Читаем El Último Ritual полностью

Tryggvi se escurrió por entre el grupo de mujeres, en dirección al corredor. Sintió que el sonido se transformaba de gemido en alarido. Tryggvi no identificaba si provenía de un hombre o de una mujer, ni siquiera estaba seguro de que fuera humano. ¿Podía ser que algún animal hubiera entrado en el edificio y se hubiera hecho daño? No tuvo tiempo de pensar aquella idea hasta el final, pues al chillido se añadieron unos crujidos, como de algo haciéndose pedazos al caer. Tryggvi aceleró el paso por el corredor. El ruido parecía proceder del piso superior, de modo que giró hacia la escalera y subió los escalones de dos en dos. Las mujeres corrieron tras él, habían empezado a gemir ellas también.

No cabía duda alguna de que el alarido procedía de los despachos del departamento de Historia. Tryggvi echó a correr y las mujeres le siguieron casi pisándole los talones. Abrió de un empellón la puerta a prueba de incendios que daba al pasillo de los despachos y se quedó inmóvil como una estatua… las mujeres se detuvieron apelotonadas detrás de él. Tryggvi miró fijamente al frente.

No fue la librería caída en el suelo, ni el decano a cuatro patas encima del montón de libros desparramado por el pasillo lo que dejó a Tryggvi petrificado. A su lado yacía bien visible un cadáver medio metido en el cuarto de las impresoras. Tryggvi notó que se le revolvía el estómago. ¿Qué demonios eran aquellos trapos en los ojos? ¿Había una cosa dibujada en el pecho? Y la lengua… ¿qué le pasaba?

Las mujeres miraban por encima de los hombros de Tryggvi, que notó cómo le tiraban de la camisa. Intentó soltarse sin éxito. El decano de Historia extendía las manos pidiendo ayuda. El hombre parecía totalmente fuera de sí por el terror y tenía una de sus manos sobre el corazón, con el rostro lívido. Se derrumbó a un lado. Tryggvi sintió la tentación de agarrar a las mujeres y salir corriendo. Dio una zancada hacia delante y las mujeres intentaron con más afán todavía llevárselo de allí, pero él consiguió quitárselas de encima. Se aproximó a Gunnar, que parecía estar intentando decirle algo a Tryggvi.

Apenas podía comprender nada en los murmullos inconexos que surgían del hombre. Sin embargo, logró entender que el cadáver (tenía que ser un cadáver, una persona viva no tenía ese aspecto) se le había venido encima a Gunnar al abrir la puerta del cuarto de impresoras. Los ojos de Tryggvi contemplaron sin querer aquel horrible despojo humano.

Dios mío santísimo.

Las franjas negras sobre los ojos no eran tiras de tela.

6 DE DICIEMBRE

Capítulo 1

Þóra Guðmundsdóttir [1] sacó a toda prisa un cheerio del bolsillo del pantalón y se arregló un poco el pelo y la ropa antes de entrar en el bufete. No estaba tan mal. El esfuerzo mañanero de llevar puntualmente al colegio a su hija de seis años y a su hijo de dieciséis quedaba ya atrás. Ahora la hija de Þóra se negaba a vestir de rosa, lo que no hubiera sido un grave inconveniente si no fuera porque toda su ropa era más o menos de ese color. El hijo, en cambio, estaba encantado de ponerse la misma ropa rota y ajada durante todo el año, a condición de que en cada harapo quedara bien a la vista la marca del fabricante. Su gran hazaña consistía en despertarle. Þóra suspiró al pensarlo. No era fácil estar sola con dos hijos. Pero las cosas tampoco habían sido fáciles mientras estaba casada. La diferencia era que entonces había que añadir las peleas matrimoniales a la hora del desayuno. La sensación de que aquel tiempo ya había pasado la puso de mejor humor y una sonrisa se extendió por sus labios mientras abría la puerta.

– Buenos días -dijo alegremente.

La secretaria no respondió al saludo, y se contentó con una mueca. Ni siquiera apartó la mirada de la pantalla del ordenador ni dejó de manipular el ratón. Siempre tan alegre, pensó Þóra. En su interior maldecía algunas veces sus problemas con la secretaria. Sin lugar a dudas, le había costado al bufete más de un negocio. Þóra no podía recordar a nadie que no se hubiese quejado de la chica aquella. No sólo era descortés, sino total y absolutamente repelente. Su característica principal no era su obesidad, sino su total despreocupación por su aspecto externo. Encima, solía estar siempre enfadada con alguien o por algo. Para empeorar las cosas aún más, como por pura mala idea, los padres de la muchacha le habían puesto el nombre de Bella. Ojalá se despidiese voluntariamente. Pero qué va, y eso que parecía de todo menos feliz de trabajar para ellos. Claro que Þóra no era capaz de imaginar un trabajo que pudiera llegar a gustarle a aquella chica. No sería fácil librarse de ella.

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Жоэль Диккер

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