—No lo sé, y dudo que haya alguien que lo sepa. Puede que ni siquiera los propios dioses. —Dalamar clavó la ardiente mirada en Usha—. ¿Sabes lo que ocurrió? ¿Viste algo antes de partir?
—Nada. A no ser... un resplandor rojizo en el cielo. Como un fuego. Yo... supongo que era la magia...
Dalamar no añadió nada más ni prestó atención a la joven, que tuvo la precaución de mantener la boca cerrada y seguir medio enterrada entre cojines con la esperanza de no llamar más la atención sobre ella. El elfo oscuro paseó de un lado a otro de la estancia varias veces. Jenna lo observaba, preocupada y nerviosa. Tasslehoff ya no dormía apaciblemente, sino que rebullía en sueños. Por fin, Dalamar tomó una decisión.
—Convocaré al Cónclave para mañana. Debemos partir hacia Wayreth de inmediato.
—¿Qué estás pensando?
—Que esto no me gusta nada —contestó el hechicero con gesto sombrío—. El tiempo tan raro que hace, el terrible calor, la inusitada sequía y otros sucesos chocantes. Puede que ésta sea la respuesta.
—¿Qué harás con la chica y con el kender? ¿Llevarlos con nosotros?
—No. Ya nos ha dicho todo lo que sabe. Si se corre la voz entre el Cónclave de que la hija de Raistlin anda suelta por Ansalon, se desataría un tumulto. No conseguiríamos llegar a nada positivo. Es mejor dejarla aquí, a buen recaudo y sin que hable con nadie. Al kender, también. Es amigo de Caramon Majere y podría irle con el cuento.
Los dos hechiceros se dirigieron hacia la puerta.
—¡Esperad! —gritó Usha, poniéndose de pie de un brinco—. ¡No podéis dejarme aquí! ¡No me quedaré! ¡Empezaré a gritar y alguien me oirá!
Jenna se volvió y echó un puñado de arena sobe Usha. La joven parpadeó, se frotó los ojos, y sacudió la cabeza con gesto aturdido.
—Os digo que no me quedaré...
—Resiste al efecto mágico —observó Jenna—. Qué interesante. Me pregunto si lo conseguirá por sí misma o si la protege algún tipo de ensalmo o talismán...
—Sea cual sea el caso, ahora no tenemos tiempo para eso.
Dalamar chasqueó los dedos. Usha se tambaleó y se desplomó entre los cojines. Se le cerraron los ojos.
Se abrió una puerta a la escalera espiral que giraba en torno a la pared del hueco central de la Torre de la Alta Hechicería. Los estrechos peldaños de piedra conducían, hacia arriba, al laboratorio, donde nadie, ni siquiera el Amo de la Torre, podía entrar, y hacia abajo, a las habitaciones donde vivían y estudiaban los aprendices; y aún más abajo, a la Cámara de la Visión. Dalamar cerró la puerta y echó la llave, que era de plata.
—Eso no detendrá al kender —comentó Jenna—. Y el hechizo de sueño se habrá pasado antes de que hayamos vuelto.
—Cierto, puede que la cerradura no lo detenga, pero esto, sí.
El hechicero pronunció palabras en un lenguaje frío y complejo. A su orden, dos ojos transparentes, incorpóreos, se materializaron en la oscuridad del hueco interior de la torre, una oscuridad que jamás había conocido la luz. El espectro se acercó al mago.
—Me has llamado, maestro. ¿Qué ordenas?
—Vigila esta habitación y no dejes entrar ni salir a nadie. Si los dos que están dentro lo intentan, no les hagas daño. Simplemente impide que escapen.
—Eso dificulta mi tarea —dijo el espectro—, pero obedeceré tu orden, maestro.
Dalamar empezó a pronunciar las palabras del conjuro que los llevaría por los caminos de la magia hasta la distante Torre de la Alta Hechicería de Wayreth. Jenna no se acercó de inmediato a él, sino que se quedó inmóvil mirando la puerta, al espectro apostado en una guardia continua. El elfo oscuro interrumpió el hechizo.
—Vamos —instó, enfadado—. No tenemos tiempo que perder.
—¿Y si decía la verdad? —preguntó Jenna con voz queda—. Podría ser lo bastante poderosa para escapar incluso del espectro.
—Ni siquiera tuvo recursos para evitar que la atraparan por robar comida —replicó Dalamar, irritado—. O es excepcionalmente astuta o es una pobre necia mentirosa.
—¿Y por qué iba a mentir? ¿Qué puede ganar con pretender que es una hechicera? Tiene que saber que descubriríamos la verdad.
—Pero no la hemos descubierto, ¿verdad? Los irdas son listos, y su magia, poderosa. ¿Quién sabe lo que planean? Puede que la hayan enviado para espiar, y sabían que la única forma de entrar aquí era afirmando ser lo que no es. Lo descubriré cuando tenga tiempo para hablar con ella largo y tendido. Opino que miente, que tiene tan poco poder mágico como el kender. Aun así, si no te fías de mi criterio...
—Claro que sí, amor mío —dijo Jenna, que se apresuró a ir junto al hechicero. Echó la cabeza hacia atrás para que la besara—. Es de otras partes de ti de las que desconfío.
Dalamar la besó, condescendiente, aunque saltaba a la vista que tenía la cabeza en otras cosas más urgentes.
—Siempre te soy fiel, querida. A mi modo.
—Sí. —La mujer soltó un suspiro—. A tu modo. Lo sé.
Con las manos enlazadas, pronunciaron juntos el conjuro y desaparecieron en la oscuridad.