Читаем Los Caballeros de Takhisis полностью

Habían pasado más de veinte años desde que Crysania, inducida por una ambición tan oscura como la del propio archimago, había acompañado a Raistlin Majere al Abismo. Estuvo a punto de morir allí. Sólo cuando se encontró tendida en aquel horrendo lugar, sola y perdida la vista, había sido capaz de ver la verdad. Volvió al mundo, ciega a la belleza de éste, pero no a sus miserias y sufrimientos. La iglesia se había consolidado bajo su sabio liderazgo, creciendo en poder, y sus clérigos eran amados.

Tenía la piel tan blanca como el resplandor de Solinari; llevaba el negro cabello recogido en una redecilla de plata. Las señales de sus sufrimientos y luchas estaban plasmadas en su semblante, si bien la serenidad y la fe lo embellecían. Era hermosa, con la misma hermosura del templo: fría, firme, venerable.

Steel miró a Palin para que dijera algo, pero el mago parecía tener la lengua trabada. El paladín oscuro podría haber sugerido que se escabulleran si no hubiese sido por la presencia del tigre, que no les quitaba los ojos de encima.

—Un mago y un caballero —dijo lady Crysania mientras se acercaba a ellos—. Entonces supongo que no sois unos viajeros que se han extraviado, sino que tenéis alguna misión que cumplir. ¿Habéis venido a pedir la protección de Paladine?

El tigre rugió de nuevo, con suavidad. Obviamente, era hora de decir algo. Steel dio un codazo a Palin en las costillas.

—Eh... no exactamente, Hija Venerable —repuso el mago con un hilo de voz. Se había quedado pálido y la cara le brillaba por un sudor que no podía achacarse completamente al calor de la noche.

Se suponía que los magos Túnicas Blancas tenían que venerar a Paladine y seguir sus preceptos. Rescatar a un notorio archimago Túnica Negra del Abismo probablemente no estaba contemplado en la lista de obras que el dios esperaba que sus seguidores llevaran a cabo.

—Palin Majere —dijo lady Crysania—. Te doy la bienvenida.

—¿Cómo..., cómo lo supiste? —balbució el joven.

Crysania se echó a reír, y su risa sonó como el repicar de campanillas de plata.

—¿Que cómo lo supe? Percibo el olor a pétalos de rosa y el acre de tus componentes de hechizos, y así descubrí que eres mago. Cuando hablaste, reconocí tu voz. Tienes el tono de tu padre, pero hablas como... Me recuerdas a tu tío. —Esto último lo dijo en voz baja.

El semblante del joven, antes pálido, se puso ahora de un rojo encendido, como si Lunitari brillara sobre él. No tenía respuesta a eso, pero tampoco la Hija Venerable parecía estar esperándola. Sonriendo afablemente volvió los oscuros y ciegos ojos hacia Steel.

—Identifiqué al caballero por el repicar de la espada contra el muslo. Sin duda Palin Majere va en compañía de uno de sus hermanos guerreros. ¿Con quién tengo el placer de hablar, con Tanin o con Sturm?

Steel habría podido responder de muchas formas. La más fácil, fingir ser uno de los hermanos Majere. Un tono ronco y áspero habría disimulado la voz, justificándolo con un resfriado. Un breve intercambio de frases corteses y podrían seguir su camino. Mientras que si decía la verdad...

Miró al tigre. La bestia lo observaba intensamente. Había una inteligencia en aquellos ojos que no era de esperar encontrar en una bestia irracional, por muy despierta que fuera. Si el tigre lo atacaba, su peso arrastraría a Steel al suelo. Podría apuñalarlo, pero no antes de que sus colmillos le desgarraran la garganta.

Ciertas palabras osadas acudieron a su mente:

«No entraré en Palanthas vestido como un posadero...»

Ni ocultándose tras el nombre de otra persona.

—Te equivocas, Hija Venerable —dijo con fría cortesía—. Me llamo Steel Brightblade, y soy un Caballero del Lirio. Tengo el honor de servir a su Oscura Majestad, Takhisis.

Palin puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.

—¡Buena la has hecho! —susurró.

El tigre emitió un suave y gutural gruñido. Lady Crysania tranquilizó a su guía acariciándolo. Tenía el entrecejo fruncido, y su expresión era preocupada.

—¿Y lo proclamas abiertamente, en la ciudad de Palanthas? —preguntó, no como una amenaza, sino con sorpresa.

—Lo proclamo ante ti, Hija Venerable —replicó Steel— Cualquier persona que no fuera ciega podría ver quién soy. Es deshonroso aprovecharse de alguien elegido por los dioses para que camine en tinieblas. Y sería una desvergüenza aun mayor engañar a una mujer tan noble y valerosa como tú, señora.

Los ojos ciegos de Crysania se abrieron desmesuradamente.

—Lo que Tanis el Semielfo nos dijo hace años sobre vosotros, los Caballeros de Takhisis, era cierto —musitó—. ¡Que Paladine nos valga! —Su expresión se hizo reflexiva, y al cabo de un momento volvió los ojos ciegos hacia Palin otra vez—. ¿Qué haces aquí, joven mago? ¿Por qué viajas en compañía de este caballero que, aunque honorable, está sin embargo consagrado al Mal?

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