– Sólo dos minutos -dijo ella dando media vuelta-. Te recuerdo cómo se cuenta: Uno, luego dos. Y no: uno, tres, cuatro, cinco, seis y dos.
– Vale, vale -respondió su hijo, un tanto molesto, mientras seguía con el juego.
Cuando la comida estaba ya en la mesa, un cuarto de hora más tarde, apareció Gylfi, que se dejó caer en su sitio habitual. Sóley ya se encontraba sentada, bostezando, mientras miraba su plato. Þóra no estaba dispuesta a empezar a comer con todos de morros por recriminarle a Gylfi que había tardado más de dos minutos en acabar el «nivel». Estaba a punto de recordarles la importancia de aquel momento para toda la familia, cuando sonó su móvil. Se levantó para responder.
– Empezad a comer, sin pelearos. Los dos estáis mucho más monos cuando sois amigos. -Se estiró para coger el teléfono que estaba en el mostrador de la cocina y echó una rápida mirada al número que se veía en la pantalla, pero no había nada. Salió de la cocina mientras apretaba el botón de respuesta-. Hola, soy Þóra.
–
– No, está bien -mintió Þóra. Estaba segura de que Matthew se sentiría mal si le decía la verdad, que estaba sentada a la mesa para la cena. Aquel hombre era de lo más, cómo decir, relamidamente cortés.
– ¿Ha tenido tiempo de mirar los documentos que le di? -preguntó él.
– Sí, desde luego, pero todavía no en detalle -respondió Þóra-. Aunque enseguida he podido comprobar que los informes de la policía no son ninguna maravilla. Propongo solicitar formalmente que nos los proporcionen. No es nada conveniente disponer sólo de una parte.
– Desde luego. -Comenzó otro insoportable silencio. Cuando Þóra estaba a punto de añadir algo más, Matthew continuó-: ¿Podría decirme si ya ha tomado alguna decisión?
– ¿Sobre el caso, quiere decir? -preguntó Þóra.
– Sí-respondió él secamente-. ¿Se encargará usted del caso?
Þóra dudó un instante, pero contestó afirmativamente. No había hecho más que pronunciar la palabra cuando Matthew cambió bruscamente de tono de voz; ahora parecía contento.
–
– En realidad aún me queda por estudiar el contrato. Me lo traje a casa para leerlo esta noche. Si es cierto que es normal y veraz, no veo ningún obstáculo para que lo firmemos mañana.
– Estupendo.
– Por cierto, una cosa me llamó la atención: ¿por qué no había nada en la carpeta de la autopsia? -Þóra sabía que aquello podía esperar hasta el día siguiente, pero de todos modos quería saber la respuesta ya.
– Es por culpa, sobre todo, de la forma en que obtuve los documentos, no los conseguí todos… tan sólo los más o menos relacionados con las cuestiones principales. Me fastidia este asunto, y he estado intentando acceder a la totalidad de los informes -respondió Matthew-. Es evidente que el caso se complica un tanto porque yo no soy el representante de la familia, sino solamente una persona autorizada por ellos, pero a partir de ahora el caso está ya en mejores manos. Por eso la he llamado ahora, en realidad, en vez de esperar hasta mañana, como acordamos.
– ¿Cómo? -dijo Þóra, que no entendía bien la relación.
– Tengo hora a las nueve de la mañana con el forense que realizó la autopsia de Harald. Va a entregarme la documentación y a comentar conmigo algunos detalles. Querría que viniese usted conmigo.
– Vaya -respondió Þóra sorprendida-. Bueno, bien. Iré.
– Bien, la recogeré en la oficina a las ocho y media.
Þóra se mordió la lengua para que no se le escapara decir que no podría llegar tan temprano.
– Ocho y media. Nos vemos, entonces.
– Frau Guðmundsdóttir -dijo Matthew entonces.
– Llámeme Þóra, es mucho más sencillo -le interrumpió ella. Se sentía como una viuda de noventa años al oírse llamar con aquello tan solemne y tan poco islandés de Frau Guðmundsdóttir.
– Þóra, entonces -prosiguió Matthew-. Sólo una cosa para concluir.
– ¿El qué? -preguntó Þóra intrigada.
– No desayune mucho. No va a ser nada agradable.
7 DE DICIEMBRE
Capítulo 6