—Si mi madre y tu tío hubieran trabajado juntos en lugar de ir en contra de los propósitos del otro, tal vez fuera yo quien estaría celebrando esa fiesta en la casa del Señor —hizo notar Steel.
A Palin no le pasó inadvertida la sutil alusión de que Raistlin había estado aliado entonces a los poderes de la oscuridad... como quizá lo estuviera ahora. El recuerdo de la Prueba en la Torre de la Alta Hechicería, cuando se encontró con su tío —al menos, él creyó que era su tío— bulló al filo de su memoria. La imagen de Raistlin había sido una pura ilusión conjurada por Dalamar y los otros hechiceros a fin de probar a Palin y ver si el joven sucumbiría a las mismas tentaciones que en el pasado habían acosado a su tío.
Los hechiceros creían que Caramon nunca permitiría a Palin someterse a la Prueba, una terrible experiencia que todos los magos deben pasar antes de que se les permita seguir avanzando en su arte arcano. Nadie sale intacto ni ileso de la Prueba, ya sea física o psíquicamente. Caramon no se arriesgaría a perder a su amado hijo como ya había perdido a su amado hermano. Los hechiceros temían que el cariño excesivamente protector del posadero ocasionaría la franca rebeldía de Palin, y quizá lo hiciera volverse hacia el Mal, como le había ocurrido a su tío. Los hechiceros le quitaron a Caramon el asunto de las manos, engañándolo a él y a Palin.
En su Prueba, el joven creyó que había entrado al Abismo, que allí había encontrado a su tío, que era torturado por la Reina Oscura. Lo había liberado y lo había conducido de vuelta al laboratorio, para descubrir entonces que Raistlin planeaba dejar el Portal abierto a fin de permitir la entrada de Takhisis a este mundo. A cambio, ella le daría a Raistlin la potestad de dirigirlo.
El archimago le había ofrecido a Palin hacerlo su heredero con la condición de que el joven se alineara con el Mal, que tomara la Túnica Negra. Palin había rehusado y se había preparado para sacrificarse a fin de impedir que su tío tuviera éxito. Fue entonces cuando descubrió que todo —su tío, el Portal, el Abismo— había sido parte de la Prueba. Nada había sido real.
¿O sí?
Todavía podía oír las palabras de Raistlin:
«He domeñado mi ambición. No volveré a dirigir mi empeño hacia esa meta absurda de convertirme en un dios... Será mi regalo a la Reina Oscura, como muestra de mi lealtad: la entrada expedita al mundo. Y el mundo será su regalo para mí. Ella reinará, y yo..., yo obedeceré.»
Es lo que su tío había dicho. Pero ¿era realmente su tío? Dalamar afirmaba que la imagen de Raistlin sólo había sido una ilusión. El Raistlin con el que Palin había estado era una creación de Dalamar.
Pero el Bastón de Mago, que ahora sostenía en su mano, desde luego no era ninguna ilusión.
—Será mejor que nos demos prisa —dijo Palin bruscamente—. Casi es medianoche.
Steel estaba dando unas palmaditas a la hembra de dragón en el cuello al tiempo que intercambiaban unas quedas palabras. El joven mago alcanzó a oír la frase: «en el alcázar de Dargaard», y dedujo que sería allí donde Llamarada se escondería. Lord Soth, el espantoso caballero espectral, gobernaba todavía aquel lugar. Soth había sido en el pasado un Caballero de Solamnia, pero el amor prohibido hacia una doncella elfa lo había conducido a romper sus votos de caballero y a cometer un asesinato. La maldición de los dioses cayó sobre él. Sería un muerto en vida para siempre, sumido en un amargo tormento, odiando a los vivos, envidiándolos. Era leal a la Reina Oscura y a su causa. Ningún mortal se atrevía a aventurarse en un radio de cien leguas de su castillo maldito. Y, según la leyenda, el alma de la madre de Steel estaba obligada a permanecer en el alcázar de Dargaard junto al caballero. La hembra de dragón azul estaría a salvo allí, rodeada de una compañía tan siniestra.
Había numerosos chamizos esparcidos por la playa. O estaban deshabitados o hacía mucho que sus ocupantes se habían ido a acostar. Palin los estuvo observando con intranquilidad, temeroso de que alguien se despertara.
—Deprisa —repitió con nerviosismo—. Me pareció oír algo.
—No te preocupes, Majere. —Steel sacó una daga con una calavera tallada en la empuñadura—. Si alguien nos ve, le cerraré los ojos de manera permanente.
—¡Nada de muertes, por todos los dioses! —protestó el joven mago—. Tengo preparado un hechizo de sueño, y lo utilizaré si nos descubren.
—Un hechizo de sueño. —El caballero resopló, despectivo—. ¿Crees que también funcionará con los guardianes espectrales del Robledal de Shoikan?
—Seguramente será tan efectivo con ellos como tu daga —replicó enfadado, ya que no le gustó el recordatorio sobre la arboleda. La imagen fugaz del Robledal de Shoikan desde el aire lo había hecho estremecerse.
Steel no dijo nada más. En los ojos del caballero había un brillo que podía ser risueño. Guardó de nuevo la daga en la bota.