Читаем El retorno de los dragones полностью

—Lloverá —dijo observando al pequeño grupo bajo la luz titilante de las farolas que se balanceaban por el viento. El rostro de Goldmoon estaba marcado por la fatiga. El de Riverwind era una máscara estoica e impenetrable, aunque el bárbaro caminaba con los hombros caídos y haciendo un notable esfuerzo. Raistlin, tembloroso y jadeante, estaba apoyado en un árbol recuperando el aliento.

Tanis avanzaba con los hombros encogidos, protegiéndose del viento.

—Hemos de encontrar un refugio —dijo—, algún lugar en el que podamos descansar.

—Tanis —Tasslehoff tiró de la capa del semielfo—. Podríamos ir en bote. El lago Crystalmir está cerca de aquí, si lo cruzamos podemos cobijamos en una de las grutas que hay al otro lado y así mañana no tendremos que caminar tanto.

—Es una buena idea, Tasslehoff, pero no tenemos bote.

—Eso no es problema —sonrió el kender.

Bajo aquella luz, su pequeño rostro y sus puntiagudas orejas le daban un aspecto especialmente travieso. Tasslehoff disfruta inmensamente con todo esto, pensó Tanis. Le entraron ganas de zarandearlo enérgicamente y hablarle con severidad acerca del gran peligro que estaban corriendo. Pero el semielfo sabía que era inútil: los kender son totalmente inmunes al miedo.

—Lo del bote es una buena idea —repitió Tanis después de unos segundos de reflexión—. Te ocupas tú y no se lo digas a Flint —añadió—. Yo me encargaré de ello.

—¡Perfecto! —Tasslehoff soltó una risita y regresó junto al resto del grupo—. Seguidme —les dijo en voz baja y comenzó a caminar de nuevo. Flint lo siguió refunfuñando seguido de Goldmoon. Riverwind, después de una rápida y penetrante mirada a los componentes del grupo, comenzó a caminar tras ella.

—No creo que confíe en nosotros ——comentó Caramon.

—¿Confiarías tú? —le preguntó Tanis.

El dragón del casco de Caramon relucía bajo las titilantes luces y el halo de su cota de mallas fulguraba cada vez que el viento levantaba su capa. Una larga espada golpeaba sonoramente contra sus gruesas caderas, un arco corto y una aljaba pendían de su hombro y de su cinturón sobresalía una daga. Su escudo estaba abollado y golpeado tras innumerables peleas. Estaba equipado para afrontar cualquier aventura.

Tanis observó a Sturm, que llevaba orgullosamente el escudo de armas de una orden de caballería caída en desgracia más de trescientos años atrás. A pesar de que el caballero era sólo cuatro años mayor que Caramon, su vida estricta y disciplinada, las dificultades originadas por la pobreza y la búsqueda melancólica de su amado padre, hacían que pareciese mayor de lo que era. Parecía tener cuarenta años, pero sólo tenía veintinueve.

Tanis llegó a la conclusión de que si él fuera el bárbaro tampoco confiaría en el grupo.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Sturm.

—Cruzaremos el lago en bote.

—¡Oh! —cloqueó Caramon—. ¿Se lo has dicho a Flint?

—No, pero de eso me ocuparé yo.

—¿Dónde vamos a conseguir un bote? —preguntó Sturm suspicaz.

—Creo que estarás más tranquilo si lo ignoras —le contestó el semielfo.

El caballero arrugó la frente. Buscó al kender con la mirada, pero éste ya se había adelantado revoloteando de sombra en sombra.

—Tanis, esto no me gusta. Primero asesinos y ahora estamos a punto de convertimos en ladrones.

—Yo no me considero ningún asesino —gruñó Caramon—. Los goblins no cuentan.

Tanis notó que el caballero miraba fijamente a Caramon.

—A mí tampoco me gusta todo esto, Sturm —le dijo rápidamente, confiando evitar una discusión—, pero es cuestión de necesidad. Mira a los bárbaros: su orgullo es lo único que los mantiene en pie. Mira a Raistlin... —Sus ojos se desviaron hacia el mago que se arrastraba por la hojarasca, caminando siempre entre las sombras y apoyándose pesadamente en su bastón. De tanto en tanto, una tos seca sacudía todo su cuerpo.

El rostro de Caramon se ensombreció.

—Tanis tiene razón; Raistlin no aguantará mucho más. Debo ir a su lado.

Dejó al caballero y al semielfo y se apresuró a alcanzar la figura encorvada de su frágil hermano.

—Deja que te ayude, Raistlin —oyeron que le susurraba Caramon.

Raistlin sacudió la cabeza y se apartó de su hermano. Caramon se encogió de hombros, pero se mantuvo cerca por si el mago lo necesitaba.

—No entiendo cómo lo aguanta —comentó Tanis en voz baja.

—Familia, lazos de sangre —Sturm parecía pensativo. Iba a decir algo más, pero tras observar el rostro de elfo de Tanis con su crecida barba de humano, guardó silencio. Tanis notó su mirada e imaginó lo que el caballero estaría pensando. Familia, lazos de sangre; había ciertas cosas que el semielfo no entendería jamás.

—Apresurémonos —dijo bruscamente Tanis —. Nos estamos rezagando.

Pronto los bosques de vallenwoods de Solace quedaron atrás y el grupo entró en los bosques de pinos que rodeaban el lago Crystalmir. Tanis oyó un débil sonido de gritos amortiguados por la distancia.

—Han encontrado los cadáveres —dijo.

Sturm asintió apesadumbrado. De pronto, en medio de la oscuridad, apareció Tasslehoff.

Перейти на страницу:

Все книги серии Crónicas de la Dragonlance

Похожие книги