El estrecho panel de la derecha se apagó: el canal había conectado con el puesto de recepción del sputnik. Y acto seguido se iluminó la pantalla de nacarados reflejos y marco de oro. En su centro, apareció una figura, fantásticamente ampliada, que fue adquiriendo mayor nitidez y sonrió con su enorme bocaza. Gur Gan, observador del sputnik « diario », tenía en la pantalla el aspecto de uno de esos gigantones de los cuentos. Saludó alegremente con una inclinación de cabeza y, tendiendo la mano, de tres metros de largo, conectó toda la red de estaciones exteriores de nuestro planeta, que quedaron unidas en un circuito único por la fuerza enviada desde la Tierra. Los ojos sensibles de los receptores se tendieron hacia él desde todos los confines del Universo. La estrella roja mate de la constelación de Unicornio — cuyos planetas habían lanzado recientemente una llamada — era más fácil de localizar desde el sputnik 57, y Gur Gan enlazó con él. La ligazón invisible entre la Tierra y otro cuerpo celeste no podía durar más de tres cuartos de hora. No había que perder ni un minuto de aquel tiempo precioso.
A una señal de Dar Veter, Veda Kong se puso ante la pantalla, sobre un disco de metal que brillaba con azules fulgores. Rayos invisibles caían en potente cascada acentuando el matiz de la piel, tostada por el sol. Las máquinas electrónicas que habían de traducir las palabras de Veda al idioma del Gran Circuito se pusieron en marcha silenciosamente.
Trece años más tarde los receptores del planeta de la estrella roja mate recogerían las ondas emitidas, grabándolas con los símbolos universales que las máquinas electrónicas de traducir — si allí se hablaba — convertirían en sonidos de aquella lengua extraña.
« Lástima que nuestros lejanos oyentes no puedan escuchar la voz sonora y dulce de la mujer terrestre — pensaba Dar Veter — ni captar sus expresivas inflexiones. ¡Quién sabe cómo estarán constituidas sus orejas! El oído pude ser de diferentes tipos. En cambio la vista, auxiliada en todas partes por las ondas electromagnéticas que atraviesan la atmósfera, es casi igual en todo el Universo. Y ellos verán también a la encantadora Veda, arrebolada de emoción. » Dar Veter escuchaba la conferencia de Veda sin apartar los ojos de su pequeña oreja, medio oculta por un mechoncillo de suaves cabellos.
Veda Kong hablaba con claridad y concisión de los principales jalones de la historia de la humanidad; de los tiempos antiguos de ésta, de la desunión que reinaba entre los pueblos grandes y pequeños, desgarrados por los antagonismos económicos e ideológicos que dividían a sus países. Y lo iba exponiendo a grandes rasgos, brevemente.
Aquellas épocas se agrupaban bajo el nombre de Era del Mundo Desunido (EMD). Mas no era la enumeración de las guerras devastadoras, de los terribles sufrimientos o de los supuestos grandes estadistas — que llenaba los viejos libros de historia de los Antiguos Siglos, de los Siglos Sombríos o de los del Capitalismo — lo que interesaba a los hombres de la Era del Gran Circuito. Mucho más importante para ellos era la historia, llena de contradicciones, del desarrollo de las fuerzas productivas, junto con la formación de las ideas, del arte y de los conocimientos, los orígenes de la lucha espiritual por el verdadero hombre y la auténtica humanidad, así como la evolución de la necesidad de crear nuevos conceptos acerca del mundo y de las relaciones sociales, del deber, de los derechos y de la felicidad del ser humano, concepciones que habían hecho crecer y florecer en todo el planeta el poderoso árbol de la sociedad comunista.
En el último siglo de la EMD, llamado Siglo del Desgajamiento, los hombres habían comprendido al fin que todas sus desgracias provenían de un régimen social que se había ido formando espontáneamente, a partir de los tiempos de la barbarie, y que toda la fuerza y el porvenir de la humanidad estaban en el trabajo, en los esfuerzos conjuntos de millones de seres humanos liberados de la opresión, en la ciencia y en la restructuración de la vida sobre bases científicas. Se habían comprendido las leyes fundamentales del desarrollo de la sociedad, el curso dialécticamente contradictorio de la historia, la necesidad de inculcar una rigurosa disciplina social, tanto más importante cuanto más aumentaba la población del planeta.
La lucha entre las viejas ideas y las nuevas se agudizó en el Siglo del Desgajamiento y dio lugar a que todo el mundo se dividiese en dos campos — el de los Estados viejos, capitalistas, y el de los Estados nuevos, socialistas — con diferente estructuración económica. El descubrimiento en aquel tiempo de las primeras formas de energía atómica y la obstinación de los defensores del viejo mundo estuvieron a punto de llevar a la humanidad hasta la más espantosa catástrofe.