– Ni un opus cualquier cosa de Schoenberg -dijo Ronald-. ¿Por qué me lo pediste? Aparte de inteligencia te falta caridad. ¿Alguna vez tuviste los zapatos metidos en el agua a medianoche? Jelly Roll sí, se ve cuando canta, es algo que se sabe, viejo.
– Yo pinto mejor con los pies secos -dijo Etienne-. Y no me vengas con argumentos de la Salvation Army. Mejor harías en poner algo más inteligente, como esos solos de Sonny Rollins. Por lo menos los tipos de la West Coast hacen pensar en Jackson Pollock o en Tobey, se ve que ya han salido de la edad de la pianola y la caja de acuarelas.
– Es capaz de creer en el progreso del arte dijo Oliveira, bostezando-. No le hagás caso, Ronald, con la mano libre que te queda sacó el disquito del
– Lo del progreso en el arte son tonterías archisabidas -dijo Etienne-. Pero en el jazz como en cualquier arte hay siempre un montón de chantajistas. Una cosa es la música que puede traducirse en emoción y otra la emoción que pretende pasar por música. Dolor paterno en fa sostenido, carcajada sarcástica en amarillo, violeta y negro. No, hijo, el arte empieza más acá o más allá, pero no es nunca eso.