Rozó la copa de
Finalmente habló:
—Ettin Gwarha es más extraordinario de lo que yo pensaba. Puede mirarte y ver a un hombre. Cuando yo miro a Pérez Anna veo a una alienígena. No puedo ver más allá de las diferencias físicas: el cuerpo con sus raras proporciones, las extremidades que no se flexionan en los lugares adecuados, la piel parecida al cuero curtido, los ojos… —Se estremeció visiblemente y luego le miró fijamente—. Me consideraba liberal, Nicky. Pero no, soy tan estrecho de miras como un sucio granjero de la llanura de Eh. ¡Ay, Nicholas! ¡Me siento atrapado en mi propio ser!
»Y me siento solo. Te envidio, aunque la envidia no es una emoción que me guste. Te vi en el pasillo, hablando con Shal Kirin. Ése es un gran don, Nicky, mirar a la gente y encontrarla encantadora.
—No difundas ningún rumor desagradable, Mats. Quiero que Gwarha logre concentrarse en las negociaciones.
—¿Entonces no estás interesado en Kirin?
—Por el momento, no. Aunque la Diosa sabe que tiene un cuerpo maravilloso, y siempre me ha gustado esa clase de colorido, el pelaje blanco y las pequeñas zonas de piel oscura. En la tierra hay un árbol llamado abedul. En el invierno deja caer sus hojas, y su corteza es blanca y negra. Eso parece Kirin, un abedul en la nieve.
Matsehar pareció más triste que antes. Por supuesto, yo estaba furioso con él. Su reacción ante Anna me indicaba algo cerca de su reacción ante mí. Yo era otro monstruo, otro extraño.
Recordé una frase, pero no la pronuncié.
Matsehar, quería decir, el universo es muy grande, y la mayor parte de él es frío, oscuro y vacío; no es una buena idea ser demasiado quisquilloso con respecto a quién amar.
Pero la sabiduría de los mayores siempre resulta aburrida, y los problemas de Mats son sólo suyos. No tengo manera de ayudarlo, y uno nunca debería dar consejos cuando está enfadado.
Extendí la mano.
—Dame
Se puso de pie para entregarme el ordenador. Al hacerlo, volcó la copa.
La primera obra que vi, escrita por Eh Matsehar, fue
La obra presenta la forma moderna o ambigua, lo que significa que no es claramente una obra de héroe, ni una obra de mujeres, ni una obra de animales, ni ninguna otra cosa en especial.
Un guerrero que viaja ocupándose de asuntos de su linaje conoce a una mujer que fabrica ollas al costado de un camino. El guerrero es joven, orgulloso y próspero, y pertenece a un linaje (los Eh) cuyo poder se expande rápidamente. La mujer es vieja y está casi ciega. Ahora fabrica las ollas sirviéndose sólo del tacto. Y no utiliza más que un barniz de sal. Percibe la forma y la textura, pero ya no ve el color ni los dibujos con la suficiente claridad para aplicarlos. Si pertenece a algún linaje, no lo sabemos. Tal vez es una de esas mujeres que no soportan quedar incorporadas a otro linaje una vez que el suyo ha sido derrotado en la guerra, y se queda sola.
Las dos personas conversan: la mujer de la fabricación de ollas, de los problemas técnicos y de las dificultades de trabajar como lo hace ahora, anquilosada por la edad y ciega; el guerrero habla de las batallas en las que ha participado, del poder de su linaje, de sus ambiciones.
Poco a poco, el público empieza a sospechar que la mujer es una manifestación de la Diosa. Sin duda, uno se da cuenta de que el joven es un estúpido. La mujer le hace preguntas agudas y curiosas. Las preguntas vienen a ser: ¿qué crees que estás haciendo? Él no puede responder, salvo con las frases hechas de las antiguas obras de héroes y con una especie de codicia infantil.
Al final, la vieja le dice: «¿Por qué no dejas de lado esas armas y haces algo útil? ¡Fabrica una olla!»
El joven baja la vista, incapaz de seguir respondiendo. La obra concluye.
A Gwarha le pareció odiosa y salió con un par de oficiales superiores para emborracharse y quejarse del teatro moderno. Yo recorrí la estación a pie.
Al día siguiente busqué al autor y lo encontré en el Teatro del Cuerpo de Arte discutiendo con otro hombre que resultó ser el músico jefe. Alguien lo señaló: demasiado alto para un
—Ah —dijo, en una prolongada exhalación. Sus ojos azules se agrandaron; incluso las pupilas largas y estrechas parecieron dilatarse. Se volvió con movimientos torpes. Más tarde descubrí que en su infancia había estado enfermo: una infección del sistema nervioso central.