Читаем Temor Frío полностью

– Puede que lo sea -dijo Sara, cogiéndole la mano-. Es posible… No lo sé. Pero ésta no es la manera de romper con ella.

Él bajó la mirada hacia las manos de ambos.

– Me engañó -le explicó ella.

– Entonces es un idiota.

– Sí -dijo Sara-. A veces lo es, pero lo que intento decirte es que sé lo que es sentirse engañado, y no quiero ser responsable de que nadie se sienta así.

– Pagar con la misma moneda no es jugar sucio.

– No se trata de un juego -le recordó Sara-. Todavía sigues casado, vivas en el Holiday Inn o no.

Mason asintió.

– Tienes razón.

Sara no había esperado que capitulara tan fácilmente, porque estaba acostumbrada a la empecinada terquedad de Jeffrey, y no a la despreocupada calma de Mason. Entonces se acordó de por qué había sido tan fácil dejar a Mason, al igual que todo lo que había dejado en Atlanta. No había química entre ellos. Mason nunca había tenido que luchar por nada en la vida. Hasta pensó que, más que desearla por sí misma, la deseaba porque era lo que tenía a mano.

– Voy a ver cómo está Tessa -dijo ella.

– ¿Y si te llamo?

Si él lo hubiera expresado de otra manera, a lo mejor ella hubiera dicho que sí. Por lo que lo que le contestó fue:

– Mejor que no.

– Muy bien -dijo Mason, ofreciéndole una de sus sonrisas fáciles.

Sara se puso en pie para marcharse, y él no dijo nada hasta que ella no estuvo a mitad de camino de la puerta.

– ¿Sara? -Mason esperó a que ella se volviera. Le vio reclinado en el sofá, el brazo aún extendido sobre el respaldo, las piernas cómodamente cruzadas-. Diles a tus padres que se cuiden, de mi parte.

– Lo haré -dijo Sara, y cerró la puerta.


Sara estaba junto a la ventana de la habitación de su hermana, observando cómo el tráfico avanzaba lentamente hacia la ronda que llevaba al centro. La respiración regular de Tessa a su espalda era la música más dulce que Sara había oído nunca. Cada vez que miraba a su hermana, Sara tenía que hacer un enorme esfuerzo para no meterse en la cama con ella, cogerle la mano y decirle que estaba a salvo.

Cathy entró en la habitación con una taza de té en cada mano. Sara se acordó de cuando su hermana salió del Dairy Queen con una tarrina de helado cubierto de chocolate en cada mano, no hacía ni una semana, de un humor de perros. Sara se aferró a ese momento con tanta intensidad que casi lo saboreó.

– ¿Papá está bien? -preguntó Sara.

Cuando ella les contó lo de Richard Carter, su padre no pudo soportarlo, y se fue antes de que Sara terminara su relato.

– Está al final del pasillo -dijo Cathy, sin responder a su pregunta.

Sara bebió un sorbo de té y puso mala cara.

– Está fuerte -dijo Cathy-. ¿Jeffrey llegará pronto?

– Debe de estar a punto de llegar.

Cathy acarició el cabello a Tessa.

– Recuerdo que cuando erais bebés os miraba dormir.

A Sara le encantaba oír a su madre hablarle de cuando eran pequeñas, pero ahora tenía una sensación tan nítida del paso del tiempo que le resultaba penoso escucharla.

– ¿Cómo está Jeffrey? -preguntó Cathy.

Sara tomó un sorbo de su té amargo.

– Bien.

– Esto ha sido muy duro para él -dijo Cathy, sacando un tubo de crema para manos de su bolso-. Siempre fue como un hermano mayor para Tessa.

Sara nunca lo había considerado, pero era cierto. Si ella había estado aterrada durante el incidente del bosque, Jeffrey estaba igual de asustado.

– Empiezo a comprender por qué ya no estás furiosa con él -dijo Cathy mientras le ponía crema a Tessa en las manos-. ¿Recuerdas aquella vez que se fue en coche a Florida para ir a buscarla?

Sara soltó una carcajada, sobre todo porque le sorprendía haber olvidado la historia. Años atrás, en unas vacaciones de primavera de la facultad, el coche de Tessa quedó totalmente destrozado tras chocar contra un camión robado que transportaba cervezas, y Jeffrey condujo hasta Panama City en plena noche para hablar con los policías de la localidad y recogerla.

– Tessa no quería que tu padre fuera a buscarla -dijo Cathy-. No quería ni que se lo mencionáramos.

– Papá se habría pasado el viaje repitiéndole: «Ya te lo había dicho» -le recordó Sara.

Eddie había dicho que sólo un idiota se llevaría un MG descapotable a Florida, donde había veinte mil universitarios borrachos.

– Bueno -dijo Cathy, frotando con la crema el brazo de Tessa-, tenía razón.

Sara sonrió, pero no hizo ningún comentario.

– Me alegrará ver a Jeffrey -dijo Cathy, más para sí que para Sara-. Tessa necesita oír de sus labios que todo ha acabado.

Sara sabía que era imposible que su madre supiera lo ocurrido entre ella y Mason James, pero se sintió como si la hubiera descubierto.

– ¿Qué? -preguntó Cathy, que siempre se daba cuenta cuándo pasaba algo.

Sara confesó enseguida, pues necesitaba desahogarse.

– He besado a Mason.

Cathy pareció perpleja.

– ¿Sólo besado?

– Mamá -dijo Sara, intentando disfrazar su vergüenza de indignación.

– ¿Y? -Cathy se echó más crema en la palma y se frotó las dos manos para calentarla-. ¿Qué tal?

– Al principio bien, pero luego… -Se llevó las dos manos a las mejillas, sintiendo el rubor.

– Pero ¿luego?

Перейти на страницу:

Похожие книги

Eagle Station
Eagle Station

In this thrilling geopolitical adventure from New York Times bestselling legend Dale Brown, Brad McLanahan and the Space Force must fight to preserve America's freedom when ruthless enemies forge an unlikely alliance to control not only the earth, but the moon and beyond.Because its enemies never stop trying to undermine the United States' security, the men and women who serve to protect America must always be vigilant. Few know this better than warriors Brad McLanahan and Nadia Rozek. Newly married, the two are just beginning to settle into their new life together when they are called back into action.Though the Russians were badly defeated by Brad and the Iron Wolf Squadron in their previous bid for world dominance, they are back and doubling down on their quest for control of outer space. In addition to their cutting-edge weaponry, they have a formidable new ally: China's energetic and ruthless leader, President Li Jun.To protect America and the rest of the free world from the Russians and the Chinese, the Americans plan to mine the moon's helium-3 resources, which will allow them to fully exploit the revolutionary fusion power technology Brad and his team captured from the Russians aboard the Mars One weapons platform.But Leonov and Li have devised a daring plan of their own. They are building a joint secret base on the moon's far side fortified with a powerful Russian plasma rail gun that can destroy any spacecraft entering lunar orbit. If the heavily armed base becomes operational, it will give America's enemies control over the world's economic and military future.As this latest skirmish in the war for space accelerates, Brad, Nadia, and their compatriots in the Space Force must use their cunning and skill — and America's own high-tech weaponry — to derail the Sino-Russian alliance and destroy their lunar site before it's too late for the U.S.… and the entire world.

Дейл Браун

Триллер