Читаем El retorno de los dragones полностью

Cuando el semielfo se aproximaba a ellos, vio un destello de luz: era el bastón de Raistlin, quien estaba de pie en medio de sus atemorizados compañeros. Tanis se dirigió hacia él. La luz tenue del cristal se reflejaba en el rostro del mago, dándole un aspecto tan fantasmagórico como el de los espectros que tenían ante ellos.

—Bienvenido al Bosque Oscuro, Tanis —dijo el mago.

—Raistlin... —Tanis se atragantó. Tuvo que hacer un gran esfuerzo para conseguir que brotase algún sonido de su reseca garganta—. ¿Quiénes son estos...?

—Son esbirros espectrales... Hemos sido afortunados.

—¿Afortunados? —¿Por qué?

—Son los espíritus de los hombres que en vida se comprometieron a realizar alguna misión y luego faltaron a su promesa. Su condena es realizar esa misión una y otra vez hasta que merezcan su liberación y puedan encontrar en la muerte el verdadero descanso.

—¿Y por qué, en nombre del Abismo, nos convierte esto en afortunados? ¡Quizás se comprometieron a liberar el bosque de forasteros!

—Es posible, pero no creo que sea así. Tendremos que averiguarlo.

Antes de que Tanis pudiese reaccionar, el mago dio unos pasos y encaró a los espectros.

—¡Raistlin! —exclamó Caramon con voz ahogada, comenzando a caminar hacia él.

—Tanis, que no dé un paso más —ordenó Raistlin—. Podría ser peligroso.

Tanis sujetó al guerrero por el brazo, y le preguntó a Raistlin:

—¿Qué vas a hacer?

—Voy a formular un encantamiento que nos permita comunicamos con ellos; percibiré sus pensamientos y ellos podrán hablar a través mío.

El mago echó la cabeza hacia atrás y la capucha le cayó sobre los hombros. Estirando los brazos, comenzó a hablar.

—¡Ast bilak parbilakar. Suh tangus moipar! —murmuró y luego repitió la frase tres veces. Mientras Raistlin hablaba, el grupo de guerreros se dividió y en medio de ellos apareció una figura aún más imponente y terrorífica que el resto. Era más alto que los demás, llevaba una reluciente corona y su vieja armadura estaba ricamente decorada con joyas. Caminaba hacia Raistlin.

Caramon, angustiado, apartó la vista y Tanis no se atrevió a hablar ni a gritar, temeroso de molestar al mago e interrumpir el hechizo. El espectro alzó una mano descarnada y la movió lentamente en dirección al mago para tocarlo. Tanis se estremeció —si el espectro lo tocaba significaba la muerte—, pero Raistlin estaba como extasiado y no se movió. En aquel instante, habló.

—Vosotros, que habéis muerto hace tiempo, utilizad mi voz viva para contarnos vuestros amargos pesares. Después, dejadnos en libertad para atravesar el bosque pues como veréis, leyendo nuestros corazones, nuestro propósito no tiene nada que ver con la maldad.

La mano del espectro se detuvo bruscamente y sus pálidos ojos escudriñaron el rostro de Raistlin. Reluciendo en medio de aquella oscuridad, el espectro bajó la cabeza ante el mago. Tanis contuvo la respiración; sabía que el mago tenía poder, pero... ¡hasta tal punto...!

Raistlin le devolvió el saludo y luego se situó a su lado. Su rostro era casi tan pálido como el de la fantasmagórica figura. El viviente muerto y el muerto viviente, pensó Tanis, temblando.

Cuando Raistlin habló, su voz ya no era su acostumbrado susurro sibilante sino una voz profunda y autoritaria que resonaba en todo el bosque, tan fría y cavernosa que parecía venir del centro de la tierra.

—¿Quiénes sois vosotros que osáis atravesar el Bosque Oscuro?

Tanis intentó contestar, pero su garganta estaba totalmente seca y Caramon, junto a él, no podía ni levantar la cabeza. El semielfo notó que algo se movía a su lado. ¡Era el kender! Maldiciéndose a sí mismo, intentó sujetarlo pero ya era tarde. El pequeño personaje se deslizó bajo la luz del bastón de Raistlin y se plantó ante el espectro.

Tasslehoff saludó respetuoso.

—Soy Tasslehoff Burrfoot, pero mis amigos —dijo señalando con su pequeña mano al resto del grupo— me llaman Tas. ¿Quiénes sois vosotros? .

—Eso poco importa —entonó la voz sepulcral—. Sabed tan sólo que somos guerreros de tiempos inmemoriales.

—¿Es verdad que rompisteis una promesa y que ése es el motivo por el que estáis aquí? —preguntó Tas con curiosidad.

—Así es. Habíamos hecho la promesa de custodiar esta tierra, pero descendió de los cielos la montaña ígnea y la tierra se resquebrajó. De las profundidades ascendieron seres demoníacos y nosotros arrojamos nuestras espadas y huimos despavoridos hasta que nos sobrevino una muerte mucho más amarga. Hemos sido llamados para cumplir nuestra promesa, ya que el Mal vuelve a acechar estas tierras. Aquí permaneceremos hasta que lo expulsemos y consigamos restablecer la paz.

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