– Como una especie de baobab -dijo Oliveira- pero te voy a confiar un secreto, si jurás no decírselo a ningún otro francés. El ombú no es un árbol: es un yuyo.
– Ah, bueno, entonces no era tan grave.
– ¿Cómo se masturban los chicos franceses, che?
– No me acuerdo.
– Te acordás perfectamente. Nosotros allá tenemos sistemas formidables. Martillito, paragüita… ¿Captás? No puedo oír ciertos tangos sin acordarme cómo los tocaba mi tía, che.
– No veo la relación -dijo Etienne.
– Porque no ves el piano. Había un hueco entre el piano y la pared, y yo me escondía ahí para hacerme la paja. Mi tía tocaba
– No se silba en el hospital. Pero la tristeza se te siente lo mismo. Estás hecho un asco, Horacio.
– Yo me las busco, ñato. A rey muerto rey puesto. Si te crees que por una mujer… Ombú o mujer, todos son yuyos en el fondo, che.
– Barato -dijo Etienne-. Demasiado barato. Mal cine, diálogos pagados por centímetro, ya se sabe lo que es eso. Segundo piso, stop. Madame…
–
– Todavía no hemos encontrado la auscultación -le informó Oliveira.
– No sea estúpido -dijo la enfermera.
– Aprendé -dijo Etienne-. Mucho soñar con un pan que se queja, mucho joder a todo el mundo, y después ni siquiera te salen los chistes. ¿Por qué no te vas al campo un tiempo? De verdad tenés una cara para Soutine, hermano.
– En el fondo -dijo Oliveira- a vos lo que te revienta es que te haya ido a sacar de entre tus pajas cromáticas, tu cincuenta puntos cotidiano, y que la solidaridad te obligue a vagar conmigo por París al otro día del entierro. Amigo triste, hay que distraerlo. Amigo telefonea, hay que resignarse. Amigo habla de hospital, y bueno, vamos.
– Para decirte la verdad -dijo Etienne- cada vez se me importa menos de vos. Con quien yo debería estar paseando es con la pobre Lucía. Esa sí lo necesita.
– Error -dijo Oliveira, sentándose en un banco-. La Maga tiene a Ossip, tiene distracciones, Hugo Wolf, esas cosas. En el fondo la Maga tiene una vida personal, aunque me haya llevado tiempo darme cuenta. En cambio yo estoy vacío, una libertad enorme para soñar y andar por ahí, todos los juguetes rotos, ningún problema. Dame fuego.
– No se puede fumar en el hospital.
–
– La sala Chauffard está ahí -dijo Etienne-. No nos vamos a quedar todo el día en este banco.
– Esperá que termine el pitillo.
BIOGRAFIA
Julio Cortázar (Argentina, 1914-1984)
Escritor argentino que fue un renovador del género narrativo, especialmente del cuento breve, tanto en la estructura como en el uso del lenguaje. Aunque nació en Bruselas, vivió en París la mayor parte de su vida -ciudad en la que murió- y en 1981 se nacionalizó francés, como protesta ante la toma del poder de las diferentes juntas militares en Argentina, es un autor argentino plenamente integrado en la literatura hispanoamericana.
Nació en Bruselas, pero sus padres se trasladaron pronto a Buenos Aires. Estudió en la Escuela Normal de Profesores y fue profesor de Lengua y Literatura francesa en varios institutos de la provincia de Buenos Aires, y más tarde en la Universidad de Cuyo. En 1951 consiguió una beca para realizar estudios en París y ya en esta ciudad pasó a ser traductor de la UNESCO, trabajo que desempeñó hasta su jubilación. Un rasgo importante de su vida es que a raíz de un viaje que realizó a Cuba, invitado por Fidel Castro, se convirtió en gran defensor y divulgador de la causa revolucionaria cubana, como años más tarde haría con la Nicaragua sandinista. Mantuvo, a lo largo de su vida, un compromiso político activo, sobre todo en defensa de los derechos humanos. Formó parte del Tribunal Russell II que, en 1973, juzgó en Roma los crímenes llevados a cabo por las dictaduras latinoamericanas. Resultado de esta actividad fue su libro Dossier Chile: el libro negro.