Los pensamientos de Harry fueron interrumpidos por un codo de Ginny en sus costillas. La profesora McGonagall se había levantado y el murmullo de profunda tristeza del Comedor desapareció al instante.
'Es casi la hora' dijo 'Por favor, sigan a sus Jefes de sus casas afuera, a los terrenos. Gryffindors, conmigo.'
Se alinearon detrás de sus bancos casi en silencio. Harry captó la imagen de Slughorn encabezando la fila de Slytherins, vistiendo una túnica magnífica verde esmeralda, bordada con plata. Nunca había visto a la profesora Sprout, Jefa de la casa Hufflepuff, tan limpia; no había ni un simple parche en su sombrero, y cuando llegaron al Hall de entrada, encontraron a Madam Pince de pie, al lado de Filch, ella con un amplio velo negro que caía hasta sus rodillas, y él en un antiguo traje negro y con corbata apestando a naftalina.
Se estaban dirigiendo, como vio Harry cuando estuvo fuera en las escaleras de piedra de las puertas principales, hacia el lago. La calidez del sol acariciaba su cara mientras seguían a la profesora McGonagall en silencio hacia el lugar Easy PDF Copyright © 1998,2005 Visage Software
This document was created with FREE version of Easy PDF.Please visit http://www.visagesoft.com for more details donde cientos de sillas habían sido colocadas en filas. Un altar se aproximaba en el centro de ellas: había una mesa de mármol al frente, con todas las sillas encarándola. Era el más precioso de los días de verano.
Un extraordinario surtido de gente ya había cubierto la mitad de las sillas: gastados y elegantes, viejos y jóvenes. A la mayoría Harry no los conocía, pero había algunos que sí, incluyendo a los miembros de la Orden del Fénix: Kingsley Shacklebolt, Ojoloco Moody, Tonks, cuyo pelo había vuelto milagrosamente a un vívido rosa, Remus Lupin, con el que parecía estar de la mano; los señores Weasley, Bill ayudado por Fleur, seguidos de Fred y George, que vestían cazadoras de piel de dragón negras. Luego estaba Madam Maxime, que ocupaba dos sillas y media ella sola; Tom, el dueño del Caldero Chorreante; Arabella Figg, la vecina squib de Harry; el peludo mago que tocaba el bajo en las Brujas de Macbeth; Ernie Prank, el conductor del autobús noctámbulo; Madam Malkin, de la tienda de túnicas del Callejón Diagon; y alguna gente a la que Harry conocía meramente de vista, como el camarero de Cabeza de Puerco, y la bruja que empujaba el carrito en el Expresso de Hogwarts. Los fantasmas del castillo también estaban allí, apenas visibles a la brillante luz del Sol, discernibles sólo cuando se movían, insustancialmente relucientes en el espléndido cielo.
Harry, Ron, Hermione y Ginny cogieron sitio al final de una fila al lado del lago. Las personas susurraban entre ellas; sonaba como una brisa a ras de la hierba, pero el canto de los pájaros era claramente más alto. La multitud seguía creciendo; con una gran ola de afecto hacia ambos, Harry vio a Neville siendo ayudado por Luna para sentarse. Tan sólo ellos de todos los del ED habían respondido a la llamada de Hermione la noche que Dumbledore había muerto, y Harry sabía porqué: ellos eran los que habían echado más de menos el ED... probablemente los únicos que habían mirado sus monedas regularmente con la esperanza de que hubiese otra reunión...
Cornelius Fudge pasó caminando a su lado hacia las filas de delante, su expresión miserable, revolviendo su sombrero como siempre; luego Harry reconoció a Rita Skeeter, la que, enfureciéndolo al verlo, tenía una libreta firmemente agarrada en su mano semejante a una garra; y entonces, con una peor sacudida de furia, Dolores Umbridge, con una para nada convincente expresión de dolor sobre su cara odiosa, luciendo un lazo aterciopelado negro situado encima de sus rizos color hierro. Al ver a Firenze el centauro, que estaba de pie como un centinela cerca de la orilla del agua, ella dio un respingo y se escurrió apresuradamente a otro sitio bastante más lejos.
Los profesores se sentaron por fin. Harry podía ver a Scrimgeour serio y majestuoso en la fila de delante con la profesora McGonagall. Se preguntó si Scrimgeour o alguno de aquella gente importante sentían realmente que Dumbledore estuviese muerto. Pero entonces escuchó una música, extraña, música como de otro mundo, y olvidó su desprecio por el Ministerio, buscando a su alrededor lo que la emitía. No fue el único: muchas cabezas estaban giradas, buscando, un poco alarmadas.
'Allí' susurró Ginny en la oreja de Harry.