— Cuando la manzana madura se cae sola — decían los científicos —. Era necesario dar tiempo a Guianeya para «madurar», y entonces hablará.
Y Guianeya «maduraba» a ojos vistos. Cada vez callaba menos. De mala gana, pero contestaba. Marina, cumpliendo las indicaciones recibidas, nunca le repetía la pregunta que Guianeya no había querido contestar antes.
Entre las dos muchachas se había establecido un completo acuerdo, una completa comprensión mutua.
A todos les parecía que a Guianeya le era indiferente todo lo de la Tierra, que en nada le interesaba la vida en el planeta. Pero Marina veía, y cada día estaba más claro, que esto no era así.
Ya comprendía perfectamente los matices de la expresión de la cara y sobre todo de los ojos de la huésped. Y se convencía poco a poco de que Guianeya sencillamente ocultaba a las personas su interés por la Tierra y por alguna causa, solo de ella conocida, fingía esa indeferencia.
Guianeya recorrió toda la Tierra durante el año y medio. Vio todo lo más bello, majestuoso y grandioso que había en el planeta, lo mismo natural que artificial. Y parecía que todo esto no le produjo ninguna impresión. En ningún lugar se detuvo mucho tiempo para admirar una obra de arte o la belleza de la naturaleza, como esto lo hacían las personas. Lo miraba un minuto, eran mucho dos y se alejaba.
Pero cuando pasados algunos meses después del viaje realizado a América del Norte, Marina vio una vista de las Cataratas del Niágara dibujada por Guianeya, comprendió entonces que para su amiga era suficiente una mirada fugaz para recordar siempre lo visto. El cuadro majestuoso del agua cayendo estaba representado en el dibujo con los detalles más nimios. Era como si en el cerebro de Guianeya hubiera sido tomada una fotografía de la catarata.
Y esto se repitió muchas veces. Guianeya todo lo recordaba, nada olvidaba.
¡De ninguna manera podía ser esto indiferencia!
¿Entonces, es posible, que la indiferencia aparente hacia todo sea una propiedad de sus compatriotas, una tradición particular, una forma obligatoria de conducta que dictan las costumbres?
Es posible que sea así, pero Marina por algo no quería creer en esto. Le parecía que esta indiferencia era fingida, como era fingida la ausencia del interés hacia la Tierra.
¿Para qué necesitaba hacer esto?
En el alma de Marina apareció y se fortaleció el convencimiento de que la huésped del cosmos tenía propensión a fingir.
La idea de que Guianeya fingía se reforzó todavía más en Marina por un hecho que tuvo lugar recientemente y que conmovió a todos.
Esperando el paso del sharex, Guianeya le hizo de sopetón una pregunta, que mostró con toda evidencia, que ocultaba a las personas no sólo su pasado sino también su presente.
¿De dónde podía saber Guianeya que Marina tenía un hermano? ¡Es más, sabía que la forma de la vía del sharex fue diseñada por Víktor Murátov?
Guianeya hablaba sólo con Marina. Todo lo que hablaba con otros y lo que le hablaban lo traducía Marina. Si la huésped no conocía ni uno solo de los idiomas de la Tierra, de ninguna forma podía conocer la existencia de Víktor Murátov.
Pero de improviso resultó que esto lo sabía, y no sólo esto.
La novedad era muy importante y trajo consigo consecuencias todavía no previstas.
¿Casualmente se fue de la lengua Guianeya? ¿O intencionadamente quiso mostrar a las personas que disponía de información?
Esta cuestión importantísima se planteó inmediatamente ante el consejo científico del Instituto de cosmonáutica, que desde el primer momento tomó sobre sí todo lo que se refería a la huésped del cosmos.
Guianeya, casual o intencionadamente, manifestó su conocimiento de uno de los idiomas de la Tierra. De este hecho se podía sacar la conclusión de que era cierta la antigua sospecha de que Guianeya pertenecía a aquellos que enviaron a la Tierra los satélitesexploradores. Si esto era así quedaba también evidente otra cosa: sus compatriotas estuvieron en la Tierra. Pero también se podía explicar todo de una forma más sencilla: Guianeya, ella misma, sin ayuda de nadie, estudió la lengua terrestre y podía leerla.
Era muy importante aclarar, cuál era precisamente el idioma que conocía Guianeya.
Esta pregunta se la hicieron a Marina.
En la Tierra existían muchos idiomas. Hacía poco que había comenzado a usarse un idioma para el planeta. Los diarios y las revistas, la radio y la televisión con poca frecuencia empleaban el nuevo idioma. En cada región (antes se llamaban países) hablaban en el idioma antiguo. Habían desaparecido las fronteras, se habían borrado gradualmente las diferencias nacionales, la cultura y la civilización eran generales, pero faltaba todavía mucho para que la humanidad se fusionara completamente en una familia única que hablara un solo idioma.