El caso de Bet Lon le quitaba el sueño al africano. Hacía treinta y dos años, Bet Lon, célebre matemático de nuestro planeta, había descubierto que ciertos síntomas de desviación en la acción recíproca de potentes campos de fuerza debían obedecer a la existencia de dimensiones paralelas. El matemático aquél hizo una serie de curiosas experiencias sobre la desaparición de objetos. La Academia de los Límites del Saber encontró un error en sus fórmulas y dio una explicación completamente distinta en cuanto a los orígenes de los fenómenos observados. Bet Lon era hombre de gran inteligencia, hipertrofiada a expensas de la moral, débilmente desarrollada en él, y de la inhibición de los deseos. Enérgico y egoísta, decidió continuar sus experiencias en el mismo sentido.
Para obtener pruebas decisivas, incorporó a sus experiencias a unos jóvenes voluntarios, gente intrépida, dispuesta a cualquier sacrificio con tal de servir a la ciencia. Aquellos muchachos desaparecían sin dejar rastro alguno, lo mismo que los objetos, y ni uno solo dio desde « el más allá » las señales de vida que esperaba el cruel matemático. Después de haber enviado a « la nada », es decir, a una muerte cierta, a un grupo de doce personas, Bet Lon fue entregado a los tribunales. El delincuente supo demostrar su convicción de que los desaparecidos seguían vagando, vivos, por otra dimensión y afirmó que había actuado únicamente con el asentimiento de sus víctimas. Condenado al exilio, pasó diez años en Mercurio y luego se recluyó en la isla del Olvido, apartándose del mundo. En opinión de Mven Mas, el caso de Bet Lon se parecía al suyo. En aquella ocasión también se trataba de una experiencia secreta, prohibida por razones científicas, y la similitud desagradaba grandemente al director de las estaciones exteriores.
Dos días más tarde tendría lugar la transmisión por el Circuito, y después quedaría libre una semana para llevar a cabo la experiencia.
Mven Mas alzó los ojos al cielo. Las estrellas le parecieron más brillantes y entrañables que nunca. A muchas las conocía por sus antiguos nombres, como a viejas amigas. ¿No eran acaso, desde tiempos inmemoriales, amigas del hombre, al que guiaban en su camino, elevando sus pensamientos y alimentando sus sueños?