El cirujano desapareció tras un repliegue de la colina, donde se encontraba la vivienda provisional de los médicos llegados en la planetonave. Desde lejos, Evda Nal observó ya cuánto había adelgazado y envejecido el director de las estaciones exteriores… El africano, desde luego, no dirigiría nada más. Evda Nal le refirió todo lo que le había dicho Af Nut acerca del herido, y Mven Mas respiró aliviado.
— Entonces, ¡me iré dentro de diez días!
— ¿Procede usted bien, Mven? Yo estoy demasiado anonadada aún para meditar sobre lo ocurrido, pero me parece que su culpa no merece un castigo tan severo.
Mven Mas contrajo el rostro, con gesto de dolor.
— Me entusiasmé con la brillante teoría de Ren Boz. Yo no tenía derecho a poner en la primera prueba toda la energía de la Tierra.
— Pero Ren Boz había demostrado que con menos era inútil hacer el intento… — objetó Evda.
— Eso es cierto, mas se debía haber empezado por experimentos indirectos. Me devoraba una impaciencia insensata, y no quería esperar años. No trate de consolarme.
El Consejo confirmará mi decisión, ¡y el Control del Honor y del Derecho no la revocará!
— ¡Yo misma soy miembro de ese Control!
— Sí, pero en él hay otras diez personas. Y como mi delito afecta al planeta entero, tendrán ustedes que decidir conjuntamente con los Controles del Sur y del Norte; en total, dictarán el fallo veintiún miembros, aparte de usted…
Evda Nal puso su mano en el hombro de Mven Mas.
— Sentémonos un rato, le flaquean las piernas. ¿Sabe usted que cuando los primeros médicos reconocieron a Ren querían convocar un concilio de la muerte?
— Lo sé. Sólo faltaron dos votos. Los médicos son gente conservadora y, según el viejo reglamento, que aún no se les ha ocurrido derogar, únicamente pueden acordar la muerte leve del enfermo veintidós personas.
— ¡Pues no hace mucho el concilio constaba de sesenta médicos!
— Aquello era un vestigio de ese temor al abuso que hacía que los médicos antiguos condenasen a los enfermos a largos sufrimientos inútiles, y a sus familiares a dolorosísimos padecimientos morales, cuando no había ya esperanza alguna y la muerte habría podido ser leve e instantánea. Pero en este caso, ya ve lo beneficiosa que ha resultado ser la tradición; faltaban dos médicos, y yo conseguí llamar a Af Nut… gracias a Grom Orm.
— Precisamente eso es lo que quiero recordarle. ¡Su concilio de la muerte social consta por ahora de una sola persona!
Mven Mas tomó la mano de Evda y posó en ella sus labios. Evda le permitió tal muestra de íntima y gran amistad. Estaba a solas con aquél hombre fuerte, pero abatido por la responsabilidad moral. A solas con él… ¿Y si Chara se encontrase en su lugar? No, no era posible. Para estar con Chara, el africano necesitaba una elevada exaltación espiritual, de la que ahora era incapaz, faltábanle fuerzas aún. ¡Que todo siguiera así hasta el restablecimiento de Ren Boz y la sesión del Consejo de Astronáutica!
— ¿Sabe usted qué tercera operación le espera a Ren? — preguntó Evda, cambiando de tema.
Mven Mas reflexionó unos instantes, haciendo memoria de su entrevista con Af Nut.
— El cirujano quiere aprovechar esta ocasión, en que Ren Boz está abierto en canal, para limpiarle el organismo de la entropía acumulada en él. Lo que se hace con lentitud y dificultad mediante la fisiohemoterapia, es muchísimo más rápido y eficaz aunado a una intervención quirúrgica tan completa.
Evda Nal recordó todo lo que sabía sobre los principios de la longevidad: la limpieza del organismo de la entropía. Los antepasados del hombre, peces y saurios, habían legado al organismo humano vestigios de estructuras fisiológicas contradictorias, cada una de las cuales tenía sus propiedades de formación de residuos entrópicos de la actividad vital.
Estudiadas durante milenios, aquellas antiguas estructuras — focos en un tiempo del envejecimiento y de enfermedades — acabaron por ceder a una depuración energética: el lavado químico y radiactivo, acompañado de una estimulación, por medio de ondas, del organismo envejecido.
En la naturaleza, para liberar de la creciente entropía a los seres vivos, era preciso que nacieran de especímenes heterogéneos y procedentes de distintos sitios, es decir, de diferentes líneas de herencia. Aquella mezcla de la herencia en la lucha contra la entropía y la extracción de nuevas fuerzas del medio ambiente constituía el enigma más complejo de la ciencia, por cuya comprensión se afanaban los biólogos, físicos, paleontólogos y matemáticos desde hacía miles de años. Pero sus esfuerzos bien valían la pena: la duración posible de la vida era ya de casi doscientos años y — lo principal — había desaparecido la decrepitud extenuante.
Mven Mas adivinó los pensamientos de la psicóloga.