Lo que Tertuliano Máximo Afonso le contó a la madre es que había conocido a una persona, un hombre, cuyas semejanzas con él llegaban a tal punto que quien no los conociese perfectamente los confundiría, que se había encontrado con él y que estaba arrepentido de haber dado ese paso, porque verse repetido, con pequeñas diferencias, en uno o dos auténticos hermanos gemelos todavía tiene un pase, puesto que todo queda en familia, pero no es lo mismo que estar enfrente de un extraño nunca visto antes y durante un instante sentir la duda de quién era uno y quién era otro, Estoy convencido de que tú, por lo menos a primera vista, no serías capaz de adivinar cuál de los dos era tu hijo, y si acertases sería pura casualidad, Aunque me trajesen aquí diez iguales que tú, vestidos de la misma manera, y tú entre ellos, señalaría en seguida a mi hijo, el instinto materno no se equivoca, No existe nada en el mundo a lo que se pueda llamar con propiedad instinto materno, si nos hubiesen separado cuando nací y veinte años más tarde nos encontráramos, estás segura de que serías capaz de reconocerme, Reconocer, no digo tanto, porque no es lo mismo la carita arrugada de un niño recién nacido y el rostro de un hombre de veinte años, pero apuesto lo que quieras a que algo dentro de mí me haría mirarte dos veces, Y a la tercera, a lo mejor, desviarías los ojos, Es posible que sí, pero a partir de ese momento tal vez con un dolor en el corazón, Y yo, te miraría dos veces, preguntó Tertuliano Máximo Afonso, Lo más seguro es que no, dijo la madre, pero eso es porque los hijos son todos unos ingratos. Se rieron ambos, y ella preguntó, Y ésa era la causa de tu preocupación, Sí, el choque fue muy fuerte, no creo que haya sucedido nunca otro caso semejante, supongo que la propia genética lo negaría, las primeras noches llegué a tener pesadillas, era como una obsesión, Y ahora, cómo están las cosas, Felizmente, el sentido común me echó una mano, me hizo comprender que si habíamos vivido hasta ese momento ignorando cada uno que el otro existía, con mucha mayor razón deberíamos mantenernos apartados después de habernos conocido, fíjate que ni podríamos estar juntos, ni podríamos ser amigos, Probablemente enemigos, Hubo un momento en que pensé que eso pudiera suceder, pero los días fueron pasando, las aguas volvieron a su cauce, lo que todavía queda de aquello es como un recuerdo de un mal sueño que el tiempo irá borrando poco a poco de la memoria, Esperemos que sea así en este caso. Tomarctus estaba echado a los pies de doña Carolina, con el cuello extendido y la cabeza descansando sobre las patas cruzadas, como si durmiese. Tertuliano Máximo Afonso lo miró durante unos instantes y dijo, Me pregunto qué haría este animal si se encontrase ante el tal hombre y ante mí, en cuál de nosotros dos vería al amo, Te conocería por el olor, Eso suponiendo que no olamos lo mismo, y esa certeza no la tengo, Alguna diferencia tendrá que haber, Es posible, Las personas pueden ser muy parecidas de cara, pero no de cuerpo, imagino que no os pondríais desnudos ante un espejo, comparándolo todo, hasta las uñas de los pies, Evidentemente que no, madre, respondió rápido Tertuliano Máximo Afonso, y en rigor no era mentira, que ante un espejo, realmente ante un espejo, nunca había estado con Antonio Claro. El perro abrió los ojos, volvió a cerrarlos, los abrió otra vez, estaría pensando que era hora de levantarse e ir al patio a ver si los geranios y el romero habían crecido mucho desde la última vez. Se desperezó, estiró primero las patas delanteras y después las de atrás, tensó la espina dorsal todo lo que pudo, y caminó hacia la puerta. Adónde vas, Tomarctus, le preguntó el dueño que sólo aparece de vez en cuando. El perro se paró en el umbral, volvió la cabeza aguardando una orden que se entendiera, y, como no llegó, se fue. Y María Paz, le dijiste lo que estaba sucediendo, preguntó doña Carolina, No, no iba a sobrecargarla con preocupaciones que a mí ya me estaba costando tanto aguantar, Lo entiendo, pero también entendería que se lo hubieras dicho, Consideré que era más oportuno no hablarle del caso, Y ahora que ya ha pasado todo, se lo vas a decir, No vale la pena, un día que ella me vio más inquieto le prometí que sí, que le diría lo que me estaba pasando, que en aquel momento no podía, pero que un día se lo contaría todo, Y por lo visto ese día no va a llegar, Es preferible dejar las cosas como están, Hay situaciones en que lo peor que se puede hacer es dejar las cosas como están, sólo sirve para darles más fuerza, También puede servir para que se cansen y nos dejen tranquilos, Si quisieras a María Paz se lo contarías todo, Yo quiero a María Paz, La querrás, pero no lo suficiente, si duermes en la misma cama con una mujer que te ama y no te abres con ella, me pregunto qué estás haciendo ahí, La defiendes como si la conocieras, Nunca la he visto, pero la conozco, Sólo lo que sabes por mí, que no puede ser mucho, Las dos cartas en que hablabas de ella, algunos comentarios por teléfono, no necesito más, Para saber que es la mujer que me conviene, También lo podría haber dicho con esas palabras si igualmente pudiera decir de ti que eras el hombre que le convendría a ella, Y no crees que lo fuese, o que lo sea, Quizá no, Luego la solución mejor es la más simple, acabar con la relación que venimos manteniendo, Eres tú quien lo dice, no yo, Hay que ser lógicos, madre, si ella me conviene, pero yo a ella no, qué sentido tiene desear tanto que nos casemos, Para que ella todavía esté cuando tú despiertes, No ando dormido, no soy sonámbulo, tengo mi vida, mi trabajo, Hay una parte de ti que duerme desde que naciste, mi miedo es que un día de éstos te veas obligado a despertar violentamente, Lo que pasa es que tienes vocación de Casandra, Qué es eso, La pregunta no debe ser qué es eso, sino quién es ésa, Pues enséñame, se dice siempre que enseñar a quien no sabe es una obra de misericordia, La tal Casandra era hija del rey de Troya, uno que se llamaba Príamo, y cuando los griegos pusieron el caballo de madera ante las puertas de la ciudad, ella empezó a gritar que la ciudad sería destruida si metían al caballo, viene todo explicado con pormenores en la Iliada de Homero, la Iliada es un poema, Ya lo sé, y qué ocurrió luego, Los troyanos pensaron que estaba loca y no hicieron caso de sus vaticinios, Y luego, Luego la ciudad fue asaltada, saqueada, reducida a cenizas, Entonces esa Casandra que tú dices tenía razón, La Historia enseña que Casandra siempre tiene razón, Y tú declaras que tengo vocación de Casandra, Lo he dicho y lo repito, con todo el amor que un hijo tiene por una madre bruja, O sea, que tú eres uno de esos troyanos que no creyeron, y por eso Troya ardió, En este caso no hay ninguna Troya que quemar, Cuántas Troyas con otros nombres y en otros lugares han sido quemadas después de ésa, Innumerables, No pretendas ser tú una más, No tengo ningún caballo de madera ante la puerta de casa, Y de tenerlo, escucha la voz de esta vieja Casandra, no lo dejes entrar, Estaré atento a los relinchos, únicamente te pido que no vuelvas a encontrarte con ese hombre, prométemelo, Lo prometo. El perro Tomarctus decidió que era el momento de regresar, había olisqueado el romero y los geranios del patio, pero no era de allí de donde venía. Sus últimos pasos fueron por el dormitorio de Tertuliano Máximo Afonso, vio sobre la cama la maleta abierta, y ya llevaba bastantes años de perro para saber lo que eso significaba, por eso esta vez no se echó a los pies de la dueña que nunca sale, sino de este otro que está a punto de irse.