'Lo que seguramente ha ocurrido es que Dumbledore dijo a Snape que se fuera con los mortífagos' dijo Hagrid lleno de confianza. 'Supongo que tiene que mantener su camuflaje. Venga, regresemos a la escuela. Vámos, Harry.'
Harry ni siquiera intentó discutir o explicarse. Aún temblaba incontroladamente. Hagrid se daría cuenta pronto, demasiado pronto... Mientras volvían hacia el castillo, Hagrid vio que muchas ventanas estaban ahora encendidas.
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This document was created with FREE version of Easy PDF.Please visit http://www.visagesoft.com for more details Podía imaginar claramente las escenas del interior, con gente moviéndose de una habitación a otra, diciéndose que habían entrado mortífagos, que la Marca brillaba sobre Hogwarts, que seguro alguien había sido asesinado...
Las puertas de roble de la entrada estaban aún abiertas frente a ellos. Había luz que salía hacia el camino y el césped.
Lenta y dubitativamente, gente en ropa de dormir bajaba arrastrándose por las escaleras, buscando por todas partes algún signo de los mortífagos que habían volado hacia la noche. De cualquier forma, los ojos de Harry estaban fijos en el suelo que estaba a los pies de la torre más alta. Imaginó que podía ver una masa negra y amontonada en la hierba de esa zona, aunque realmente estaba demasiado lejos para ver nada. Incluso mientras miraba fija y silenciosamente el punto donde calculaba que estaba el cuerpo de Dumbledore, vio gente que empezaba a moverse hacia allí.
'¿Qué están mirando todos esos?' dijo Hagrid, mientras Harry y él se acercaban a la fachada del castillo, con Fang tan estrechamente pegado a sus tobillos como era posible. '¿Qué hay tirado en la hierba?' añadió Hagrid con voz aguda, dirigiéndose ahora hacia los pies de la Torre de Astronomía, donde se estaba juntando una pequeña multitud. '¿Ves lo que te digo, Harry? Bajo la Marca... Caramba... ¿no creerás que alguien ha caído...?'
Hagrid se calló, como si el pensamiento fuera demasiado horrible como para decirlo en voz alta. Harry caminó a su lado, mientras sentía múltiples dolores y molestias en su cara y sus piernas, donde las muchas maldiciones de la última media hora le habían alcanzado, aunque los percibía de una forma extrañamente despegada, como si fuera otra persona cercana quien sufría. Lo que sí era real, de lo que no podía escapar, era del horrible peso que sentía en su pecho...
Harry y él se movieron como en un sueño, hacia la susurrante multitud que había ante ellos, donde los atontados estudiantes y profesores habían dejado un hueco.
Harry oyó el gemido dolorido y conmocionado de Hagrid, pero no se detuvo, se adelantó despacio hasta que alcanzó el lugar donde estaba tendido Dumbledore y se agachó a su lado. Sabía que no había esperanza desde el momento en que la Maldición Petrificus Totalis que Dumbledore había echado sobre sí mismo se desvaneció, sabiendo que eso sólo ocurría cuando el mago que la había lanzado moría, pero de todas formas no había forma de sentirse preparado para verle allí, con el cuerpo extendido como las alas de un águila, roto… el mago más grande que Harry había conocido o que jamás conocería.
Los ojos de Dumbledore estaban cerrados pero excepto por el extraño ángulo que formaban sus brazos y piernas, podría haber estado dormido. Harry alargó la mano hacia él enderezando los anteojos con forma de media luna sobre la nariz torcida y limpió una salpicadura de sangre de la boca con su propia manga. Entonces miró más fijamente al anciano y sabio rostro e intentó absorber la enorme e incomprensible verdad: que Dumbledore nunca volvería a hablarle, que nunca más podría ayudar...
La multitud murmuraba tras de Harry. Después de lo que pareció una eternidad, se dio cuenta de que estaba de rodillas sobre algo duro y miró abajo.
El medallón que habían intentado robar tantas horas antes había caído del bolsillo de Dumbledore. Estaba abierto quizá debido a la fuerza con que había golpeado el suelo. Y aunque no se sentía capaz de sentir más horror, conmoción o tristeza de la que ya sentía, Harry supo cuando lo recogió, que algo estaba mal...
Giró el medallón en sus manos. No tan grande como el que recordaba haber visto en el Pensadero, no tenía marcas, ni tampoco se veía rastro de la adornada S que se suponía que era el signo de los Slytherin. Además, tampoco había nada dentro excepto un pedacito de pergamino doblado encajado firmemente en el lugar donde debería haber estado un retrato.
Automáticamente, sin ser realmente consciente de lo que hacía, Harry tiró del pedazo de pergamino, lo abrió y lo leyó a la luz de las muchas varitas encendidas que tenía detrás.
'Al Señor Oscuro.
Sé que moriré mucho antes de que leas esto,
pero quiero que sepas que fui yo quien descubrió tu secreto.
He robado el auténtico Horcrux e intentaré destruirlo lo antes posible.
Me enfrento a la muerte con la esperanza de que cuando te enfrenten, serás mortal una vez más.
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