—Tampoco me parece justo echarme la culpa de todo eso.
—A la mierda, Dex —dijo, y colgó.
Los programas televisivos de primera hora dedicaron noventa segundos enteros al sorprendente hallazgo del cuerpo mutilado. El Canal 7 le dedicó los mejores adjetivos. Pero nadie decía más de lo que aparecía en la prensa. Irradiaban ira y una inexorable sensación de desastre que mantuvieron incluso en la previsión meteorológica, pero estoy seguro de que gran parte de eso venía provocado por la falta de fotos.
Otro bello día en Miami. Cadáveres mutilados con previsión de chubascos vespertinos. Me vestí y me fui a trabajar.
Admito que existía un motivo subyacente para dirigirme a la oficina a una hora tan temprana, y la fortalecí haciendo una parada en la pastelería. Compré dos buñuelos, un hojaldre de manzana y un donut de canela del tamaño de una rueda de recambio. Me zampé el hojaldre y un buñuelo mientras sorteaba alegremente aquel tráfico letal. No sé cómo sigo en forma con la cantidad de donuts que como. No gano peso ni me salen granos, y aunque puede sonar poco razonable, tampoco noto que mi corazón se queje al respecto. Ese rollo de la genética había sido bastante generoso conmigo: metabolismo alto, buen tamaño y fuerza, todo lo cual suponía una gran ayuda para mi afición secreta. Y me han dicho que no soy desagradable a la vista, lo que creo que se puede tomar como un cumplido.
Tampoco necesitaba dormir demasiado, lo que en una mañana como ésta representaba otra ventaja. Había esperado llegar antes que Vince Masuoka, y por lo visto lo había logrado. Cuando entré, cargado con la bolsa de papel para disimular, su despacho estaba a oscuras: mi visita, sin embargo, tenía poco que ver con los donuts. Registré rápidamente su zona de trabajo, buscando el expediente de pruebas marcado con el nombre de JAWORSKI y la fecha de ayer.
Lo encontré y tomé con rapidez algunas muestras de tejido. Con eso bastaría. Me puse unos guantes de látex y en un momento había colocado las muestras en la placa limpia de cristal. Sé que era una estupidez correr un riesgo más, pero tenía que conseguir mi placa. Acababa de guardarla en una bolsa con cremallera cuando oí pasos a mi espalda. Lo devolví todo a su lugar a toda prisa y giré para estar de cara a la puerta, cuando Vince entró y me vio.
—Por Dios —dije—. Eres tan silencioso. Seguro que te has entrenado con un guerrero ninja.
—Tengo dos hermanos mayores —dijo Vince—. Viene a ser lo mismo. Levanté la bolsa de papel y anuncié:
—Le traigo un presente, maestro.
Miró la bolsa con curiosidad.
—Que Buda te bendiga, saltamontes. ¿Qué es?
Lancé la bolsa hacia él, pero le golpeó en el pecho y cayó al suelo.
—¿Demasiado para un guerrero ninja? —pregunté.
—Mi hermoso y templado cuerpo necesita café para funcionar — me dijo Vince, agachándose para recoger la bolsa—. ¿Qué hay aquí? Me has hecho daño. —Alcanzó la bolsa con el ceño fruncido—. Espero que no sean trozos de un cadáver. —Sacó el gran donut de canela y le echó una mirada apreciativa—. Caramba. Mi pueblo no pasará hambre este año. Te lo agradecemos profundamente, saltamontes. —Hizo una reverencia con la pasta en primer plano—. Una deuda satisfecha supone una bendición para todos, hijo mío.
—En ese caso —dije—, ¿tienes a mano el expediente del tipo que encontraron anoche en Old Cutler?
Vince dio un generoso mordisco al bollo de canela. Los labios le brillaban por el azúcar mientras masticaba con gran lentitud.
—Mmmm —dijo, antes de tragar—. ¿Nos sentimos excluidos?
—Si ese nosotros se refiere a Deborah, sí, lo estamos —dije—. Le prometí que echaría un vistazo a las pruebas.
—Bueno —comentó, con la boca llena de donut—, al menos hay un bontón de angüe esta vez.
—Disculpe, maestro. Mis oídos no logran descifrar su idioma.
Masticó y tragó.
—Decía que al menos esta vez hay cantidad de sangre. Pero tú sigues siendo la Cenicienta. Bradley se encarga de éste.
—¿Puedo ver el expediente? Dio otro bocado.
—El ío eguía ivo...
—Seguro que sí. ¿Y en cristiano?
Vince tragó.
—El tío seguía vivo cuando le arrancaron la pierna.
—Es asombrosa la resistencia que llega a tener el ser humano, ¿no crees?
Vince se metió el resto de donut en la boca y sacó el expediente, tendiéndomelo y dando un gran mordisco a la pasta al mismo tiempo. Cogí la carpeta.
—Me voy —dije—. Antes de que vuelvas a hablar.
Se sacó la pasta de la boca.
—Demasiado tarde —dijo.