Читаем El corazon de la serpiente полностью

— Sigan contando — ordenó el capitán—. Arriba, a la izquierda, seis electrones, o sea carbono; a la derecha, siete, es decir, nitrógeno. Todo está más que claro. Trasmita a los de dentro que confeccionen un cuadro similar de nuestra atmósfera y nuestro metabolismo. Todo será igual, a excepción del núcleo central superior, que en vez de flúor, es oxígeno con sus ocho electrones. ¡Qué lastima!

Cuando los telurianos mostraron su cuadro observaron que la figura blanca delantera, parada en el puente de su navío, se tambaleaba y alzaba el brazo hacia la concha de la escafandra en un ademán muy claro para los hombres de la Tierra... Por lo visto, experimentaba emociones iguales, si no más profundas.

El capitán de la otra nave inclinóse sobre la barandilla de su puente e hizo un brusco movimiento con la mano, como si cortase algo en el vacío. Las espinas de su casco parecían querer clavarse en el Telurio que se encontraba a algunos metros más abajo de la nave blanca. Luego, el capitán levantó los dos brazos y fue bajándolos a cierta distancia el uno del otro, como si enseñase dos planos paralelos.

Mut Ang repitió este movimiento, y entonces el capitán de la nave blanca alzó una mano en señal de muda salutación, giró sobre los talones y desapareció en el negro boquete. Sus compañeros le siguieron.

— Retirémonos también nosotros — dijo Mut Ang, moviendo la palanca de descenso.

La escotilla se cerró sobre ellos antes de que Afra tuviese tiempo de contemplar el magnífico esplendor de las estrellas en la negrura del espacio, cosa que le producía especial deleite. Encendiéronse las luces de la cámara de la esclusa y empezó a oírse un leve resoplar de las bombas, primer indicio de que el aire había adquirido la densidad de la atmósfera terrena.

— ¿Vamos a levantar paredes aislantes y luego unir las galerías? — preguntó Yas Tin en cuanto se hubo desembarazado del casco.

— Sí — repuso Mut Ang—. Eso es lo que quería decirnos el capitán de aquella nave. Lo trágico está en que ellos no pueden existir sin flúor, un gas sumamente deletéreo para nosotros. En cambio nuestro oxígeno les produce a ellos un efecto letal. Muchos de nuestros materiales, pinturas y metales, que son indeteriorables en una atmósfera de oxígeno, pueden sufrir la acción corrosiva de la respiración de esos seres. En lugar de agua, ellos tienen ácido fluorhídrico, el mismo que, en nuestra Tierra, corroe el vidrio y ataca todos los siliciuros. Tendremos, pues, que alzar una pared transparente refractaria al efecto del oxígeno, y ellos, a su vez, deberán erigir una de sustancias resistentes al flúor. Bueno, vamos; no perdamos tiempo. Seguiremos discutiendo mientras hacen la pared.

El suelo azul opaco de la cámara de extinción, que separaba los camarotes de los tripulantes de la sala de máquinas del Telurio, se vio transformado en un laboratorio químico. Allí se fundió una gruesa plancha de un plástico de transparencia cristalina, para cuyo efecto utilizábanse unos componentes traídos de la Tierra, y luego se procedió a la cementación de la misma al calor de unos tapices especiales. Como se ve, un obstáculo inesperado había hecho imposible el contacto directo de los hombres de la Tierra con los llegados de otro planeta.

La nave blanca no daba señales de vida, a pesar de encontrarse bajo constante observación.

En la biblioteca del Telurio, el trabajo bullía. Los expedicionarios seleccionaban películas en relieve, grabaciones magnéticas de vistas de la Tierra, reproducciones de las mejores obras de arte. Preparábanse a toda prisa diagramas y cuadros gráficos de las funciones matemáticas, esquemas de la estructura cristalina de las sustancias más comunes de la Tierra, otros planetas y el Sol. Arreglaron una pantalla estereoscópica de grandes dimensiones, y en una funda refractaria al flúor metieron el aparato sonoro que reproducía la voz humana sin la más leve deformación.

Durante los breves intervalos para la comida y el descanso, los astronautas discutían sobre la extraña atmósfera que envolvía el planeta de donde habían llegado aquellos raros viajeros.

En el planeta desconocido el ciclo de transformación de las substancias debía ser parecido al de la Tierra donde aprovechando la energía radiada por el sol, habíase hecho posible la vida y la acumulación de energía en lucha contra la entropía. Un gas activo libre — fuera oxígeno, flúor o cualquier otro— podía acumularse en la atmósfera sólo como resultado de las funciones vitales de las plantas. La vida animal, incluida la humana, consumía el oxígeno o el flúor en combinación con el carbono, componente básico tanto de los animales como de las plantas.

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