La Torre de Wayreth era la Torre de la Alta Hechicería más antigua de Ansalon, una de las dos únicas torres que quedaban en pie y la única que seguía utilizándose.
Construida después de la Segunda Guerra de los Dragones, la Torre de Wayreth se elevó por encima del desastre. En aquella época, la magia era salvaje y bronca. Tres poderosos hechiceros habían conjurado un hechizo con la intención de poner fin a la guerra, pero se escapó de su control y devastó gran parte del mundo. Los dioses de la magia se dieron cuenta de que había que hacer algo para gobernar la magia y a aquellos que la practicaban. Nuitari, Lunitari y Solinari enseñaron la disciplina de la magia a tres hechiceros y los enviaron a establecer las tres Ordenes de la Alta Hechicería, que estarían dirigidas por un organismo llamado Cónclave.
Los hechiceros necesitaban un cuartel general, un lugar donde acudieran los estudiantes de magia para aprender las destrezas de su arte; donde se celebrara la Prueba de la Alta Hechicería que se había instaurado recientemente; donde se crearan y guardaran los objetos, se pusieran a prueba los hechizos, se escribieran y clasificaran los libros. Al mismo tiempo, debería ser una fortaleza y un refugio, pues eran muchos los que no confiaban en los hechiceros y buscaban hacerles daño.
Los tres hechiceros se unieron para erigir la Torre de Wayreth. Las dos agujas de la torre, que se alzaban sobre la bóveda y estaban unidas por una pared triangular, estaban hechas a partir de una bruma plateada mágica, que lentamente se había convertido en piedra. En esa época la torre había sufrido el ataque de una tribu de bárbaros, que querían hacerla suya. La torre y los hechiceros que la habitaban se habían salvado gracias a un Túnica Negra que había conjurado un bosque mágico que rodeaba la torre.
El hechicero murió, pero el bosque de Wayreth se extendió y expulsó a los bárbaros. Desde aquel día lejano, la magia del bosque ocultaba la torre y la protegía de sus enemigos.
«Tú no encuentras la Torre de Wayreth. La torre de Wayreth te encuentra a ti», rezaba el dicho.
La torre de Wayreth estaba muy ocupada encontrando a la multitud de hechiceros que viajaban hasta ella para celebrar la Noche del Ojo. Normalmente sólo se permitía la entrada a los hechiceros que ya habían pasado la Prueba o a aquellos que se presentaban al examen. Pero la Noche del Ojo era una ocasión especial y por eso también se permitía el paso a los estudiantes más brillantes, acompañados por sus maestros.
La torre rebosaba de practicantes de la magia que habían llegado desde todos los rincones de Ansalon. Hasta la última cama de la última celda estaba ocupada, y más de uno dormía sobre mantas en el suelo o había levantado una tienda en el patio. Se respiraba un ambiente de fiesta. Los viejos amigos se saludaban con abrazos afectuosos y se ponían al día de las últimas novedades. Los estudiantes vagaban de un lado a otro, invadidos por la admiración y la excitación, y se perdían en los laberínticos salones, para acabar apareciendo por error en las zonas restringidas. Animales de todo tipo corrían y volaban, reptaban y andaban a cuatro patas por los salones, con el peligro constante de acabar debajo de algún pie o de enredarse en la melena de algún hechicero.
Algunos hechiceros estaban en los laboratorios, concentrados en preparar los ingredientes para las pociones y otros brebajes, listos para mezclarlos cuando el poder de las lunas estuviera en su culmen. Otros hechiceros se habían encerrado en las bibliotecas para estudiar los hechizos que querían llevar a cabo esa noche. Los Túnicas Negras y los Túnicas Rojas trabajaban codo con codo con los Túnicas Blancas. Todos olvidaban sus diferencias para hablar de magia, aunque de vez en cuando estallaba alguna disputa.
Todavía quedaban algunos Túnicas Blancas, por ejemplo, enojados porque los Túnicas Negras se habían rendido ante la reina Takhisis. Esos Túnicas Blancas no creían que los Túnicas Negras debieran ser perdonados y aprovechaban la menor oportunidad para plantear su punto de vista. Los Túnicas Negras se sentían ofendidos, y el resultado era que acababan todos gritando. Aquellas disputas quedaban rápidamente apaciguadas por los monitores. Estos eran un grupo de Túnicas Rojas que estaban encargados de patrullar la torre, mantener los ánimos tranquilos y asegurarse de que ningún incidente estropeara esa gran noche. En la mayor parte de los casos, los hechiceros de las tres órdenes se alegraban de volver a estar unidos por su amor a la magia, aunque eso fuera lo único que los unía.
Aquella Noche del Ojo no se celebraría una reunión del Cónclave, algo que rompía con la tradición. Se decía que los jefes del Cónclave habían decidido prescindir del encuentro porque quitaba mucho tiempo al trabajo más importante. Como esa reunión sólo tenía como aliciente el tradicional discurso de Par-Salian, el cual, según los hechiceros más jóvenes, tenía un magnífico efecto soporífero, la noticia fue bienvenida.