Las pasiones que ardían después de que el Frente Popular había ocupado el poder disonaban con la manera moderada del gobierno de realizar las reformas. La elita ideológica exaltaba y radicalizaba el estado del ánimo de las masas. Una sola posibilidad de que ganaran adversarios políticos se interpretaba como una catástrofe. La política moderada de los liberales no correspondía a la profundidad de la crisis social. La situación fue utilizada por militares profascistas para tratar de ocupar el poder y derrotar a la República. Aunque Franco y sus generales se indentificaban con el término muy polisemántico «nacionalistas», su ideología tenía un carácter fascista.
El intento de los militares de acabar con el gobierno de izquierda provocó una contraataque inmediata por parte de los sindicatos y los partidos socialistas. Hicieron mobilisarze a la sociedad y distribuir las armas al pueblo. El ejército republicano empezó a formarse como milicia, lo que aseguró el éxito inicial de los leales en un gran parte del país.
Tanto el motín como la lucha contra éste fue acompañado de terror. El terror de derecha fue sistemático, mientras tanto el de los republicanos y anarquistas tenía un carácter más espontáneo.
El soporte de los países del Eje ayudó a los rebeldes recuperarse del primer golpe sufrido en los días de julio. Y entonces fue evidente que la milicia republicana que llevaba ventaja al ejército en la confrontación urbana no era capáz de realizar las ataques ofensivas. El intento de la milicia de CNT de atacar Saragoza fracasó. En otras regiones donde el sistema miliciana no se apoyaba en una estructura sindical sólida en la retaguardia, la milicia falló también a organizar una resistencia adecuada a una ofensiva frontal del ejército.
El hecho de que el conflito ibérico hubiera llegado a ser internacional cogió de sorpresa a la diplomacia europea. Al principio parecía que el asunto se resolviera rápidamente por la victoria del revuelto o por su derrota. En vez de esto empezó una guerra duradera, que en un grado importante fue condicionado por la intervención extranjera. La actividad dipomática agitada alreredor de la tragedia española conduce a ciertos autores a la conclusión que el destino de España no se decidía en Madrid. Precisamente de tal impresión partían los «árbitros de los destinos» en Londres, París, Berlín y Roma. Pero los españoles luchando «barajaban las cartas» a la diplomacia europea. Si los republicanos hubieran fracasado a defender Madrid, no hubieron persistido en luchar hasta 1939, «la cuestión española» habría sido retirada del orden del día muy pronto. El destino de España se decidía no sólo en Madrid, pero y en Madrid también. A pesar de la opinión de varios políticos republicanos (incluído al Presidente Azaña), la guerra no era perdida desde el principio, además, los leales recibían la ayuda oportuna de la URSS, que hasta 1938 jundo con los Brigadas Internacionales equilibró el factor de la intervención fascista.
Por resistir al fascismo, España cambió la situación en Europa. Provocaba tensión entre el gobierno conservativo inglés y el de Francia, ideológicamente próxima a la República del Frente Popular. No obstante, los líderes del Frente Popular francés, asustados tanto por la revolución como por el fascismo, de hecho tracionaron a la República española. La guerra en España favoreció el acercamiento de Alemania y Italia, y ambos el Reino Unido y Francia estaban dispuestos a sacrificar a la República española para que Italia volviera a la Triple Entente. La política de pacificación, cuya cúspide fue el Tratado de Munich, fue probada primero en España en forma de así llamada política de no intervención. Por motivos tácticos la URSS participó en ésta. Al haberse asegurado de que los fascistas no habían terminado de soportar el revuelto, el gobierno soviético también inició a prestar ayuda a la República. Por causas ideológicas y de política exterior para la URSS era imprescindible que la República no fuera derrotada. La guerra española no fue sólo la primera guerra de gran escala contra el fascismo, también distraía la atención del Occidente, incluso de los nazis, a la destinación opuesta a las fronteras soviéticas.
Para la marcha de los eventos en la crítica segunda mitad de los 30 España también tenía una gran relevancia como polígono militar y político. España dió una experiencia militar y política inapreciable en tales cuestiones como el papel de la aviación y de la artillería (los tanques fueron menos efectivos), el balance del frente y la retaguardia, etc. Esta experiencia no fue considerada siempre, y en alguna parte dejó de corresponder al momento cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial y sus