Читаем La Isla de los Jacintos Cortados полностью

Pues vuelvo a lo de aquella tarde, aunque ya en mi despacho, y a la angustia con que me preguntabas si el mamotreto de Claire sería un disparate formidable, la obra de un cerebro perturbado, si no la burla imponente que se engendra en la frustración. Me daba pena ver cómo perdías por momentos la confianza, no ya en el que ha sido tu maestro, el que te ha dirigido una tesis por todos alabada, sino ante todo en ti misma, en tu capacidad para discernir de las pruebas y de los razonamientos. La puerta del despacho de Claire queda vecina con la mía: te sugerí que fueses en busca del texto con el fin de examinar conjuntamente algunos pasajes discutidos, y lo que encontraste fue un mazo de galeradas, ese capítulo en el que se cotejan, no tanto en su contenido como en su escritura, ciertas páginas de Chateaubriand, de Metternich y de Vigny. En las primeras se narra y califica la muerte del duque de Enghien; por las segundas conocemos la entrevista de Dresde; en cuanto a las del poeta romántico, se imagina en ellas lo acontecido entre el Corso y el papa prisionero: son éstas, precisamente, las que sirven a Claire de fundamento para la exposición de su punto de partida metodológico, es a saber, que, con los mismos medios lingüísticos, la narración, la descripción de lo ficticio, se lleva a cabo por procedimientos sustancialmente distintos de los usados cuando se narra, cuando se describe la verdad de un suceso. Es así que Chateaubriand y Metternich describen o narran por los mismos procedimientos, con los mismos instrumentos que Vigny; luego el contenido de sus relatos es igualmente imaginario. Con ese metro riguroso, reducido a media docena de principios, mide Claire varios cientos de obras históricas concernientes a Bonaparte, y de modo deslumbrante por su peso y su lógica, va mostrando la verdad y la mentira de lo que se relata hasta dejar bien clara la falsedad de todas las referencias a Napoleón examinadas, las cuales, además, clasifica como de origen o fuente francesa (Chateaubriand), alemana (Metternich), e inglesa (¿quién?). Confío en que algún día el método de Claire, esa multiplicidad de técnicas por primera vez manejadas en la investigación histórica, llegará a ser usual, y que algún día habrá asimismo envejecido y tendrá que ser superada; hoy es tan abrupta su novedad, es tan desafiante, que no me extraña la repulsa con que fue recibida y la chacota general con que los más manifiestan su personal e irreparable rutina. Aquella noche, Ariadna -tú leías- fuimos progresivamente ganados por un discurso de estructura rigurosamente matemática y por una palabra de expresión rigurosamente poética, de modo que el resultado fue la más perfecta embriaguez, la más inconcebible, de la inteligencia y de la sensibilidad. Reconozco que llegó a importarme un bledo lo que se debatía: si Napoleón fue algo más que una palabra favorecida, acunada, amamantada por la necesidad política.

Una vez le pregunté a Claire, a raíz de los primeros acontecimientos, que cómo se le había ocurrido la idea, o cuál había sido el camino que le llevara hasta ella, y lo que me respondió no dejó de chocarme: como que oí palabras a causa de las cuales a lo mejor nosotros dos, quiero decir tú y yo, estamos ahora en la Isla, y salvo esos días en que mis cursos me llevan a acompañarte por las mañanas y a regresar contigo en los atardeceres, te espero a la hora del crepúsculo como voy a hacer ahora, y consumo un pitillo tras otro hasta que escucho tu bocina; te contemplo después mientras parqueas, y cómo agitas la mano al descubrirme, afectando sorpresa: sabes de sobra que te aguardo; y después te embarcas y conduces el bote hasta una mano que te ayuda a saltar y una mejilla que recibe tu beso. «Hoy no has tenido carta. Me preguntó por ti Natalia, la ucraniana. Dentro de dos días, a las seis de la tarde, hay reunión del departamento: me encargó Olga que no te olvides de asistir. Hoy apenas comí: me tomé sólo un sandwich en la cafetería y regresé al despacho de Claire porque me mandó recado de que a las dos y media me llamaría.» «¿Te dijo dónde está?» «Por fin no telefoneó. Estoy preocupada.»

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