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—Tú bebe de ésa —dijo Harry—. No: vuelve, busca a Ron y coge las escobas del cuarto de las llaves voladoras. Con ellas podréis salir por la trampilla sin que os vea Fluffy. Id directamente a la lechucería y enviad a Hedwig a Dumbledore, lo necesitamos. Puede ser que yo detenga un poco a Snape, pero la verdad es que no puedo igualarlo.

—Pero Harry... ¿y si Quien-tú-sabes está con él?

—Bueno, ya tuve suerte una vez, ¿no? —dijo Harry, señalando su cicatriz—.

Puede ser que la tenga de nuevo.

Los labios de Hermione temblaron, y de pronto se lanzó sobre Harry y lo abrazó.

—¡Hermione!

—Harry.. Eres un gran mago, ya lo sabes.

—No soy tan bueno como tú —contestó muy incómodo, mientras ella lo soltaba.

—¡Yo! —exclamó Hermione—. ¡Libros! ¡Inteligencia! Hay cosas mucho más importantes, amistad y valentía y... ¡Oh, Harry, ten cuidado!

—Bebe primero —dijo Harry—. Estás segura de cuál es cuál, ¿no?

—Totalmente —dijo Hermione. Se tomó de un trago el contenido de la botellita redondeada y se estremeció.

—No es veneno, ¿verdad? —dijo Harry con voz anhelante.

—No... pero parece hielo.

—Rápido, vete, antes de que se termine el efecto.

—Buena suerte... ten cuidado...

—¡VETE!

Hermione giró en redondo y pasó directamente a través del fuego púrpura.

Harry respiró profundamente y cogió la más pequeña de las botellas. Se enfrentó a las llamas negras.

—Allá voy —dijo, y se bebió el contenido de un trago.

Era realmente como si tragara hielo. Dejó la botella y fue hacia delante. Se dio ánimo al ver que las llamas negras lamían su cuerpo pero no lo quemaban. Durante un momento no pudo ver más que fuego oscuro. Luego se encontró al otro lado, en la última habitación.

Ya había alguien allí. Pero no era Snape. Y tampoco era Voldemort.


17


El hombre con dos caras

Era Quirrell.

—¡Usted! —exclamó Harry.

Quirrell sonrió. Su rostro no tenía ni sombra del tic.

—Yo —dijo con calma— me preguntaba si me iba a encontrar contigo aquí, Potter.

—Pero yo pensé... Snape...

—¿Severus? —Quirrell rió, y no fue con su habitual sonido tembloroso y entrecortado, sino con una risa fría y aguda—. Sí, Severus parecía ser el indicado, ¿no?


Fue muy útil tenerlo dando vueltas como un murciélago enorme. Al lado de él ¿quién iba a sospechar del po-pobre tar-tamudo p-profesor Quirrell?

Harry no podía aceptarlo. Aquello no podía ser verdad, no podía ser.

—¡Pero Snape trató de matarme!

—No, no, no. Yo traté de matarte. Tu amiga, la señorita Granger, accidentalmente me atropelló cuando corría a prenderle fuego a Snape, en ese partido de quidditch. Y

rompió el contacto visual que yo tenía contigo. Unos segundos más y te habría hecho caer de esa escoba. Y ya lo habría conseguido, si Snape no hubiera estado murmurando un contramaleficio, tratando de salvarte.

—¿Snape trataba de salvarme a mí?

—Por supuesto —dijo fríamente Quirrell—. ¿Por qué crees que quiso ser árbitro en el siguiente partido? Estaba tratando de asegurarse de que yo no pudiera hacerlo otra vez. Gracioso, en realidad... no necesitaba molestarse. No podía hacer nada con Dumbledore mirando. Todos los otros profesores creyeron que Snape trataba de impedir que Gryffindor ganase, se ha hecho muy impopular... Y qué pérdida de tiempo cuando, después de todo eso, voy a matarte esta noche.

Quirrell chasqueó los dedos. Unas sogas cayeron del aire y se enroscaron en el cuerpo de Harry, sujetándolo con fuerza.

—Eres demasiado molesto para vivir, Potter. Deslizándote por el colegio, como en Halloween, porque me descubriste cuando iba a ver qué era lo que vigilaba la Piedra.

—¿Usted fue el que dejó entrar al trol?

—Claro. Yo tengo un don especial con esos monstruos. ¿No viste lo que le hice al que estaba en la otra habitación? Desgraciadamente, cuando todos andaban corriendo por ahí para buscarte, Snape, que ya sospechaba de mí, fue directamente al tercer piso para ganarme de mano, y no sólo hizo que mi monstruo no pudiera matarte, sino que ese perro de tres cabezas no mordió la pierna de Snape de la manera en que debería haberlo hecho...

Hizo una pausa:

—Ahora, espera tranquilo, Potter. Necesito examinar este interesante espejo.

De pronto, Harry vio lo que estaba detrás de Quirrell. Era el espejo de Oesed.

—Este espejo es la llave para poder encontrar la Piedra —murmuró Quirrell, dando golpecitos alrededor del marco—. Era de esperar que Dumbledore hiciera algo así...

pero él está en Londres... Cuando pueda volver, yo ya estaré muy lejos.

Lo único que se le ocurrió a Harry fue tratar de que Quirrell siguiera hablando y dejara de concentrarse en el espejo.

—Lo vi a usted y a Snape en el bosque... —dijo de golpe.

—Sí —dijo Quirrell, sin darle importancia, paseando alrededor del espejo para ver la parte posterior—. Me estaba siguiendo, tratando de averiguar hasta dónde había llegado. Siempre había sospechado de mí. Trató de asustarme... Como si pudiera, cuando yo tengo a lord Voldemort de mi lado...

Quirrell salió de detrás del espejo y se miró en él con enfado.

—Veo la Piedra... se la presento a mi maestro... pero ¿dónde está?

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