—¡Aaarrgghh! —Tika oyó un terrible alarido que casi le hizo caer de espaldas. Girándose rápidamente, la espada se le cayó del susto al ver que un draconiano, riendo escabrosamente, se abalanzaba hacia ella. Sintiendo un miedo cerval, y agarrando su escudo con ambas manos, golpeó al draconiano en su escamosa cabeza de reptil. El impacto hizo vibrar el escudo en sus manos y derribó a la criatura, que se desplomó inconsciente. Tika recogió su espada y haciendo una mueca de asco, apuñaló a la criatura en el pecho. El cuerpo se transformó en piedra inmediatamente, aprisionando el arma de la muchacha. Esta tiró de la espada, pero le fue imposible sacarla.
—¡Tika, a tu izquierda! —chilló Tasslehoff con su aguda voz.
Ella se volvió y vio otro draconiano. Balanceando su escudo, detuvo la estocada de la criatura. Entonces, con una fuerza nacida del terror, comenzó a golpear a la criatura con su escudo una y otra vez, pensando únicamente que debía matarla. Continuó golpeando hasta sentir que una mano le oprimía el brazo. Se giró con el escudo empapado de sangre, preparada para un nuevo ataque, pero se encontró a Caramon.
—¡Todo ha ido bien! —dijo el guerrero con dulzura.
—¡Todo ha terminado, Tika! Están todos muertos. Lo has hecho muy bien, has estado fantástica.
Tika parpadeó. Por un instante no reconoció al guerrero. Pero luego, tras un escalofrío, bajó el escudo.
—No, no me fue muy bien con la espada —dijo comenzando a temblar, nerviosa aún por el miedo que había pasado y por el recuerdo de aquella terrible criatura abalanzándose sobre ella.
Caramon la rodeó con sus brazos, acariciando sus rizos pelirrojos.
—Has sido más valiente que muchos de los habilidosos guerreros que he visto en combate...
Tika miró a Caramon directamente a los ojos. Su miedo desapareció, y la muchacha se enardeció. Se abrazó a Caramon. El contacto con sus firmes músculos, el olor a sudor mezclado con el del cuero de sus ropas, aumentaban su deseo. Le rodeó el cuello con los brazos y lo besó.
Caramon se sintió abrumado por la pasión. Deseaba a esta mujer más que a cualquier otra en toda su vida —y había conocido muchas. Se olvidó de dónde estaba, y de quiénes estaban a su alrededor. Su mente y su sangre estaban encendidas, y también sentía punzadas de pasión. Estrujando a Tika contra su pecho, la abrazó y la besó con ardiente intensidad.
La muchacha ansiaba que aquel abrazo no acabara nunca pero al mismo tiempo, de repente, se sintió fría y temerosa. Comenzó a recordar historias contadas por otras camareras de la Posada sobre las relaciones amorosas entre hombres y mujeres, y empezó a sentir pánico.
Caramon había perdido absolutamente el sentido de la realidad. Alzó a Tika en sus brazos y se encaminaba hacia el bosque, cuando, de pronto, notó sobre su hombro una mano fría.
El corpulento guerrero se volvió y al ver a su hermano recuperó su serenidad. Depositó suavemente a Tika en el suelo. Aturdida y desorientada, la muchacha abrió los ojos y vio a Raistlin mirándola con sus extraños y brillantes ojos.
Tika enrojeció violentamente. Dándose la vuelta, se agachó sobre el cadáver del draconiano que había matado, recogió su escudo y salió corriendo.
Caramon tragó saliva, se aclaró la garganta y se dispuso a hablar, pero Raistlin, mirándole con una mueca de desprecio, se giró y se dirigió a reunirse con Fizban. Caramon, temblando como un potro recién nacido, suspiró y caminó hacia donde Sturm, Tanis y Gilthanas hablaban con Eben.
—Me encuentro bien —les aseguró el hombre—. Tan sólo me desmayé cuando vi a esas criaturas, eso es todo. ¿De verdad hay una sacerdotisa entre vosotros? Eso es maravilloso, pero no gastéis conmigo sus poderes curativos. Es sólo un rasguño. Hay más sangre de ellos que mía. Mi grupo y yo estábamos siguiendo a esos draconianos por los bosques cuando fuimos atacados por una patrulla de al menos cuarenta goblins.
—Y sólo tú estás vivo para explicarlo —dijo Gilthanas.
—Sí —respondió Eben devolviéndole al elfo la mirada de sospecha.
—Como bien sabes, soy un experto espadachín. Yo maté a estos... —dijo señalando los cadáveres de seis goblins que yacían a sus pies —, aunque después cayera aplastado por la evidente superioridad numérica de su ejército. Los demás debieron suponer que había muerto y me dejaron. Pero ya os he contado suficientes proezas. Vosotros también sois hábiles con la espada. ¿Hacia dónde os dirigís?
—Hacia un lugar llamad... —comenzó a decir Caramon, pero Gilthanas lo interrumpió.
—Nuestro viaje es secreto, pero no nos iría mal un experto espadachín.
—Si lucháis contra los draconianos, vuestra lucha es mi lucha —dijo Eben alegremente. Sacó su bolsa de debajo de un cadáver de goblin y se la colgó al hombro.
—Mi nombre es Eben Shatterstone. Soy de Gateway. Seguramente habréis oído hablar de mi familia, teníamos una de las casas más impresionantes al oeste de...
—¡Ya lo tengo! ¡Lo recuerdo! —gritó Fizban.
De pronto, el aire comenzó a llenarse de hilos de una pegajosa y densa tela de araña.