Читаем La Cúpula полностью

– Ese hombre se está sacando los pantalones del trasero -informó Alice Appleton a todo el grupo-. Mi madre dice que eso es que buscas petróleo.

Thurston Marshall estalló en carcajadas, y Linda, que habría jurado que ya no quedaba risa en su interior, se unió a él. Pronto estuvieron todos riendo, incluso Aidan, que, evidentemente, no sabía qué era lo que les hacía tanta gracia. Linda tampoco estaba muy segura.

Randolph empezó a bajar la cuesta, tirándose todavía de los fondillos del pantalón de su uniforme. No había ningún motivo para que eso les hiciera reír, lo cual lo hacía más gracioso todavía.

Audrey, que no quería quedarse al margen, se puso a ladrar.

6

En algún lugar había un perro ladrando.

Big Jim lo oyó, pero no se molestó en buscarlo con la mirada. Ver a Peter Randolph marchar cuesta abajo lo llenaba de satisfacción.

– Mírelo cómo se saca los pantalones del trasero -comentó Carter-. Mi padre solía decir que eso es que estás buscando petróleo.

– Lo único que va a encontrar es la WCIK -dijo Big Jim- y, si no olvida esa cabezonería de realizar un asalto frontal, es muy probable que sea el último lugar al que vaya jamás. Bajemos al ayuntamiento a ver un rato ese carnaval por la tele. Cuando nos cansemos, quiero que vayas a buscar a ese médico hippy y le digas que, si intenta ir a algún sitio, nos lo llevaremos y lo encerraremos en la cárcel.

– Sí, señor. -Era un trabajo que no le importaba hacer. A lo mejor podía darle otro repaso a la ex agente Everett, esta vez quitándole antes los pantalones.

Big Jim puso la marcha y el Hummer empezó a moverse cuesta abajo, despacio, mientras él iba dando bocinazos a cualquiera que no se apartara enseguida de en medio.

En cuanto enfiló el camino de entrada del ayuntamiento, el monovolumen Odyssey cruzó la intersección y se alejó del pueblo. No había peatones en Upper Highland Street, así que Linda aceleró enseguida. Thurse Marshall empezó a entonar una canción infantil, «The Wheels on the Bus», y al cabo de nada todos los niños estaban cantando con él.

7

El día de Visita ha llegado a Chester's Mills y una impaciencia ansiosa impregna el ánimo de las personas que salen caminando por la carretera 119 hacia la granja de Dinsmore, donde tan mal terminó la manifestación de Joe McClatchey hace tan solo cinco días. Se sienten esperanzados (aunque no exactamente felices), a pesar de ese recuerdo; también a pesar del calor y el hedor del aire. El horizonte, más allá de la Cúpula, se ve ahora borroso, y por encima de los árboles el cielo se ha oscurecido a causa de las partículas de materia acumuladas. Cuando se mira directamente hacia arriba no se nota tanto, pero aun así el cielo no está del todo bien; el azul tiene un tinte amarillento, como una catarata cubriendo el ojo de un anciano.

– Así solía estar el cielo cuando las fábricas de papel funcionaban a pleno rendimiento allá por los años setenta -dice Henrietta Clavard (la del trasero no del todo roto). Le ofrece su botella de ginger ale a Petra Searles, que camina junto a ella.

– No, gracias -dice Petra-. He traído un poco de agua.

– ¿Está aliñada con vodka? -se interesa Henrietta-. Porque esta sí. Mitad y mitad, corazón; yo lo llamo «Bomba de Canadá Dry».

Petra acepta la botella y echa un buen trago.

– ¡Caray! -exclama.

Henrietta asiente con gesto profesional.

– Sí. No es sofisticado, pero le alegra a una el día.

Muchos de los peregrinos llevan pancartas que tienen pensado exhibir ante sus visitas del mundo exterior (y ante las cámaras, desde luego), como el público de un programa de las mañanas en directo de la televisión. Pero todos los carteles de los programas de las mañanas son alegres. La mayoría de estos no lo son. Algunos, reciclados de la manifestación del domingo pasado, dicen REVÉLATE CONTRA EL PODER y ¡¡DEJADNOS SALIR, JODER!! Hay algunos nuevos, que dicen EXPERIMENTO DEL GOBIERNO: ¿¿¿POR QUÉ???. FIN DEL SECRETISMO y SOMOS SERES HUMANOS, NO CONEJILLOS DE INDIAS. El de Johnny Carver dice ¡PARAD LO QUE ESTÁIS HACIENDO, EN EL NOMBRE DE DIOS! ¡¡ANTES D Q SEA DEMASIADO TARDE!! El de Frieda Morrison pregunta (agramatical pero apasionadamente) ¿POR CULPA DE CUÁLES CRÍMENES ESTAMOS MURIENDO? El de Bruce Yardley es el único que entona una nota completamente positiva. Va sujeto a una vara de dos metros envuelta con papel crepé azul (en la Cúpula sobresaldrá por encima de todos los demás) y dice ¡HOLA MAMÁ Y PAPÁ EN CLEVELAND! ¡OS QUEREMOS!

Unos nueve o diez carteles contienen referencias bíblicas. Bonnie Morrell, esposa del propietario del almacén de maderas del pueblo, lleva uno que proclama ¡NO LOS PERDONES, PORQUESABEN LO QUE HACEN! En el de Trina Cole pone EL SEÑOR ES MI PASTOR debajo de un dibujo que probablemente sea un cordero, aunque es difícil asegurarlo.

El de Donnie Baribeau solo lleva escrito REZAD POR NOSOTROS.

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