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—Vacaciones con las brujas, Gilderoy Lockhart.

—Recorridos con los trols, Gilderoy Lockhart.

—Viajes con los vampiros, Gilderoy Lockhart.

—Paseos con los hombres lobo, Gilderoy Lockhart.

—Un año con el Yeti, Gilderoy Lockhart.


Después de leer su lista, Fred echó un vistazo a la de Harry

—¡También a ti te han mandado todos los libros de Lockhart! —exclamó—. El nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras debe de ser un fan suyo; apuesto a que es una bruja.

En ese instante, Fred vio que su madre lo miraba severamente, y trató de disimular untándose mermelada en el pan.

—Todos estos libros no resultarán baratos —observó George, mirando de reojo a sus padres—. De hecho, los libros de Lockhart son muy caros...

—Bueno, ya nos apañaremos —repuso la señora Weasley aunque parecía preocupada—. Espero que a Ginny le puedan servir muchas de vuestras cosas.


—¿Es que ya vas a empezar en Hogwarts este curso? —preguntó Harry a Ginny Ella asintió con la cabeza, enrojeciendo hasta la raíz del pelo, que era de color rojo encendido, y metió el codo en el plato de la mantequilla. Afortunadamente, el único que se dio cuenta fue Harry, porque Percy el hermano mayor de Ron, entraba en aquel preciso instante. Ya se había vestido y lucía la insignia de prefecto de Hogwarts en el chaleco de punto.

—Buenos días a todos —saludó Percy con voz segura—. Hace un hermoso día.

Se sentó en la única silla que quedaba, pero inmediatamente se levantó dando un brinco, y quitó del asiento un plumero gris medio desplumado. O al menos eso es lo que Harry pensó que era, hasta que vio que respiraba.

¡Errol! —exclamó Ron, cogiendo a la maltratada lechuza y sacándole una carta que llevaba debajo del ala—. ¡Por fin! Aquí está la respuesta de Hermione. Le escribí contándole que te íbamos a rescatar de los Dursley Ron llevó a Errol hasta una percha que había junto a la puerta de atrás e intentó que se sostuviera en ella, pero Errol volvió a caerse, así que Ron lo dejó en el escurridero, exclamando en voz baja «¡Pobre!». Luego rasgó el sobre y leyó la carta de Hermione en voz alta.


Querido Ron, y Harry, si estás ahí:

Espero que todo saliera bien y que Harry esté estupendamente, y que nohayas tenido que saltarte las normas para sacarlo, Ron, porque eso traeríaproblemas también a Harry. He estado muy preocupada y, si Harry está bien,te ruego que me escribas lo antes posible para contármelo, aunque quizá seríamejor que usaras otra lechuza, porque creo que ésta no aguantará un viajemás.

Por supuesto, estoy muy atareada con los deberes escolares («¿Cómopuede ser?», se preguntó Ron horrorizado. «¡Si estamos en vacaciones!»), y elpróximo miércoles nos vamos a Londres a comprar los nuevos libros. ¿Porqué no quedamos en el callejón Diagon?

Contadme qué ha pasado en cuanto podáis. Un beso deHermione


—Bueno, no estaría mal, podríamos ir también a comprar vuestro material —dijo la señora Weasley, comenzando a quitar las cosas de la mesa—. ¿Qué vais a hacer hoy?

Harry, Ron, Fred y George planeaban subir la colina hasta un pequeño prado que tenían los Weasley. Como estaba rodeado de árboles que lo protegían de las miradas indiscretas del pueblo que había abajo, allí podían practicar el quidditch, con tal de que tuvieran cuidado de no volar muy alto. Aunque no podían usar verdaderas pelotas de quidditch, porque si se les escaparan y llegaran a sobrevolar el pueblo, la gente lo vería como un fenómeno de difícil explicación; en su lugar, se arrojaban manzanas. Se turnaban para montar en la Nimbus 2.000 de Harry, que era con mucho la mejor escoba; a la vieja Estrella Fugaz de Ron incluso la adelantaban las mariposas.

Cinco minutos después se encontraban subiendo la colina, con las escobas al hombro. Habían preguntado a Percy si quería ir con ellos, pero les había dicho qué estaba ocupado. Harry sólo había visto a Percy a las horas de comer; el resto del tiempo lo pasaba encerrado en su cuarto.

—Me gustaría saber qué se lleva entre manos —dijo Fred, frunciendo el entrecejo—. No parece el mismo. Recibió los resultados de sus exámenes el día antes de que llegaras tú; tuvo doce M.H.B. y apenas se alegró.

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