cómo debía prepararse cada uno para el encuentro? ¡Recordando la grande y enconada lucha que la humanidad había sostenido para ser libre de cuerpo y de alma!

Lo más enigmático y emocionante era saber cómo serían los que venían hacia ellos; monstruos o modelos de perfección, desde el punto de vista terreno.

Afra Devi fue la primera en romper el silencio.

La joven mujer, embellecida por la emoción, alzaba a cada momento la mirada hacia el cuadro colocado sobre la puerta: un vasto panorama montañoso del África Ecuatorial ejecutado con pinturas tridimensionales. Diríase que el impresionante contraste de las sombrías vertientes pobladas de árboles y de las crestas rocosas inundadas de sol daba relieve a los pensamientos de la joven.

Afra decía que la humanidad había rechazado hace tiempo las teorías, ahora muy en boga, de que los seres racionales podían existir bajo las formas y estructuras orgánicas más diversas. El rastro de los prejuicios religiosos había hecho que incluso sabios respetables admitiesen inconscientemente que el cerebro pensante pudiera desarrollarse en cualquier cuerpo, así como, según la creencia antigua, los dioses tenían la facultad de presentarse en cualquier forma. En realidad, la anatomía y fisiología del hombre — único ser de la Tierra dotado de cerebro capaz de razonar— no eran un capricho de la naturaleza, sino que representaban el grado máximo de adaptación al medio ambiente y correspondían a la capacidad del cerebro y de todo el sistema nervioso de desarrollar una gran actividad.

Nuestros conceptos de la belleza en general, y de la humana en particular, han ido formándose a lo largo de milenios como resultado de la aceptación inconsciente de estructuras convenientes y formas mejor adaptadas a ésta o la otra acción. Esa es la causa de que veamos belleza en las máquinas potentes, en las olas del océano, en los árboles y en los caballos, aunque nada de esto tenga que ver con las formas humanas. Cuando se encontraba en el estado de bestia, pudo el hombre, gracias a su cerebro desarrollado, librarse de la necesidad de adaptación a un solo modo de vida, como le ocurre a la mayoría de los animales.

Las piernas humanas no valen para correr mucho tiempo por un suelo duro, ni menos aún por terreno fangoso; no obstante, permiten al hombre desplazarse con rapidez y a ciertas distancias, trepar a los árboles o escalar las cumbres de las montañas. Y la mano es el órgano más universal; puede hacer miles de cosas, y es realmente ella la que ha convertido a la bestia primitiva en ser humano...

El hombre, ya en las primeras fases de su formación, desarrollóse como un organismo universal, adaptado a las condiciones más diversas de existencia. Al pasar posteriormente a la vida social, esta particularidad de su organismo acentuóse más aún, adquirió aún más facetas, lo mismo que sus actividades. La belleza del hombre, en comparación con la de los animales, consiste, no sólo en su perfección física, sino también en su universalidad, realzada por la función del cerebro y la nobleza del espíritu.

— Todo ser racional de otro mundo, que explore el Universo, debe de ser, por este propio hecho, tan perfecto y universal como los hombres de la Tierra y, por lo tanto, igual de hermoso — dijo en conclusión Afra Devi—. No pueden existir monstruos pensantes, hombres-setas, hombres-pulpos. No sé lo que veremos en realidad: similitud de formas o belleza en otro aspecto, ¡pero algo de ello será sin duda alguna!

— Me gusta su teoría — dijo Tey Eron— ; y sin embargo...

Перейти на страницу:

Похожие книги