Pero el robot no regresó y ningún aparato pudo registrarlo. El cohete-explorador desapareció sin dejar huella.
— Aterricemos — decidió Stone.
— E intentemos llevar a cabo la tercera variante de nuestro plan — añadió Sinitsin.
— Está claro. Pero esto exige una preparación minuciosa.
5
La tercera expedición no se celebró en el día señalalado, ni tampoco pudo celebrarse porque los satélites habían desaparecido.
Al principio fue observado su alejamiento de la Tierra. Por primera vez, no cambiaron la velocidad al alcanzar el apogeo de su órbita. La espiral cada vez se hacía más ancha y llegó el momento cuando las señales, de por sí débiles, se «apagaron» por completo en las pantallas de los radares.
¿Cuál fue la causa de su marcha? ¿Sería a consecuencia de la persecución por las astronaves terrestres o que habrían cumplido el programa trazado de antemano?
Fue sugerido que los satélites no giraban todo el tiempo alrededor de la Tierra, sino que lo hacía periódicamente. Así se podía explicar que no hubieran sido hallados mucho antes. También era posible que se hubieran ido a su base para cargar energía.
Fuera lo que fuese, el hecho era que los exploradores de un mundo extraño habían abandonado el cielo de la Tierra temporalmente, y posiblemente, para siempre.
Pero ya era tarde si sus amos querían «borrar las huellas». En las manos de las personas se encontraba el hilo seguro que habría de conducirlos al mismo centro del secreto de los satélites.
El hilo lo formaban los resultados de las localizaciones. Esta vez triunfó el raciocinio de la Tierra sobre el de un mundo desconocido.
El análisis de las grabaciones de las instalaciones de radar de las tres naves, indicaba la dirección exacta de donde procedían las señales de radio o a donde iban dirigidas desde los satélites, lo cual también era posible.
Esta dirección era: Luna, región del cráter Tycho.
¡He aquí el lugar donde se encontraba el «dirigente» enigmático de los satélites! ¡He aquí de donde recibían las órdenes de sus amos o adonde enviaban la información obtenida!
¿Qué se encontraba allí? Un cerebro electrónico como pensaban todos o un representante vivo de otra humanidad, como pensaba Murátov.
Esto era necesario aclararlo lo antes posible.
Hacía tiempo que se realizaban investigaciones sistemáticas del eterno satélite de la Tierra. Pero todavía nadie había visitado todo el enorme espacio de la salvaje superficie lunar, aunque precisamente la región del cráter Tycho era bastante bien conocida, pues ahí estaba ubicada una de las bases lunares, se construía una pista de despegue para las astronaves e instalado un observatorio astronómico. En fin de cuentas, esta región estaba habitada.
Resultaba que durante muchos años las personas de la Tierra vivieron y trabajaron cerca de instalaciones traídas de otro planeta, en ve cindad con una base construida por otra civilización. E incluso no sospecharon que no tenían nada más que «alargar la mano», y se descubrirían los seductores secretos de un mundo extraño.
¿Por qué estos secretos hasta ahora no habían sido descubiertos? Probablemente por que se encontraban debajo de la superficie lunar, ocultos en la profundidad del cráter.
Esto correspondía completamente al «estilo» de aquellos que enviaron sus exploradores hacia la Tierra. Hicieron todo lo posible para que las personas no pudieran hallar a sus mensajeros; y como es natural ocultaron también escrupulosamente su base.
Pero, si la situación de esta base era conocida, sólo era cuestión de tiempo y posiblemente de paciencia y tenacidad el encontrarla.
La curiosidad de la opinión pública creció hasta el extremo. El Instituto de cosmonáutica fue virtualmente inundado de innumerables cartas y radiogramas que contenían sólo una exigencia: enviar inmediatamente una expedición especial y encontrar la base.
Los dirigentes del servicio cósmico no estaban dispuestos a demorar el asunto aunque no hubieran existido estas cartas. Era necesario golpear el hierro en caliente. Si los dos satélites se marcharon al ser encontrados, entonces la base también podía haber dejado de existir por la misma causa. Hacer conjeturas era inútil. Nadie podía saber el nivel de la técnica del planeta desconocido.
La preparación se realizaba a toda marcha.
De una forma completamente inesperada corrió por el mundo otra noticia sensacional.
De nuevo resonaron por toda la Tierra los nombres de dos modestos científicos, que ya una vez habían obligado a todos a hablar de ellos.
A Sinitsin y Murátov les vino a la cabeza una idea que parecía sencilla, pero que resultó muy valiosa: comprobar a dónde conduce la espiral por la que se alejaron de la Tierra los dos satélites exploradores.
Era fácil aclarar por qué fueron ellos los que plantearon esta cuestión. Los dos trataron de cerca el secreto de los satélites, y naturalmente sus pensamientos todo el tiempo giraban alrededor de este secreto. No podían pensar en otra cosa.