La imagen era difusa y a veces difícil de interpretar, a pesar del color artificial utilizado que revelaba detalles que el ojo humano no hubiese podido detectar. En ella aparecía un paisaje aplanado del fondo marino que abarcaba 360 grados. A la izquierda se divisaban algas marinas, en el centro unas rocas y a la derecha otra vez algas. Aunque parecía una imagen fija, los números que iban cambiando en la parte inferior izquierda reflejaban el paso del tiempo; de vez en cuando la escena cambiaba bruscamente, cuando algún movimiento alteraba el tipo de información que se transmitía.
— Como podrán observar — dijo el comandante Varley al público invitado al Auditórium de Terra Nova—, no había ningún escorpio por aquí cuando llegamos, pero puede que notaran u oyeran la sacudida cuando aterrizó nuestro… bueno, nuestro paquete. Aquí llega nuestro primer investigador; ha tardado un minuto veinte segundos.
Ahora la imagen cambiaba de golpe cada 10 segundos, y en cada toma aparecían más escorpios.
— Me detendré en esta toma para que puedan estudiar los detalles — dijo el científico—. ¿Ven aquel escorpio de la derecha? Fíjense en su pinza izquierda, lleva cinco pulseras de metal y parece hallarse en una posición de autoridad, en las siguientes imágenes se puede ver claramente cómo los otros escorpios le dejan pasar; ahora está examinando el misterioso montón de trastos que acaba de caer de su cielo. Ésta es una buena toma, observen cómo utiliza las pinzas y la boca para palpar, usa una como instrumento defensivo y la otra como instrumento de precisión. Ahora está tirando del alambre, pero nuestro regalito es demasiado pesado para él, fíjense en su actitud, juraría que está impartiendo órdenes, aunque no hemos detectado ninguna señal; quizá sea subsónica; aquí viene otro compañero suyo.
La escena cambió bruscamente, cobrando una curiosa perspectiva.
— Allá vamos, nos están guiando. Tenía usted razón, doctor Kaldor, se dirigen hacia aquella cueva de la pirámide de piedra. El paquete es demasiado grande para que lo puedan introducir en ella. Por supuesto, todo ha salido tal como lo planeamos; ésta es la parte más interesante.
Se había pensado mucho el regalo para los escorpios. Aunque el paquete consistía en un montón de trastos, éstos habían sido cuidadosamente seleccionados. Había barras de metal, cobre, aluminio y plomo, tablas de madera, tubos y láminas; trozos de láminas de hierro, un espejo de metal y varios rollos de alambre de cobre de distintas medidas. Toda la masa pesaba alrededor de cien kilos y había sido muy bien sujeta de forma que sólo se pudiera mover como un todo. La bola espía estaba situada en una de las esquinas y se había atado con cuatro pequeños cables.
Los dos escorpios grandes empezaron a atacar con decisión a la masa compacta de trastos, al parecer con un plan preciso. Sus poderosas pinzas deshicieron rápidamente los cordeles que la sujetaban, y acto seguido apartaron los trozos de madera y plástico. Era evidente que sólo les interesaba el metal.
Al ver el espejo se detuvieron. Lo levantaron y se quedaron mirando su imagen reflejada en él, invisible, por supuesto, en la imagen acústica de la bola espía.
— Nos esperábamos que atacasen. Se puede organizar un buen combate poniendo un espejo en un estanque de peces. Quizá se identifica con su propia imagen. Esto parece indicar un buen nivel de inteligencia.
Los escorpios abandonaron el espejo y empezaron a arrastrar el resto de desechos al otro lado del fondo del mar. En las siguientes tomas, las imágenes eran muy confusas. Cuando se estabilizó de nuevo la imagen, ésta les mostró una escena completamente distinta.
— Tuvimos suerte. Todo salió tal y como lo planeamos. Se llevaron la pelota espía hasta aquella cueva vigilada. Pero no se trata de los aposentos reales de la Reina Escorpio, si es que existe una Reina Escorpio, lo cual dudo… ¿Tienes alguna otra teoría que añadir?
Se hizo un largo silencio mientras los asistentes estudiaban el extraño espectáculo. Entonces alguien señaló:
—¡Es un cuarto trastero!
— Pero debe tener alguna finalidad.
— Miren esto. Es un motor fueraborda de 10 kilowatios. ¡Alguien tiene que haberlo abandonado!
—¡Ahora sabemos quién ha estado robando las cadenas de nuestras anclas!
—¡Pero esto no tiene ningún sentido!
— Seguramente lo tiene para ellos.
Moses Kaldor tosió reclamando la atención. Era una estrategia que raramente le fallaba.