Sacudiendo a Talita, que se despertó indignada, Traveler le leyó la parte del militarismo y los dos tuvieron que meter la cabeza debajo de la almohada para no despertar a toda la clínica. Pero antes se pusieron de acuerdo en que la mayoría de los militares argentinos eran nacidos bajo el signo zodiacal Tauro. Tan borracho estaba Traveler, nacido bajo el signo zodiacal Escorpión, que se declaró dispuesto a apelar de inmediato a su condición de subteniente de la reserva a fin de que le permitieran hacer uso de disfraces adecuados por parte de militares.
– Organizaremos enormes fiestas de las de vendimia -decía Traveler, sacando la cabeza de debajo de la almohada y volviéndola a meter apenas terminaba la frase-. Vos vendrás con todas tus congéneres de la raza pampa, porque no hay la menor duda de que sos una pampa, o sea que estás formada por dos o más pintas.
– Yo soy blanca -dijo Talita-. Y es una lástima que vos no hayas nacido bajo el signo zodiacal Capricornio, porque me encantaría que fueras un espadachinero. O por lo menos un chasqui o un propio.
– Los chasquis son Acuario, che, Horacio es Cáncer, ¿no?
– Si no lo es, lo merece dijo Talita cerrando los ojos.
– Le toca modestamente la aviación. No hay más que imaginárselo piloteando un Bang-Bang de ésos y ya te lo está escrachando en la Confitería del Águila a la hora del té con masitas. Sería fatal.
Talita apagó la luz y se apretó un poco contra Traveler que sudaba y se retorcía, envuelto por diversos signos del zodíaco, corporaciones nacionales de agentes comisionados y minerales de aspecto amarillo.
– Horacio vio a la Maga esta noche -dijo Talita, como dormida-. La vio en el patio, hace dos horas, cuando vos estabas de guardia.
– Ah -dijo Traveler, tendiéndose de espaldas y buscando los cigarrillos sistema Braille-. Habría que meterlo entre los beatos guardadores de colecciones.
– La Maga era yo -dijo Talita, apretándose más contra Traveler-. No sé si te das cuenta.
– Más bien sí.
– Alguna vez tenía que ocurrir. Lo que me asombra es que se haya quedado tan sorprendido por la confusión.
– Oh, vos sabés, Horacio arma los líos y después los mira con el mismo aire de los cachorros cuando han hecho caca y se quedan contemplándola estupefactos.
– Yo creo que empezó el mismo día en que lo fuimos a buscar al puerto -dijo Talita-. No se puede explicar, porque ni siquiera me miró, y entre los dos me echaron como a un perro, con el gato abajo del brazo.
– Cría de animales no corpulentos -dijo Traveler.
– Me confundió con la Maga -insistió Talita-. Todo lo demás tenía que seguir como si lo enumerara Ceferino, una cosa detrás de la otra.