En fin, ya cualquier cosa danzante y coral, con tal de no ver a Carlitos Alegre, que por fin había descubierto que ella se llamaba Natalia de Larrea y le estaba contando, pisotón tras pisotón, que no se explicaba por qué su papá había iluminado tan bárbaramente la terraza y el jardín y la piscina, esa noche, el agua de la piscina creo que además la ha puesto a hervir, ¿a ti no te parece, Natalia?, y que a él esa iluminación de fuego como que se le había metido en el alma, aun antes de regresar de estudiar, esta tarde, en casa de unos mellizos de apellido Céspedes Amargura, que, no sé por qué, como que muestran un desmedido interés por conocer a mis hermanas Martirio y Consuelo, o son sólo disparates que a mí se me ocurren, con lo distraído que dicen que soy, je, je… ¿tus hermanas cómo, Carlitos…?, mis hermanas Cristi y Marisol, perdón. Y entre pisotón y pisotón, también, Natalia de Larrea había logrado domesticarle el mechón de pelo izado, en repentino arrebato simultáneo de ternura y de pasión, y ya estaba convencida de que jamás en su vida había escuchado palabras tan alegres, tan vivas, tan excitantes, tan profundamente sinceras y calurosas, y como que quería comerse vivo a Carlitos Alegre.
Ella besarlo no podía, claro, porque estaba en casa de los propios padres de Carlitos y entre tantos amigos, y tampoco podía cheek to cheek, por las mismas razones, ni mucho menos apachurrarlo hasta matarlo, y después morirme, claro que sí, porque además seguro que hasta le doblo la edad, me muero, ay, qué ansiedad, Dios mío. Entonces probo el sistema de los muslos, que practicara en algunas fiestas con el sinvergüenza y canalla de su ex marido, el que la mataba a palos y mucho más, algo medio de burdel y todo, y empezó a ir de casi nada a apenas y de ahí sin duda demasiado rápido a más y más, demasiado para Carlitos, en todo caso, en ese adelantito y atrasito con toquecito y quedadita, porque lo cierto es que en menos de lo que canta un gallo ya Carlitos Alegre parecía un andarín loco que tiene la ansiada meta olímpica ante sus narices y justo se le cruza el Himalaya. La verdad, estaba ridiculísimo, pero a Natalia de Larrea hacía mil años que nada le alegraba la vida en esta ciudad nublada y triste, y a Carlitos Alegre, además, lo estaba queriendo mucho. Pensara lo que pensara y dijera lo que dijera esta ciudad nublada y triste, horrible, a Carlitos Alegre lo estaba queriendo muchísimo, lo estaba queriendo de verdad, y lo iba a querer contra viento y marea. Sí, contra viento y marea y pase lo que pase en esta Lima tristísima para una mujer como yo, condenada, más que condenada, y de nacimiento, casi. Y condenada sin casi en esta Lima de cielo eterno color panza de burro y, peor todavía, como me dijo el otro día en la hacienda el negro Bombón, yo a Lima no vuelvo más, señorita Natalia, con ese cielo color barriga de ballena muerta, le cala negativo a uno el alma, de su natural festiva, su cielo ese tan plomo de usted desde la mañanita, señorita Natalia. Pues tiene toda la razón, el muy picaro de Bombón, por ignorante que sea, sí: cielo de ballena, y muerta, además, qué asco, Dios mío, pero sea como sea y contra quien sea, yo a Carlitos lo quiero toditito para mí solita y… Y basta de hipocresías y moralinas, sí, basta, basta, hasta aquí llegué contigo, Lima de eme, porque Natalia de Larrea, la guapísima, la qué tal lomo, la cuerpazo -«¡El de mi patroncita sí que es un cuerpo, carajo, y no el de la Guardia Civil!», dicen que había exclamado el muy tremendo de Bombón, una mañana en la hacienda, gracias por el piropazo, negro bandido, aunque mejor para ti que yo ni me entere, negro atrevido, pero negro ricotón, sí, eso sí, y tú también, limeña hipócrita, Natalia-, la maltratada, la abandonada, la deseada, la codiciada, pero ahora la resignada acaba de decir basta, sanseacabó, punto final, sí, señoras y señores, porque yo, Natalia de Larrea, adoro a Carlitos aunque me mate a pisotones y qué tal ametralladora de muslazos, qué rico, caray, uauu, como cuando yo tenía más o menos su edad y en las fiestas nos pisoteábamos todos y nos dejábamos puntear toditas sí, tanda de hipócritas, sí, así, con todas sus letras aquello era una punteadera general y a mí ya Lima entera quería hacerme reina del carnaval, pobre Natalia, y hasta el negro Bombón, un muchachito, entonces, decía la señorita Natalia ha llegado bien maltoncita de Lima, este verano, qué querría decir el muy pícaro, ¿que ya la fruta más preciada del patrón había empezado a ponerse en su punto?, oscuro presagio, nubarrones en el horizonte, los peores augurios, pobre de mí y de mi vida, desde entonces, ay, pero uauu qué rico y con amor, uauuu, te quiero, Carlitos, ay, uauu, para siempre, mi Carlitos…