Al contrario de lo que generalmente se piensa, tomar una decisión es una de las decisiones más fáciles de este mundo, como cabalmente se demuestra con el hecho de que no hacemos nada más que multiplicarlas a lo largo del santísimo día, aunque, y ahí tropezamos con el busilis de la cuestión, éstas siempre nos traen a posteriori sus problemitas particulares, o, para que nos entendamos, sus rabos asomando, siendo el primero nuestro grado de capacidad para mantenerlas y el segundo nuestro grado de voluntad para realizarlas. No es que una y otra le falten a Tertuliano Máximo Afonso en sus relaciones sentimentales con María Paz, fuimos testigos de que ambas experimentaron en las últimas horas una importante alteración cualitativa, como ahora se suele decir. Decidió que se iría a vivir con ella y ahí se ha mantenido firme, y si la resolución todavía no se ha concretado, o llevado a la práctica, como también se dice, es porque pasar de la palabra al acto tiene igualmente sus qués, rabos asomando, es indispensable, por ejemplo, que el espíritu se arme de fuerza suficiente para empujar al indolente cuerpo hacia el cumplimiento del deber, sin hablar de los prosaicos asuntos de logística que no pueden resolverse en un santiamén, como saber quién se irá a vivir a casa de quién, si María Paz a la pequeña casa del amado, si Tertuliano Máximo Afonso a la más amplia de la amada. Recostados en este sofá o tumbados en aquella cama, las últimas consideraciones de los prometidos, a pesar de la natural resistencia de cada uno a abandonar la concha doméstica a la que está habituado, terminaron inclinándose por la segunda alternativa, puesto que si en casa de María Paz hay espacio más que suficiente para los libros de Tertuliano Máximo Afonso, en casa de Tertuliano Máximo Afonso no lo habría para la madre de María Paz. Por este lado las cosas no podrían suceder mejor. Lo malo es que si Tertuliano Máximo Afonso, después de haber dudado tanto entre ventajas e inconvenientes, acabó contándole a la madre, es cierto que suavizando las aristas más vivas y las rebabas más cortantes, el extraordinario caso de los hombres duplicados, aquí no se vislumbra cuándo se decidirá a cumplir la promesa que le hizo a María Paz en aquella ocasión en que, tras haber reconocido que era mentira todo lo que le había dicho acerca de los motivos de la famosa carta escrita a la productora cinematográfica, pospuso para otra ocasión lo que a la media confesión había quedado faltándole para ser completa, sincera y concluyente. Él no lo ha dicho, ella no lo ha preguntado, las pocas palabras que abrirían esta última puerta, Recuerdas, mi amor, cuando te mentí, Recuerdas, mi amor, cuando me mentiste, no pudieron ser pronunciadas, y ya sea este hombre, ya sea esta mujer, si todavía les fuese dado tiempo para rematar el doloroso asunto, justificarían probablemente sus silencios alegando que no querían manchar la felicidad de estas horas con una historia de maldad y de perversión genética. No tardaremos en conocer las nefastas consecuencias de dejar enterrada donde cayó una bomba de la segunda guerra mundial, al creer que, porque ya ha pasado su hora, nunca llegará a explotar. Casandra lo anunció bien, los griegos van a quemar Troya.