Читаем El retorno de los dragones полностью

Las titilantes llamas de los farolillos se extendían por el patio hasta las calles y el bosque, como pequeñas olas en un estanque calmo y sereno. Cada vez que un nuevo farolillo se iluminaba, otra voz se unía a la canción, hasta que el bosque mismo parecía participar en la ceremonia.

El vientohace que pasen los días.En cada estación, en cada lunasurgen grandes reinos.El respirarde la luciérnaga, del pájaro,de los árboles, de los hombres,se funde en la palabra.Duerme ahora,nuestro viejo amigo,arrullado entre los árboles.Llamándonos.La edad,los miles de vidasy de historias que los hombresse llevan a su tumba.Pero nosotros,generosos engloria y poesía,nos unimos a la canción.

La voz de Gilthanas fue extinguiéndose. Con un suave soplo, apagó la llama de su vela. Los comensales finalizaron la canción y apagaron sus velas uno por uno, tal como habían comenzado. En todo Qualinost se fueron silenciando voces, y las luces se extinguieron hasta que pareció que el silencio y la oscuridad habían barrido la tierra. Al final, las últimas estrofas de la canción resonaron en las montañas lejanas, como hojas susurrantes cayendo de los árboles.

El Orador se puso en pie.

—Ha llegado el momento de celebrarse el Gran Consejo. La reunión será en la Sala del Cielo. Tanthalas, por favor, indícales el lugar a tus compañeros.

La Sala del Cielo era una gigantesca plaza iluminada por antorchas, como único techo tenía la inmensa bóveda celeste cuajada de relucientes estrellas, excepto en el norte donde la luz aún temblaba sobre el horizonte. El Orador hizo una señal a Tanis para que se acercaran él y sus compañeros, y toda la población de Qualinost se reunió en torno a ellos. No hubo necesidad de pedir silencio. Incluso el viento calló cuando el Orador comenzó a hablar.

—Aquí podéis ver nuestra situación —dijo señalando el suelo. El grupo vio bajo sus pies un mapa gigantesco. Tasslehoff, situado en medio de las llanuras de Abanasinia, suspiró de admiración. En su vida había visto algo tan bello.

—¡Allí está Solace! —exclamó emocionado.

—Sí, pequeño kender—le respondió el Orador.

—Y en Solace es donde están reunidos los ejércitos de draconianos... —con un bastón señaló el lugar en el mapa— y también en Haven. Lord Verminaard no ha mantenido en secreto su intención de invadir Qualinesti. Tan sólo está aguardando reunir sus ejércitos y asegurarse de la ruta a seguir. No podemos confiar en vencer a una horda semejante.

—Estoy seguro de que Qualinost es fácilmente defendible —dijo Sturm—. No hay ninguna ruta directa por tierra. Para llegar aquí tuvimos que cruzar varias hondonadas y barrancos que ningún ejército existente podría franquear si destruyésemos los puentes. ¿Por qué no les hacéis frente?

—Si sólo fuese un ejército podríamos defender Qualinesti —le respondió el Orador.

—¿Pero qué podemos hacer contra los dragones? ¡Nada! De acuerdo con las leyendas, el poderoso Huma sólo pudo derrotarles con la lanza Dragonlance. Y actualmente, nadie que conozcamos, recuerda el secreto de esa arma poderosa.

Fizban quiso hablar, pero Raistlin le hizo callar.

—No —continuó el Orador.

—Hemos de abandonar la ciudad y los bosques. Nuestro plan es dirigirnos hacia el oeste, hacia tierras desconocidas donde esperamos encontrar un nuevo hogar, o quizás regresar a Silvanesti, el más antiguo hogar de los elfos. Hasta hace una semana, nuestros planes se iban desarrollando según lo previsto. Al Señor del Dragón, le llevaría más de tres días de marcha forzada situar a su ejército en posición de ataque, y nuestros espías nos informarían cuando sus esbirros salieran de Solace. Dispondríamos de tiempo para escapar hacia el oeste. Pero nos hemos enterado de que existe un tercer ejército en Pax Tharkas, a menos de una jornada de viaje de aquí. Si no conseguimos detenerlos, estaremos perdidos...

—¿Y se te ocurre alguna manera de detener a ese ejército? —le preguntó Tanis.

—Sí. Como sabéis, gentes de Gateway, Solace y de las comunidades de los alrededores han sido hechos prisioneros y están encerrados en la fortaleza de Pax Tharkas, trabajando como esclavos para el Señor del Dragón. Verminaard es muy listo. Para evitar que sus esclavos se subleven, mantiene a las mujeres y a los niños como rehenes. Creemos que si estos hombres fuesen liberados, se volverían contra sus amos y los destrozarían. Era misión de Gilthanas liberar a los rehenes y dirigir el motín. Luego habría guiado a los hombres hacia las montañas, haciendo de señuelo para este tercer ejército y dándonos tiempo de escapar.

—¿Y entonces qué les hubiese sucedido a los humanos? —preguntó Riverwind con brusquedad.

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