«Vete preparando para los primeros meses. Lo que llaman depresión posparto no es más que una reacción perfectamente lógica y racional al hecho de verte de pronto convertida, de la noche a la mañana, en la vaca lechera de un ser que ni siquiera sabe sonreír para agradecértelo.»
Estas palabras me las vino a confirmar una desconocida pocos días antes de tenerte a ti. Llevaba yo días de retraso sobre la fecha prevista de parto, me dolía todo el cuerpo y casi no podía andar por culpa de la sínfisis púbica y las contracciones ineficaces (el sentido de estos términos te lo explicaré más adelante) y necesitaba desesperadamente una distracción, así que esa semana fui al cine casi a diario. Y por casualidad me encontré en la cola del cine Ideal a mi agente, que por fortuna no se llama Sonia y que tiene un niño de más o menos un año. «Querida», le pregunté ansiosa, «¿son los primeros meses tan malos como dicen?». Con la mejor de sus sonrisas empezó a decirme: «No, mujer, no es para tanto…» Pero este intento de tranquilizarme se vio bruscamente interrumpido por el comentario de la chica que le acompañaba, en la que hasta entonces no me había fijado. «Ni cassso, osssea, ni cassso a ésta. ¡Es horrible! Osssea, como que te suicidas, tía, de verdad…» Resultaba tan tremendo el contraste entre el acento ultrapijo de la desconocida acompañante -acento que suelo asociar a la hipocresía y al respeto estricto por las formas y los convencionalismos- y la cruda sinceridad con la que me advertía que no pude evitar creerla a ella antes que a mi muy bienintencionada agente, y me marché a casa aterrada, previendo lo peor.
Vale, no ha sido tan terrible, en absoluto, pero eso no quita que a veces me levante como hoy, convencida de que voy a ser incapaz de salir adelante contigo y con la vida en general. Tu padre cogió la gripe, me la contagió a mí y me temo que te la hayamos pasado a ti, porque ayer no hacías más que quejarte no sabemos por qué y yo estoy agotada y además me duele la garganta y cada uno de los huesos, por no hablar de las hemorroides, que es un tema del que se supone que no se habla pues se sufre en silencio. Dice en la guía
La psicóloga que dirigía el grupo de apoyo me atendió muy amablemente y me regaló una guía de actuación editada por la Comunidad de Madrid en la que leí cuáles eran las secuelas del maltrato y cómo muchas mujeres las vivían incluso años después de que la relación hubiera acabado:
– Autoestima pendular.
– Miedo.
– Estrés.
– Conmoción psíquica aguda.
– Crisis de ansiedad.
– Depresión.
– Desorientación.
– Incomunicación y aislamiento.
– Bloqueos emocionales.
– Complejo de culpa y asunción de la responsabilidad de los sucesos.
– Desmotivación, ausencia de esperanza.
– Trastornos alimentarios severos.
– Trastornos del sueño.
– Irritabilidad y reacciones de indignación fuera de contexto.