Читаем El Último Ritual полностью

– Buenos días -dijo mientras trataba de sacar del bolsillo la llave del despacho-. ¿Han venido a verme a mí?

Matthew y Þóra se levantaron.

– Sí, buenos días -dijo ella. Hizo ondear el sobre-. Queríamos comprobar con usted si una carta encontrada este fin de semana era la que andaba buscando.

En rostro de Gunnar se iluminó.

– ¡Qué me dice!-exclamó mientras abría la puerta de su despacho-. Sírvanse pasar, por favor. Es una noticia espléndida. -Fue a su escritorio y dejó el cargamento. Luego se sentó y lea lúzo seña de que ellos hicieran lo propio-. ¿Y dónde apareció?

Þóra se sentó y puso el sobre encima de la mesa.

– En casa de Harald, dentro de una caja con otros objetos. Tengo que advertirle que la carta no está en buen estado de conservación. -Sonrió pidiendo excusas-. La persona que la encontró había sufrido un ataque de nervios.

– ¿Un ataque de nervios? -preguntó Gunnar sin comprender. Cogió el sobre y lo abrió con sumo cuidado. Muy despacio fue sacando la carta y cuando pudo comprobar con claridad cuál era su estado, se fue disgustando más y más-. ¡Pero qué demonios es lo que pasó! -Puso la carta sobre la mesa, delante de él, y se quedó mirándola fijamente.

– Mmmm, la mujer encontró toda clase de cosas que la desequilibraron por completo -explicó Þóra-. Y no sin motivo, se lo aseguro. Nos pidió que dijéramos que lo sentía muchísimo, pero que esperaba que fuera posible recomponerla. -Sonrió pidiendo excusas.

Gunnar no dijo nada. Siguió mirando fijamente la carta, inmóvil. De pronto, se echó a reír. Con una risa bastante destemplada… nada parecida a la que se produce cuando alguien dice algo divertido.

– ¡Dios mío! -exclamó asfixiado cuando se le pasó el ataque de risa-. ¡Cómo se va a enfadar Maria! -Su cuerpo sufrió un estremecimiento al decir aquellas palabras. Acarició el documento, lo levantó y lo observó-. Pero sí, ésta es la carta, así que al menos habría que alegrarse de que haya aparecido -resopló.

– Maria -dijo Þóra-. ¿Quién es Maria?

– La presidenta del Instituto Árni Magnússon -dijo Gunnar con voz apagada-. Es ella quien está en pie de guerra por culpa de esta carta.

– Explíquele lo de la mujer que la encontró -propuso Þóra-, que está apenadísima por lo sucedido.

Gunnar levantó la vista de la carta y miró a Þóra. Su gesto indicaba que aquello no importaría mucho.

– Sí, eso haré.

– Y ya de paso, querría aprovechar la oportunidad, Gunnar, para preguntarle por una alumna de la facultad: Bríet, una amiga de Harald.

Gunnar entornó los ojos, serio.

– ¿Qué pasa con ella?

– Nos han dicho que tuvieron un rifirrafe ellos dos. Algo relacionado con un trabajo sobre Brynjólfur Sveinsson que estaban haciendo juntos. Su relación se agrió a causa de un documento desaparecido. ¿Sabe usted algo de eso? -Þóra se dio cuenta de que en la pared, detrás de Gunnar, había colgada una pintura, y le pareció que se trataba precisamente del dichoso Brynjólfur-. ¿No es ése? -señaló el cuadro.

Gunnar permanecía en silencio, pensativo. No miró hacia atrás, sin duda sabía perfectamente lo que había en la pared.

– Ese no es Brynjólfur Sveinsson, es un antepasado mío, con cuyo nombre fui bautizado. El reverendo Gunnar Harðarson. Lleva hábito de sacerdote, no ropas obispales del siglo XVII.

Þóra se sonrojó y decidió no preguntar por ninguna de las numerosísimas fotografías enmarcadas que colgaban también en las paredes… una foto que le pareció ser de Gunnar y el campesino de Hella que les había acompañado a Matthew y a ella cuando estuvieron visitando las cuevas. El hecho de que se sonrojara, irritó aún más a Gunnar, que se inclinó sobre el borde de la mesa y dijo enfadado:

– Son ustedes de los huéspedes más fastidiosos que he tenido nunca -dijo secamente.

Þóra se quedó estupefacta.

– Lo lamento mucho. Pero sí querría pedirle que tuviera un poquito de paciencia con nosotros… estamos intentando atar una serie de cabos sueltos y esto de Bríet es uno de ellos. Si no quiere informarnos al respecto, puede darnos el nombre del profesor, o del catedrático, que se encargó del tema.

– No, no. Claro que puedo informarles yo… no me será nada dificultoso. Solamente les rogaría que se abstuviesen de indagar demasiado en los asuntos privados de la facultad. Éste es uno de ellos.

– ¿Y eso? -preguntó Þóra extrañada-. Yo creía que esto tenía que ver sobre todo con esa chica, Bríet. Tenemos entendido que se comportó de una forma algo extraña, y por eso le hacemos la pregunta.

– Bríet, sí. Exacto, se comportó de una manera harto extraña. Fue principalmente gracias a Harald por lo que se consiguió detenerla antes de que la institución se hallara en una situación muy comprometida. -Gunnar se aflojó el nudo de la corbata.

– ¿Pero de qué se trataba exactamente? -preguntó ella mientras observaba el alfiler de corbata de Gunnar. Le recordaba a algo, pero no conseguía caer.

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