Clarke mostró su carnet a uno de los agentes de uniforme y cogió la linterna que le ofrecía el más joven. La Unidad de Escenario del Crimen estaba de camino. Ya comenzaban a rezagarse algunos curiosos atraídos por las luces azules del coche patrulla. Rebus y Clarke habían estado trabajando hasta tarde en la comisaría de Gayfield Square, machacando una hipótesis -sin sospechoso principal- en un caso no resuelto, y ambos se alegraron del respiro que suponía aquella llamada. Fueron hasta allí en el destartalado Saab 900 de Rebus, quien ahora sacaba chanclas de polietileno y guantes de goma del maletero que sólo logró cerrar tras varios golpetazos.
– Tengo que venderlo -musitó.
– ¿Y quién te lo va a comprar? -replicó Clarke, poniéndose los guantes, y añadió al ver que no respondía-: ¿Eso que he visto eran unas botas de excursión?
– Tan viejas como el coche -contestó Rebus acercándose al cadáver. Ambos guardaron silencio y examinaron el cuerpo y el lugar.
– Le han hecho cisco -comentó Rebus finalmente. Se volvió hacia el agente más joven-. ¿Cómo te llamas, hijo?
– Goodyear, señor… Todd Goodyear.
– ¿Todd?
– El apellido de soltera de mi madre, señor -añadió Goodyear.
– Todd, ¿has oído hablar de Jack Palance?
– ¿El que trabajaba en
– Estás perdiendo el tiempo en la policía.
El compañero de Goodyear contuvo la risa.
– Si le dejan, el joven Todd es capaz de interrogarle a usted en vez de a un sospechoso.
– ¿Ah, sí? -terció Clarke.
El agente -por lo menos quince años mayor que su compañero y quizá con el triple de cintura- asintió con la cabeza señalando a Goodyear.
– Yo al lado de Todd soy una nulidad. Él tiene sus miras puestas en el Departamento de Investigación Criminal.
Goodyear, libreta en mano, permaneció impertérrito.
– ¿Quiere que empecemos a anotar datos? -preguntó.
Rebus miró al suelo. Había una pareja de mediana edad sentada en el bordillo cogida de las manos. Y estaba la jovencita, abrigándose con los brazos y temblando, apoyada en un muro. Más allá, el grupo de curiosos comenzaba de nuevo a aproximarse sin preocuparse de los agentes.
– Lo mejor que puedes hacer -dijo Rebus-, es apartar a esos hasta que acordonemos la zona. El doctor llegará dentro de dos minutos.
– No tiene pulsaciones -añadió Goodyear-. Lo he comprobado.
Rebus le miró furioso.
– Ya te dije que eso no les gustaría -apostilló el otro agente conteniendo la risa.
– Contamina el «
– Primero el médico tiene que confirmar la muerte -añadió Rebus-. Entre tanto, vayan convenciendo a esa gente para que se largue a casa.
– Somos simples gorilas con ínfulas -comentó el otro agente mayor a su compañero mientras se encaminaban hacia los curiosos.
– Y esto, territorio de los VIP -añadió Clarke en voz baja, mirando de nuevo al cadáver-. No viste mala ropa; posiblemente no es un sin techo.
– ¿Comprobamos si lleva documentación?
Clarke se acercó dos pasos más y se agachó junto al cadáver, palpando con la mano enguantada los bolsillos del pantalón y de la chaqueta.
– No noto nada -dijo.
– ¿Ni siquiera compasión?
– ¿Te quitarás tu armadura cuando te jubiles? -replicó ella, alzando la vista hacia él.
Rebus musitó un «¡
– ¿Será un atraco frustrado? -dejó caer Clarke.
Rebus se encogió de hombros, dando a entender que no se lo parecía. Le dijo a Siobhan que iluminara el cadáver con la linterna: chaqueta negra, de cuero, camisa estampada sin corbata, probablemente azul en origen, vaqueros desgastados con cinturón de cuero negro y zapatos de ante negros. Rebus comprobó que era un rostro con arrugas y tenía el pelo canoso. ¿Cincuentón? Su estatura oscilaba entre uno setenta y tres o uno setenta y cinco. No llevaba anillos ni reloj. Para Rebus era el cadáver número… ¿cuál? Treinta o cuarenta durante sus más de treinta años en el Cuerpo. Diez días más y aquel pobre despojo sería asunto de otro; quizás antes. Hacía semanas que notaba la tensión de Siobhan Clarke: parte de ella, quizá la mejor parte, deseaba verle marcharse. Era la única manera de poder comenzar a demostrar su valía. Ahora lo miraba, como si supiera lo que estaba pensando. Él sonrió taimado.
– Aún no estoy muerto -dijo al tiempo que la furgoneta de la Unidad de Escenario del Crimen se detenía en la calzada.