Había que apresurarse. En cualquier momento podía exigir el Instituto de cosmonáutica que le enviaran todos los materiales y no habría manera de negarse. Sinitsin sabía muy bien que las rutas interplanetarias estaban cerradas temporalmente, que las naves cósmicas estaban en los cohetódromos esperando a que estuviera libre el espacio próximo a la Tierra. ¡Y numerosas expediciones se encontraban en Venus, en Marte, en los satélites de los grandes planetas, en los asteroides! Tenían cerrado el camino hacia la Tierra. ¡Todos esperaban!
Al abrir la puerta, Sinitsin se detuvo asombrado en el umbral.
Las cortinas estaban echadas, la habitación estaba a media luz. Víktor dormía tranquilamente en el diván con las manos debajo de la cabeza (¡posición ya conocida!).
Pero el asombro fue inmediatamente sustituido por una fuerte emoción. ¡¿Era posible?!
Y una inmensa alegría, una alegría sin límites invadió a Serguéi. ¡Se lanzó hacia la mesa teniendo la seguridad de que allí encontraría algo muy importante, algo decisivo!
¡Víktor no podía haberse dormido sin encontrar la clave del enigma!
Y la realidad no defraudó sus esperanzas.
Sinitsin leyó en un pequeño papel arrancado de un bloque de notas:
«¡Serguéi, lanza un hurra! Hoy por la tarde obtendremos una fotografía de tu «objeto». Y mañana por la mañana, del segundo. Una órbita ha salido en la pantalla. ¡Admírate! La segunda calcúlala tú mismo. ¿Me has tomado por un burro? ¡Estoy muy cansado!
¡Buenas noches!
Víktor P.D. ¡Bueno, te lo diré! Ambos «objetos» tienen la misma masa. ¡Tenlo en cuenta!»
2
Los científicos dirigentes del Instituto de cosmonáutica no estaban dispuestos a perder el tiempo. Inmediatamente le fue concedida la palabra a Sinitsin, que informó en forma breve:
— Probablemente, hace ya tiempo, giran alrededor de la Tierra dos satélites artificiales que no proceden de nuestro planeta. Tienen las mismas dimensiones y están huecos. Su forma es alargada. La sección longitudinal tiene forma de elipse y la transversal de círculo. Su longitud es de cuarenta metros. Estos datos es posible que no sean completamente exactos. Sus órbitas son en espiral. Los dos cuerpos unas veces se acercan a la Tierra y otras se alejan. La deducción, por las observaciones realizadas con los radares, es de que cambian continuamente su velocidad. Las distancias medias del centro de la Tierra son las siguientes: el primer satélite, doscientos dieciocho mil kilómetros; el segundo, ciento ochenta y seis mil. Los satélites, probablemente, son metálicos, pero no se puede determinar el peso específico del material debido a que es desconocido lo que existe dentro. La velocidad media del primer satélite es de cinco kilómetros y medio por segundo, la del otro de siete. Los datos obtenidos fundamentan la suposición de que en ambos satélites funcionan todavía sus motores, a pesar de que su aparición en las proximidades de la Tierra tuvo lugar en el año 1927 o antes. Si su movimiento por las órbitas en espiral se hubiera realizado por inercia, hace tiempo que deberían haber caído en la Tierra o en la Luna. Las órbitas las ha calculado el conocido matemático Murátov y en parte yo mismo. La posición de ambos satélites en las órbitas fue exactamente registrada a las cero horas del día de hoy y puede ser fácilmente calculada en cualquier momento. No se ha conseguido verlos con el telescopio visual, aunque su diámetro de cuarenta metros es suficiente para lograrlo. Murátov ha sugerido que son absolutamente negros y por consiguiente, invisibles, ya que no reflejan los rayos del Sol. Hemos intentado fotografiarlos con rayos infrarrojos, puesto que si son negros tienen que estar fuertemente recalentados por los rayos solares. Pero no hemos podido conseguir nada a pesar de una exposición de muchas horas. Lo mismo ha ocurrido cuando hemos utilizado placas sensibles a los rayos ultravioleta y Roentgen. A mí me parece que los satélites no son absolutamente negros sino, todo lo contrario, absolutamente blancos. Este es un enigma difícilmente explicable. He aquí todo lo que puedo informar al consejo en el momento presente. Continúan en nuestro observatorio los trabajos de observación de los satélites por medio de los radares.
— ¿No han intentado obtener fotografías con los rayos gamma? — preguntó uno de los presentes.
— No teníamos estas placas, pero las hemos pedido. En cuanto las recibamos lo intentaremos.
— No podemos esperar y seguir tranquilamente con los experimentos — manifestó el profesor Henri Stone, presidente del consejo científico del Instituto de cosmonáutica —.
Están inactivas todas las astronaves, está interrumpido todo el trabajo en el cosmos. Es una situación inaguantable. Debemos saber exactamente, lo antes posible, qué cuerpos son éstos. No podemos fundamentar en hipótesis y datos no comprobados la seguridad de las comunicaciones interplanetarias. Si los cuerpos son invisibles, cualquiera que sea la causa, no hay seguridad de que sean justas las órbitas calculadas...