Sin embargo, no le sucedió lo mismo a su alma.
Su espíritu se negó a partir de Krynn, y el malvado hechicero permaneció en un plano etéreo. Su existencia era delicada, pues Takhisis seguía intentando destruirle y no dejaba de acosarlo. Se mantenía con vida extrayendo la energía vital de sus víctimas, aunque esperaba poder encontrar un cuerpo vivo algún día, un cuerpo vivo que pudiera habitar para regresar por completo a la vida.
Fistandantilus había logrado conservar el heliotropo y, armado con él, aguardaba a sus víctimas. Buscaba jóvenes practicantes de la magia, en especial aquéllos con cierta inclinación hacia la oscuridad, pues eran los que tenían más posibilidades de sucumbir a la tentación.
El Cónclave de Hechiceros sabía que Fistandantilus andaba a la caza de presas, pero no podían detenerle. Siempre que un joven practicante de la magia se presentaba al temido examen de la Torre de la Alta Hechicería, el Cónclave sabía que cabía la posibilidad de que Fistandantilus se apoderara de él. Se pensaba que muchos de los que morían durante la Prueba se contaban entre sus víctimas.
Cinco años antes del estallido de la Guerra de la Lanza, un joven mago y su hermano gemelo fueron a la Torre de Wayreth para someterse al examen. El joven prometía mucho. Par-Salian, el jefe del Cónclave, ya preveía que tiempos de guerra y males acechaban Krynn y albergaba la esperanza de que aquel joven mago ayudara a derrotar a la oscuridad.
El mago era un joven arrogante y ambicioso. A pesar de que vestía la túnica roja, su corazón y su alma se inclinaban hacia la oscuridad y sus propias decisiones le condujeron a hacer una oferta a Fistandantilus. El malvado hechicero no pensaba respetar su parte del trato. Su verdadera intención era absorber la vida del joven.
Raistlin Majere no era como otros que lo habían precedido. A su manera, era tan diestro en la magia como Fistandantilus. Cuando el maligno mago quiso agarrar el corazón del joven y arrancárselo del cuerpo, Raistlin se aferró al corazón de Fistandantilus.
—Puedes tomar mi vida —dijo Raistlin a Fistandantilus—, pero a cambio estarás a mi servicio.
El joven salió con vida de la Prueba, pero su salud quedó maltrecha, pues Fistandantilus no dejaba de chuparle la vida para sobrevivir él mismo en el plano mágico. Sin embargo, a cambio, Fistandantilus tenía que mantener a Raistlin con vida y acudir en su ayuda, concediéndole unos conocimientos de magia muy avanzados para un hechicero tan joven.
Raistlin no recordaba nada de su examen, ni tampoco del trato que había hecho. Creía que la Prueba le había arruinado la salud y Par-Salian no se lo desmintió.
—Sabrá la verdad sólo cuando descubra la verdad sobre sí mismo, se enfrente a ella y admita la oscuridad que comprende.
Par-Salian pronunció esas palabras, pero ni siquiera él, con toda su sabiduría, podía predecir cómo se resolvería aquella oscura y extraña alianza.
PRIMERA PARTE
1
Tinte negro. Un encuentro inesperado
La ciudad de Palanthas había pasado en vela la mayor parte de la noche, preparándose para la guerra. La ciudad no había sucumbido al pánico; las grandes damas de la antigua aristocracia como era Palanthas jamás se dejan arrastrar por el pánico. Se sientan muy erguidas en sus sillas ricamente talladas, sujetando sus pañuelos de encaje mientras esperan con semblante serio y la espalda muy recta que alguien les diga si va a haber una guerra y, si de ser así, va a ser tan poco educada como para trastocar sus planes para la cena.
Corrían rumores de que las fuerzas de la temida Dama Azul, la Señora del Dragón Kitiara, marchaban hacia la ciudad. Los ejércitos del señor habían sufrido la derrota en la Torre del Sumo Sacerdote, que guardaba el paso que bajaba de las montañas hacia Palanthas. La pequeña partida de caballeros y soldados de infantería que había protegido la torre del primer asalto no era lo suficientemente fuerte para resistir otro ataque. Habían abandonado la fortaleza y las tumbas de sus muertos, y se habían retirado a Palanthas.
La ciudad no se había alegrado. Si los caballeros, militares y guerreros no hubieran cruzado sus murallas, la paz de Palanthas habría sido respetada. Los ejércitos de los dragones no habrían osado atacar una ciudad tan venerada y respetada. Pero los más sabios no se engañaban. Casi todas las ciudades principales de Krynn habían caído bajo los ejércitos de los dragones. La mirada torva del emperador Ariakas se había vuelto hacia Palanthas, hacia su puerto, sus navíos y su riqueza. Esa ciudad resplandeciente, la joya de Solamnia, sería la piedra preciosa perfecta para la Corona del Poder de Ariakas.