Читаем La Cúpula полностью

– Quizá no -respondió con naturalidad-. Estoy sangrando por algún lado. Podría ser la garganta, pero parece algo más profundo. Creo que se me ha desgarrado un pulmón. -Volvió a toser.

– ¿Qué podemos hacer?

Sam logró controlar el ataque de tos.

– Apagar ese puto trasto para que podamos salir de aquí. No me quedan cigarrillos.

9

– Ahora me toca a mí -dijo Julia-. Solo te aviso.

Barbie asintió.

– Sí, señora.

– Tú solo tienes que darme aire. Si lo que hago no funciona, intercambiamos los papeles.

– Tal vez me ayudaría saber qué piensas hacer.

– No tengo un plan concreto. Tan solo una intuición y un poco de esperanza.

– No seas tan pesimista. También tienes dos neumáticos, dos bolsas de basura y un tubo.

Julia sonrió. Su rostro tenso y sucio se iluminó.

– Tomo nota.

Sam volvió a toser, inclinado sobre el volante. Escupió algo.

– Jesús, José y María, qué asco -exclamó-. Daos prisa.

Barbie pinchó su neumático con la navaja y oyó el fuosh del aire en cuanto la quitó. Julia le puso el tubo en la mano con la eficiencia de una enfermera de urgencias. Barbie lo clavó en el agujero, vio la empuñadura de goma… y sintió una divina ráfaga de aire que le azotó el rostro sudoroso. Respiró profundamente una vez, incapaz de contenerse. El aire era mucho más fresco, más rico, que el que atravesaba la Cúpula gracias a los ventiladores del exterior. Su cerebro pareció despertarse y tomó una decisión. En lugar de poner una bolsa de basura sobre el tubo, arrancó un trozo grande de plástico de una de ellas.

– ¿Qué haces? -gritó Julia.

No había tiempo para decirle que no era la única que había tenido una intuición.

Tapó el tubo con el trozo de plástico.

– Confía en mí. Ve a la caja y haz lo que tengas que hacer.

Lo miró por última vez con los ojos desorbitados y abrió la puerta del Odyssey. Estuvo a punto de caerse al suelo, recuperó el equilibrio, tropezó con un montículo y se arrodilló junto a la caja. Barbie la siguió con ambos neumáticos. Llevaba la navaja de Sam en el bolsillo. Se arrodilló él también y le ofreció a Julia la rueda de la que sobresalía el tubo negro.

Julia quitó el tapón de plástico, tomó aire (se le hincharon las mejillas con el esfuerzo, lo espiró a un lado y volvió a aspirar. Las lágrimas le corrían por la cara y abrían surcos limpios por las mejillas. Barbie también lloraba. No tenía nada que ver con la emoción; era como si estuvieran atrapados bajo la lluvia ácida más asquerosa del mundo. El aire exterior era mucho peor que el que había junto a la Cúpula.

Julia aspiró un poco más.

– Bueno -dijo, mientras espiraba, casi con un silbido-. Bastante bueno. No sabe a pescado. Solo a polvo. -Tomó aire de nuevo y le ofreció el neumático a Barbie.

Él negó con la cabeza y se lo devolvió, a pesar de que empezaba a notar un martilleo en los pulmones. Se dio unas palmadas en el pecho y la señaló.

Ella volvió a respirar hondo, y lo hizo en dos ocasiones. Barbie aplastó el neumático para ayudarla. Muy a lo lejos, en otro mundo, oía toser y toser y toser a Sam.

Se le va a partir el pecho en dos, pensó Barbie. Se sintió como si él mismo fuera a caer en pedazos si no respiraba en breve, y cuando Julia empujó el neumático para ofrecérselo, se inclinó sobre la pajita improvisada y respiró hondo, intentando que el maravilloso y polvoriento aire llegara hasta el fondo de sus pulmones. No había suficiente, parecía como si no fuera a haber suficiente, y hubo un momento en que el pánico

(Dios, me ahogo)

casi se apoderó de él. La imperiosa necesidad de regresar al monovolumen -qué más da Julia, que se ocupe de sí misma- fue casi imposible de resistir… pero logró imponerse a ella. Cerró los ojos, respiró e intentó hallar la calma, aquel punto de equilibrio que tenía que estar en algún lado.

Tranquilo. Calma. Tranquilo.

Aspiró aire de forma lenta y continua por tercera vez, y el corazón aminoró un poco el ritmo. Observó a Julia, que se inclinó hacia delante y agarró la caja a ambos lados. No ocurrió nada, lo cual no le sorprendió. Había tocado la caja la primera vez que subieron, por lo que era inmune a la descarga inicial.

Entonces, de repente, arqueó la espalda. Gruñó. Barbie intentó ofrecerle aire, pero ella no le hizo caso. Empezó a sangrar por la nariz, y por la comisura del ojo derecho. Las gotas rojas le corrían por las mejillas.

– ¿Qué sucede? -gritó Sam. Con voz apagada, entrecortada.

No lo sé, pensó Barbie. No sé qué está pasando.

Pero una cosa sabía: si Julia no respiraba pronto, moriría. Sacó el tubo del neumático, lo sujetó con los dientes y clavó la navaja de Sam en la segunda rueda. Metió el tubo en el agujero y lo tapó con el plástico.

Entonces esperó.

10

Este es el momento fuera del tiempo:

Julia está en una amplia habitación blanca sin techo sobre la que hay un extraño cielo verde. Es… ¿qué? ¿El cuarto de los juguetes? Sí, el cuarto de los juguetes. Su cuarto de los juguetes.

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