que el saco de la ciudad
el de su hacienda parece.
Mas ya la música suena;
recibidle alegremente,
que al triunfo las voluntades
son los mejores laureles.
MUSICOS: "Sea bien venido
el comendadore
de rendir las tierras
y matar los hombres.
¡Vivan los Guzmanes!
¡Vivan los Girones!
Si en las paces blando,
dulce en las razones.
Venciendo moriscos,
fuertes como un roble,
de Ciudad Reale
viene vencedore;
que a Fuenteovejuna
trae los pendones.
¡Viva muchos años,
viva Fernán Gómez!"
COMENDADOR: Villa, yo os agradezco justamente
el amor que me habéis aquí mostrado.
ALONSO: Aun no muestra una parte del que siente.
Pero ¿qué mucho que seáis amado,
mereciéndolo vos?
ESTEBAN: Fuenteovejuna
y el regimiento que hoy habéis honrado,
que recibáis os ruega e importuna
un pequeño presente, que esos carros
traen, señor, no sin vergüenza alguna,
de voluntades y árboles bizarros,
más que de ricos dones. Lo primero
traen dos cestas de polidos barros;
de gansos viene un ganadillo entero,
que sacan por las redes las cabezas,
para cantar vueso valor guerrero.
Diez cebones en sal, valientes piezas,
sin otras menudencias y cecinas,
y más que guantes de ámbar, sus cortezas.
Cien pares de capones y gallinas,
que han dejado viudos a sus gallos
en las aldeas que miráis vecinas.
Acá no tienen armas ni caballos,
no jaeces bordados de oro puro,
si no es oro el amor de los vasallos.
Y porque digo puro, os aseguro
que vienen doce cueros, que aun en cueros
por enero podéis guardar un muro,
si de ellos aforráis vuestros guerreros,
mejor que de las armas aceradas;
que el vino suele dar lindos aceros.
De quesos y otras cosas no excusadas
no quiero daros cuenta. Justo pecho
de voluntades que tenéis ganadas;
y a vos y a vuestra casa, buen provecho.
COMENDADOR: Estoy muy agradecido.
Id, regimiento, en buen hora.
ALONSO: Descansad, señor, agora,
y seáis muy bien venido;
que esta espadaña que veis
y juncia a vuestros umbrales
fueran perlas orientales,
y mucho más merecéis,
a ser posible a la villa.
COMENDADOR: Así lo creo, señores.
Id con Dios.
ESTEBAN: Ea, cantores,
vaya otra vez la letrilla.
MÚSICOS: "Sea bien venido
el comendadore
de rendir las tierras
y matar los hombres."
COMENDADOR: Esperad vosotras dos.
LAURENCIA: ¿Qué manda su señoría?
COMENDADOR: ¡Desdenes el otro día,
pues, conmigo! ¡Bien, por Dios!
LAURENCIA: ¿Habla contigo, Pascuala?
PASCUALA: Conmigo no, tirte ahuera.
COMENDADOR: Con vos hablo, hermosa fiera,
y con esotra zagala.
¿Mías no sois?
PASCUALA: Sí, señor;
mas no para casos tales.
COMENDADOR: Entrad, pasado los umbrales;
hombres hay, no hayáis temor.
LAURENCIA: Si los alcaldes entraran,
que de uno soy hija yo,
bien huera entrar; mas si no…
COMENDADOR: ¡Flores!
FLORES: ¿Señor?
COMENDADOR: ¡Que reparan
en no hacer lo que les digo!
FLORES: ¡Entrad, pues!
LAURENCIA: No nos agarre.
FLORES: Entrad; que sois necias.
PASCUALA: Arre;
que echaréis luego el postigo.
FLORES: Entrad; que os quiere enseñar
lo que trae de la guerra.
COMENDADOR: Si entraren, Ortuño, cierra.
LAURENCIA: Flores, dejadnos pasar.
ORTUÑO: ¿También venís presentadas
con lo demás?
PASCUALA: ¡Bien a fe!
Desvíese, no le dé…
FLORES: Basta; que son extremadas.
LAURENCIA: ¿No basta a vuestro señor
tanta carne presentada?
ORTUÑO: La vuestra es la que le agrada.
LAURENCIA: ¡Reviente de mal dolor!
FLORES: ¡Muy buen recado llevamos!
No se ha de poder sufrir
lo que nos ha de decir
cuando sin ellas nos vamos.
ORTUÑO: Quien sirve se obliga a esto.
Si en algo desea medrar,
o con paciencia ha de estar,
o ha de despedirse presto.
ISABEL: Digo, señor, que conviene
el no haber descuido en esto,
por ver a Alfonso en tal puesto,
y su ejército previene.
Y es bien ganar por la mano
antes que el daño veamos;
que si no lo remediamos,
el ser muy cierto está llano.
REY: De Navarra y de Aragón
está el socorro seguro,
y de Castilla procuro
hacer la reformación
de modo que el buen suceso
con la prevención se vea.
ISABEL: Pues vuestra majestad crea
que el buen fin consiste en eso.
MANRIQUE: Aguardando tu licencia
dos regidores están
de Ciudad Real. ¿Entrarán?
REY: No les nieguen mi presencia.
REGIDOR 1: Católico rey Fernando,
a quien ha enviado el cielo
desde Aragón a Castilla
para bien y amparo nuestro:
en nombre de Ciudad Real,
a vuestro valor supremo
humildes nos presentamos,
el real amparo pidiendo.
A mucha dicha tuvimos
tener título de vuestros;
pero pudo derribarnos
de este honor el hado adverso.
El famoso don Rodrigo
Téllez Girón, cuyo esfuerzo
es en valor extremado,
aunque es en la edad tan tierno
maestre de Calatrava,
él, ensanchar pretendiendo
el honor de la encomienda,
nos puso apretado cerco.
Con valor nos prevenimos,
a su fuerza resistiendo,
tanto, que arroyos corrían
de la sangre de los muertos.
Tomó posesión, en fin;
pero no llegara a hacerlo,
a no le dar Fernán Gómez
orden, ayuda y consejo.
Él queda en la posesión,
y sus vasallos seremos,
suyos, a nuestro pesar,