JULIETA.-
¡Válgame Dios! ¿Conque Romeo derramó la sangre de Teobaldo? ¡Alma de sierpe, oculta bajo capa de flores! ¿Qué dragón tuvo jamás tan espléndida gruta? Hermoso tirano, demonio angelical, cuervo con plumas de paloma, cordero rapaz como lobo, materia vil de forma celeste, santo maldito, honrado criminal, ¿en qué pensabas, naturaleza de los infiernos, cuando encerraste en el paraíso de ese cuerpo el alma de un condenado? ¿Por qué encuadernaste tan bellamente un libro de tan perversa lectura? ¿Cómo en tan magnífico palacio pudo habitar la traición y el dolor?AMA.-
Los hombres son todos unos. No hay en ellos verdad, ni fe, ni constancia. Malvados, pérfidos, trapaceros… ¿Dónde está mi escudero? Dame unas gotas de licor. Con tantas penas voy a envejecer antes de tiempo. ¡Qué afrenta para Romeo!JULIETA.-
¡Maldita la lengua que tal palabra osó decir! En la noble cabeza de Romeo no es posible deshonra. En su frente reina el honor como soberano monarca. ¡Qué necia yo que antes decía mal de él!AMA.-
¿Cómo puedes disculpar al que mató a tu primo?JULIETA.-
¿Y cómo he de decir mal de quien es mi esposo? Mató a mi primo, porque si no, mi primo le hubiera matado a él. ¡Atrás, lágrimas mías, tributo que erradamente ofrecí al dolor, en vez de ofrecerle al gozo! Vive mi esposo, a quien querían dar muerte, y su matador yace por tierra. ¿A qué es el llanto? Pero creo haberte oído otra palabra que me angustia mucho más que la muerte de Teobaldo. En vano me esfuerzo por olvidarla. Ella pesa sobre mi conciencia, como puede pesar en el alma de un culpable el remordimiento. Tú dijiste que Teobaldo había sido muerto y Romeo desterrado. Esta palabra desterrado me pesa más que la muerte de diez mil Teobaldos. ¡No bastaba con la muerte de Teobaldo, o es que las penas se deleitan con la compañía y nunca vienen solas! ¿Por qué cuando dijiste: “ha muerto Teobaldo” no añadiste: “tu padre o tu madre, o los dos”? Aun entonces no hubiera sido mayor mi pena. ¡Pero decir: Romeo desterrado! Esta palabra basta a causar la muerte a mi padre y a mi madre, y a Romeo y a Julieta. “¡Desterrado Romeo!” Dime, ¿podrá encontrarse término o límite a la profundidad de este abismo? ¿Dónde están mi padre y mi madre? Dímelo.AMA.-
Llorando sobre el cadáver de Teobaldo. ¿Quieres que te acompañe allá?JULIETA.-
Ellos con su llanto enjugarán las heridas. Yo entre tanto lloraré por el destierro de Romeo. Toma tú esa escalera, a quien su ausencia priva de su dulce objeto. Ella debía haber sido camino para mi lecho nupcial. Pero yo moriré virgen y casada. ¡Adiós, escala de cuerda! ¡Adiós, nodriza! Me espera el tálamo de la muerte.AMA.-
Retírate a tu aposento. Voy a buscar a Romeo sin pérdida de tiempo. Está escondido en la celda de fray Lorenzo. Esta noche vendrá a verte.JULIETA.-
Dale en nombre mío esta sortija, y dile que quiero oír su postrera despedida.ESCENA TERCERA
Celda de Fray Lorenzo
(FRAY LORENZO y ROMEO)
FRAY LORENZO.-
Ven, pobre Romeo. La desgracia se ha enamorado de ti, y el dolor se ha desposado contigo.ROMEO.-
Decidme, padre. ¿Qué es lo que manda el Príncipe? ¿Hay alguna pena nueva que yo no haya sentido?FRAY LORENZO.-
Te traigo la sentencia del Príncipe.ROMEO.-
¿Y cómo ha de ser si no es de muerte?FRAY LORENZO.-
No. Es algo menos dura. No es de muerte sino de destierro.ROMEO.-
¡De destierro! Clemencia. Decid de muerte. El destierro me infunde más temor que la muerte. No me habléis de destierro.FRAY LORENZO.-
Te manda salir de Verona, pero no temas: ancho es el mundo.ROMEO.-
Fuera de Verona no hay mundo, sino purgatorio, infierno y desesperación. Desterrarme de Verona es como desterrarme de la Tierra. Lo mismo da que digáis muerte que destierro. Con un hacha de oro cortáis mi cabeza y luego os reís del golpe mortal.FRAY LORENZO.-
¡Oh, que negro pecado es la ingratitud! Tu crimen merecía muerte, pero la indulgencia del Príncipe trueca la muerte en destierro, y aún no se lo agradeces.ROMEO.-
Tal clemencia es crueldad. El cielo está aquí donde vive Julieta. Un perro, un ratón, un gato pueden vivir en este cielo y verla. Sólo Romeo no puede. Mas prez, más gloria, más felicidad tiene una mosca o un tábano inmundo que Romeo. Ellos pueden tocar aquella blanca y maravillosa mano de Julieta, o posarse en sus benditos labios, en esos labios tan llenos de virginal modestia que juzgan pecado el tocarse. No lo hará Romeo. Le mandan volar y tiene envidia de las moscas que vuelan. ¿Por qué decís que el destierro no es la muerte? ¿No teníais algún veneno sutil, algún hierro aguzado que me diese la muerte más pronto que esa vil palabra “desterrado”? Eso es lo que en el infierno se dicen unos a otros los condenados. ¿Y tu, sacerdote, confesor mío y mi amigo mejor, eres el que viene a matarme con esa palabra?FRAY LORENZO.-
Oye, joven loco y apasionado.