—Sí... —dijo Dumbledore, con aire soñador—. Es curiosa la forma en que funciona la mente de la gente, ¿no es cierto? El profesor Snape no podía soportar estar en deuda con tu padre... Creo que se esforzó tanto para protegerte este año porque sentía que así estaría en paz con él. Así podría seguir odiando la memoria de tu padre, en paz...
Harry trató de entenderlo, pero le hacía doler la cabeza, así que lo dejó.
—
Y señor, hay una cosa más...—¿Sólo una?
—¿Cómo pude hacer que la Piedra saliera del espejo?
—Ah, bueno, me alegro de que me preguntes eso. Fue una de mis más brillantes ideas y, entre tú y yo, eso es decir mucho. Sabes, sólo alguien que quisiera encontrar la Piedra, encontrarla, pero no utilizarla, sería capaz de conseguirla. De otra forma, se verían haciendo oro o bebiendo el Elixir de la Vida. Mi mente me sorprende hasta a mí mismo... Bueno, suficientes preguntas. Te sugiero que comiences a comer esas golosinas. Ah, las grageas de todos los sabores. En mi juventud tuve la mala suerte de encontrar una con gusto a vómito y, desde entonces, me temo que dejaron de gustarme.
Pero creo que no tendré problema con esta bonita gragea, ¿no te parece?
Sonrió y se metió en la boca una gragea de color dorado. Luego se atragantó y dijo:
—¡Ay de mí! ¡Cera del oído!
La señora Pomfrey era una mujer buena, pero muy estricta.
—Sólo cinco minutos —suplicó Harry
—Ni hablar.
—Usted dejó entrar al profesor Dumbledore...
—Bueno, por supuesto, es el director, es muy diferente. Necesitas descansar.
—Estoy descansando, mire, acostado y todo lo demás. Oh, vamos, señora Pomfrey..
—Oh, está bien —dijo—. Pero sólo cinco minutos.
Y dejó entrar a Ron y Hermione.
—¡Harry!
Hermione parecía lista para lanzarse en sus brazos, pero Harry se alegró de que se contuviera, porque le dolía la cabeza.
—Oh, Harry; estábamos seguros de que te... Dumbledore estaba tan preocupado...
—Todo el colegio habla de ello —dijo Ron—. ¿Qué es lo que realmente pasó?
Fue una de esas raras ocasiones en que la verdadera historia era aún más extraña y apasionante que los más extraños rumores. Harry les contó todo: Quirrell, el espejo, la Piedra y Voldemort. Ron y Hermione eran muy buen público, jadeaban en los momentos apropiados y, cuando Harry les dijo lo que había debajo del turbante de Quirrell, Hermione gritó muy fuerte.
—¿Entonces la Piedra no existe? —dijo por ultimo Ron—. ¿Flamel morirá?
—Eso es lo que yo dije, pero Dumbledore piensa que... ¿cómo era? Ah, sí: «Para las mentes bien organizadas, la muerte es la siguiente gran aventura».
—Siempre dije que era un chiflado —dijo Ron, muy impresionado por lo loco que estaba su héroe.
—¿Y qué os pasó a vosotros dos? —preguntó Harry.
—Bueno, yo volví —dijo Hermione—, desperté a Ron (tardé un rato largo) y, cuando íbamos a la lechucería para comunicarnos con Dumbledore, lo encontramos en el vestíbulo de entrada, y él ya lo sabía, porque nos dijo: «Harry se fue a buscarlo,
¿no?», y subió al tercer piso.
—¿Crees que él quería que lo hicieras? —dijo Ron—. ¿Enviándote la capa de tu padre y todo eso?
—Bueno —estalló Hermione—. Si lo hizo... eso es terrible... te podían haber matado.
—No, no fue así —dijo Harry con aire pensativo—. Dumbledore es un hombre muy especial. Yo creo que quería darme una oportunidad. Creo que él sabe, más o menos, todo lo que sucede aquí. Acepto que debía de saber lo que íbamos a intentar y, en lugar de detenernos, nos enseñó lo suficiente para ayudarnos. No creo que fuera por accidente que me dejó encontrar el espejo y ver cómo funcionaba. Es casi como si él pensara que yo tenía derecho a enfrentarme a Voldemort, si podía...
—Bueno, sí, está bien —dijo Ron—. Escucha, debes estar levantado para mañana, es la fiesta de fin de curso. Ya están todos los puntos y Slytherin ganó, por supuesto. Te perdiste el último partido de
En aquel momento, entró la señora Pomfrey
—Ya habéis estado quince minutos, ahora FUERA—dijo con severidad.
Después de una buena noche de sueño, Harry se sintió casi bien.
—Quiero ir a la fiesta —dijo a la señora Pomfrey, mientras ella le ordenaba todas las cajas de golosinas—. Podré ir, ¿verdad?
—El profesor Dumbledore dice que tienes permiso para ir —dijo con desdén, como si considerara que el profesor Dumbledore no se daba cuenta de lo peligrosas que eran las fiestas—. Y tienes otra visita.
—Oh, bien —dijo Harry—. ¿Quién es?
Mientras hablaba, entró Hagrid. Como siempre que estaba dentro de un lugar, Hagrid parecía demasiado grande. Se sentó cerca de Harry, lo miró y se puso a llorar.
—¡Todo... fue... por mi maldita culpa! —gimió, con la cara entre las manos—. Yo le dije al malvado cómo pasar ante